Chanel: el triunfal regreso de la heroína repudiada
Empatizamos con el triunfo de la artista porque su historia contiene algunos elementos heroicos que nos contamos desde que existe la humanidad
Después del “chanelazo”, Chanel regresó a la plaza Mayor de Madrid convertida en una heroína. Fue aclamada por las masas, montada en un autobús verde, cuando antes había sido repudiada por su polémica elección en el Benidorm Fest, frente a candidatas más queridas por el público, o por encarnar un producto que muchos consideraron demasiado establishment, demasiado comercial, demasiado hortera, una copia de las grandes divas del pop ligero anglosajón (por mucha chaquetilla torera de Palomo Spain y por mucho abanico abierto con teatralidad). En la plaza Mayor la artista lucía gafas de sol, porque tenía “conjuntivitis” de tanto llorar: “Lo hemos pasado increíblemente duro”, dijo. Con ese regreso, la estrella emergente adquiría dimensión mitológica.
De repudiada a triunfadora. ¿Cómo se produjo esa alucinante metamorfosis en la percepción social de Chanel? La explicación más sencilla es porque llevó a cabo una interpretación increíble e hizo bueno lo que parecía mediocre, cerrando así la boca de todos los haters que le habían martirizado en las redes sociales, confundiendo a la intérprete con el producto. O porque llevó a España a un tercer puesto que supo a gloria después de una larga y frustrante travesía cerca del farolillo rojo, convirtiéndose en ganadora moral. Pero la historia de Chanel tiene un atractivo mucho más profundo, enterrado en lo más hondo de nuestra cultura y nuestro cerebro.
Algunos pensadores han encontrado ciertos elementos comunes a las historias que la humanidad, en todo tiempo y lugar, desde la Antigüedad hasta los blockbusters de Hollywood, se ha contado a sí misma. El mitólogo Joseph Campbell describió un “monomito” que se encuentra en muchas culturas y religiones, en muchas mitologías y cuentos populares, y en el que George Lucas se basó para crear la historia de Luke Skywalker en Star Wars. Este “viaje del héroe” incluye elementos como iniciar un viaje (muchas veces repudiado por los tuyos), conseguir grandes proezas en un mundo exterior hostil y regresar a casa convertido en un héroe, tras haber vivido una transformación interna. En España tenemos casos muy tradicionales como el del Cid Campeador que, desterrado por el rey Alfonso VI, comienza a vagar por la Península, logrando grandes hazañas, como la conquista de Valencia, para acabar siendo aceptado de nuevo y con honores por el rey.
Otro caso, también muy tradicional, pero más cercano, es el del actual presidente del gobierno, Pedro Sánchez, que, desterrado por la cúpula de su partido, recorre España en un modesto Peugeot, encontrándose con la militancia, para, con fuerzas renovadas, salir victorioso contra el establishment en unas primarias, conseguir volver a dominar su partido y, posteriormente, convertirse en presidente. Un caso que, más allá de preferencias políticas, resulta fascinante por sus elementos heroicos. Este viaje del héroe se encuentra, de una manera u otra, en el Ulises de La Odisea o en los pececillos de Buscando a Nemo, en la peripecia de Siddharta Gautama o en los protagonistas La La Land. Nadie se hace héroe quedándose en casa.
La peripecia de Chanel también podría ajustarse a este esquema. Chanel fue condenada a una especie de ostracismo después de ganar el Benidorm Fest rodeada de polémica. Comienza su travesía en el desierto, preparándose para el festival de Eurovisión, donde acomete su acto más heroico, dejando a España, y parte del extranjero, patidifuso. El círculo mítico se cierra cuando Chanel, en plenas fiestas de San Isidro, es invitada a actuar en uno de los centros neurálgicos de la capital del reino, ante unas masas enfervorecidas que no solo aprecian el buen puesto de Chanel, sino que han empatizado completamente con su historia: es la historia con la que llevamos empatizando desde que los ancianos de la tribu contaban cuentos alrededor de la hoguera. Es la historia que nos gustaría protagonizar. El refranero popular explica, lejos de academicismos, esta peculiar circunstancia del regreso del héroe: en España, para triunfar, hay que venir triunfado de fuera.
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