Comedia joven y comedia vieja
En medio de tanto grito desquiciado y tanto sermón, ‘Hacks’ confirma que sigue habiendo vida inteligente y sensible en el planeta de las plataformas
La mejor comedia que hay ahora en cartel es una meditación profunda sobre ese debate de cancelaciones, límites del humor y demás mandangas que aburren solo con nombrarse. Con unos episodios de media hora de narrativa pulcra, unos personajes bien dibujados y un humor modulado entre la ironía y la carcajada, Hacks (HBO Max, con tres Emmy muy merecidos) dice más y mucho mejor que los últimos mil artículos, panfletos y ensayos sobre el tema.
La premisa de la serie es tan vieja como la musa que cantaba la cólera de Aquiles: dos personajes de universos opuestos se encuentran y acaban entendiéndose mutuamente. Es una especie de Sunset Boulevard amable, con una Norma Desmond cuerda y un(a) Joe Gillis limpito, sin oscuridad ni perversión. Las chispas cómicas saltan en los choques entre ambos mundos, y el drama se hace más intenso conforme el roce fabrica el cariño. Ava, una cómica joven, bisexual y woke, sufre una cancelación por tuitear un chiste sexual sobre un senador, y el único trabajo que consigue es el de guionista en la sombra para una cómica vieja y kitsch de Las Vegas, Deborah Vance, que alterna sus espectáculos para señoros en un casino con anuncios de teletienda.
Empezamos viendo la historia con los ojos de la joven, por lo que la vieja humorista se presenta como un esperpento hortera y ridículo, pero conforme avanza la trama, crece la dimensión trágica de Deborah, cuyo talento y valentía han sido reducidos a un cliché por un mundo injusto y machista. Ava se da cuenta de que participa de esa injusticia y se cuestiona su propia superioridad (entre otras cosas, porque descubre que Deborah es mucho más graciosa, sarcástica y ágil que ella). En medio de tanto grito desquiciado y tanto sermón, Hacks confirma que sigue habiendo vida inteligente y sensible en el planeta de las plataformas.
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