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CRÍTICA
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Resines o la masculinidad a los setenta

El actor pasó por la UCI después de rodar ‘Sentimos las molestias’, así que vivió la fragilidad de la que habla la serie estrenada por Movistar Plus+. La generación que hizo la revolución sexual muestra carencias emocionales

Antonio Resines y Miguel Rellán, en una escena de la serie 'Sentimos las molestias'.
Ricardo de Querol

”Las dos palabras más bellas de nuestro idioma no son ‘te quiero’, sino ‘es benigno”. Lo decía el personaje de Woody Allen en Desmontando a Harry. Es ley de vida llegar al momento en que piensas así. Hay una edad en la que amigos y parientes de tu generación se emparejan y tienen hijos; otra en que se divorcian o tienen cáncer; algún día empiezas a frecuentar entierros y funerales de aquellos con los que creciste.

Ahora que salen tantas producciones audiovisuales para adolescentes, escasean las que abordan los problemas de los hombres de setenta para arriba. Problemas para asumir la vejez, para abrirse a los demás, para no convertirse en gruñones. Paolo Sorrentino lo hizo con buena nota en su filme La juventud, con Michael Caine y Harvey Keitel; también estaba lograda la serie El método Kominsky, con unos cascarrabias Michael Douglas y Alan Arkin. (Sobre mujeres mayores tampoco se hace demasiado, aunque abrieran fuego Las chicas de oro).

Cuando terminó el rodaje de Sentimos las molestias, Antonio Resines fue hospitalizado por covid, y pasó a la UCI, y estuvo en coma, y tuvo alucinaciones, y todavía arrastra secuelas, por las que se mueve con muletas. Sufrió en sus carnes esa fragilidad de la que habla la nueva serie de Movistar Plus+. Resines y Miguel Rellán protagonizan una comedia irónica y amarga sobre lo que implica hacerse viejo. Resines es un engreído y prestigioso director de orquesta (como Caine en La juventud); Rellán es un viejo rockero, más afable y hedonista, que sueña con reunir a su banda aunque esté pasada de moda.

Son diferentes, pero amigos de toda la vida, y comparten la rebeldía contra la etiqueta de anciano; cuando oyen hablar de gente mayor no se dan por aludidos. Comparten también dificultades para rehacer su vida, uno tras irse de casa su mujer, el otro presionado por la abogada del casero para dejar su piso; ambos con la salud delicada, cada uno cuida del otro. El personaje de Rellán es del perfil que hoy abunda en la gente más que madura, que viste igual que en sus años golfos y aspira a repetir esas correrías en cuanto tiene ocasión. El de Resines es un señor más a la antigua, que disimula su lado vulnerable, necesitado de un afecto que le cuesta encontrar.

Sentimos las molestias, miniserie de seis capítulos de menos de media hora, es una creación de los directores de Vergüenza, Juan Cavestany y Álvaro Fernández-Armero. Vergüenza tenía un humor más salvaje y arrancaba más carcajadas; este es un guion más sereno y reflexivo. Arranca lento y va ganando interés según avanzan los capítulos, van ocurriendo cosas y se siente más ternura por estos tipos que tienen más pasado que futuro.

Están todos los temas que preocupan a los setentones: el miedo a quedarte solo, a acabar en una residencia, el infarto, el cáncer, la eutanasia. Y el intento de seguir pareciendo joven, y el deseo sexual y la Viagra. Y lo que cuesta agacharse para recoger las cacas del perro. Hay una reflexión también sobre la masculinidad en esa generación, que fue muy avanzada comparada con la anterior, pero no tanto mirando a las siguientes.

Búsqueda de pareja

La trama juega, claro, con los choques de valores entre generaciones. El papel de Rellán lleva con incomodidad haberse convertido en bisabuelo (como Mick Jagger, no para de repetir). Se cree muy moderno, pero le cuesta adaptarse a la idea de que lo que tiene es une bisniete, porque su madre no quiere asignarle un género hasta que lo elija él, ella o elle. “¿Pero tiene pilila?”, pregunta sin obtener respuesta.

En esta sociedad envejecida y con tantos divorciados, es muy oportuno el retrato sobre la búsqueda de pareja pasados los setenta: ambos lo intentarán con mujeres más jóvenes, ante las que se mostrarán torpes. Y más les vale ir con cuidado, porque en tiempos del Me Too el cortejo puede rayar con el acoso. Un asunto clave —lo era en El método Kominsky— son las carencias emocionales de esa generación que vivió la revolución sexual, pero choca con barreras para expresar el afecto.

Un respeto a los septuagenarios. Ahí sigue Mick Jagger, el bisabuelo que llena estadios con lo que queda de los Stones. Nuestra sociedad no disfrutaría de las libertades y comodidades existentes sin los que empujaron antes. Y la esperanza de vida lleva décadas al alza; volverá a repuntar, ahora que remite la pandemia y la medicina da pasos adelante. A los setenta, pueden quedarte fácilmente dos décadas o más por delante. Lo duro es asumir que nada irá a mejor. Que cada paso será seguramente hacia atrás. Y que eso empezó mucho antes, quizás el primer día que en la calle te hablaron de usted. Lo que molesta mucho a Resines y Rellán. No son los únicos.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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