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Columna
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Arguiñano, los genitales y las redes del visillo

Si su carrera no le habilita para decir lo que le dé la gana, ¿quién diablos está a salvo?

Sergio del Molino
Argiñano, en el plató de su programa, en 2021.
Argiñano, en el plató de su programa, en 2021.

Anda estos días Arguiñano en boca de tuiteros, y no porque haya revelado el truco para que no se corte el pilpil, sino porque hace unos programas contó un chiste de pollas. Más que un chiste, un chascarrillo: aseguró que la polla se llama así por estar encima de los huevos. Algún tuitero lo vio, se tiró de los pelos y corrió al teléfono para compartir su pasmo con toda la galaxia. La voz se corrió de inmediato: ojo, a Arguiñano se le ha ido la pinza, escuchen qué cosas dice. Hasta cundió la especie de que Antena 3 lo había censurado (curiosa forma de censura, esa que permite ver a cualquier tuitero el contenido censurado).

Es tierno que las olas de soponcios beatones de las redes sociales alcancen a un cocinero septuagenario que lleva contando chistes verdes mientras corta cebolla en juliana desde 1989. Mucho antes de que naciera la mayoría de los tuiteros que acaban de descubrir que aquí se juega, Arguiñano cantaba El conejo de la Loles (chiquitito y juguetón, por cierto) y enseñaba los calabacines con analogías genitales, porque de lo que se come se cría. ¿Demasiado chusco para la sensibilidad de hoy? Pues no creo que más que el humor de Broncano, y desde luego, es mucho más comedido que David de Jorge. En 2024, la mayoría de las estrellas del entretenimiento van muy por delante del patriarca de los cocineros en el registro del caca, culo, pedo y pis. Si a alguien le sorprende que Arguiñano hable de pollas es que no sabe quién es Arguiñano. Lo cual es mucho no saber.

En los tiempos de Barrio Sésamo, Jim Henson y su equipo ensayaban haciendo el gamberro con las marionetas, poniendo a la rana Gustavo y a Piggy a decirse guarradas. Si a un realizador se le hubiera ido un dedo y se hubiera emitido una de esas sesiones, se entendería el escándalo. Sería como si un niño descubriese a sus padres haciéndolo en el salón. Una generación entera necesitaría terapia para superar la imagen de Gustavo botando sobre Piggy. Pero Arguiñano nunca ha usado el off the record. Siempre ha mirado a cámara. ¿En serio corre peligro de cancelación un señor que lleva casi 40 años saliendo a diario por la tele? Si la carrera de Arguiñano no le habilita para decir lo que le dé la gana, ¿quién diablos está a salvo de las redes del visillo?

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Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).
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