Smiley
Seguro que, si aún viviera el cornudo, analítico y también romántico personaje creado por John Le Carré, le hubiera creado muchos problemas al depredador Putin
Nunca frecuenté los videoclubs. Porque soy obsesivo con algunas cosas que he amado. Compraba infinitas películas, repitiendo los títulos con cada nuevo formato. O sea, disponía de ellas en VHS, DVD y Blu-ray. Prolongaba esa obsesión con los libros y los discos. Ninguna máquina, ningún botón tecnológico podrá devolverme el placer de manosear las caratulas de los LP, reseñar frases en los libros, palpar, sin descanso los objetos en los que iba envuelto el paraíso.
Aseguran que Filmin es un gigantesco y selecto videoclub. Con lo de selecto tengo mis dudas. Están empeñados en que el cine de autor es lo máximo. Cuánto aburrimiento e incomprensión le debo a cierto cine de autor. A Ford, Hawks y Walsh les daría un ataque de risa si les adjudicaran continuamente ese prestigioso título. A Hitchcock le convenció Truffaut, de que todo en él era autoría. Y, por supuesto, que eran artistas grandiosos, pero se consideraban profesionales que sabían contar historias. Y cuánto coñazo pretencioso existe entre los que alardean de su condición de artistas.
En el videoclub de Filmin consagrado al presunto artisteo, también te puedes encontrar cosas muy gratas. Por ejemplo, el fascinante universo que creó el gran John Le Carré en sus novelas sobre el Circus, el servicio de espionaje y contraespionaje inglés durante la Guerra Fría. Seguro que, si aún viviera el cornudo, analítico y también romántico George Smiley, le hubiera creado muchos problemas al depredador Putin. Vuelvo a ver en Filmin las series y las películas protagonizadas por ese señor tan inteligente como desengañado. Ahí están la atractiva El topo, la desolada y amarga El espía que surgió del frío, las solo discretas Llamada para un muerto y El espejo de los espías. Las muy antiguas series Sastre, calderero, soldado, espía y La gente de Smiley. Las protagoniza un actor monumental llamado Alec Guinness. Otros intérpretes notables como James Mason y Gary Oldman igualmente se metieron en la ajada piel y el privilegiado cerebro de Smiley, pero Guinness ofrece lo máximo sobre este personaje con recursos que no se notan. Es el anti-exhibicionismo y la profundidad.
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