Adiós, chumineros; buenas tardes, Ana Rosa
Muchos acaban de sufrir una epifanía, ‘Sálvame’ ya no es epítome de la telebasura sino un servicio público. Este revisionismo tiene explicación: se han dado cuenta, tarde, de que la línea editorial de Ana Rosa es más peligrosa que los chumineros de Lydia Lozano
Cuando algún intelectual cae del guindo televisivo recuerdo al experto en Joyce de Caro Diario que tras treinta años despreciando la televisión acaba subyugado por un culebrón, lo que le lleva a renegar a gritos de Enzensberger y escribirle al Papa que las telenovelas son la única salvación para “el cerrado egoísmo de las familias”.
Es habitual desde determinadas atalayas de erudición manifestar desdén contra lo popular, de ahí la sorpresa que supone contemplar a un buen número de pensadores de izquierda, subespecie que suele exhibir mucho sentido de la justicia social, pero muy poco del humor, sufrir una epifanía, Sálvame ya no es epítome de la telebasura sino, y a tenor de la desesperación de sus lamentos, casi un servicio público, tan necesario para los mayores como el Sintrom. Este revisionismo express tiene explicación: se han dado cuenta, tarde, de que la línea editorial de Ana Rosa es mucho más peligrosa que los chumineros de Lydia Lozano.
Catorce años de programa han dado para mucho y no todo bueno. Ha sido el formato más original, divertido y desprejuiciado de los últimos tiempos; también ha rezumado clasismo, misoginia y mobbing disfrazado de espectáculo. Hace tiempo que al libérrimo Sálvame le asestaron un golpe mortal las ultraconservadoras series turcas. Para descabellarlo, Telecinco franquicia su contenedor matinal de bulos y desinformación interesada que ahora se extenderá por la parrilla como las tinieblas de Mordor.
Se equivocó Jorge Javier, Sálvame no es de rojos y maricones, es de Mediaset, una empresa que ya no quiere vender colchones viscolásticos, puede que ni siquiera tenga interés en recuperar el liderazgo de audiencia. Lo que quiere es ser Fox News, una hacedora de reyes, poner y quitar gobiernos, y eso requiere menos escrúpulos de los que, aunque a algunos les parezca imposible, tiene Sálvame.
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