El detective Sam Spade se aleja de Humphrey Bogart para llevar una buena vida en Francia
Scott Frank, director de la exitosa ‘Gambito de dama’, retoma al icónico personaje de Dashiell Hammett en una nueva serie protagonizada por Clive Owen


Todo empezó con una pregunta. ¿Qué habría pasado si Sam Spade se hubiese hecho mayor? Sam Spade, recuerden, es el detective que Dashiell Hammett —el rey del subgénero de la ficción policíaca hard-boiled, con permiso de Raymond Chandler— creó para el clásico instantáneo El halcón maltés. Solo apareció en otros cuatro relatos y sentó las bases de aquello con lo que, como dijo Hammett, “soñaban todos los detectives privados reales” que él tan bien conocía, que no era tanto “Sherlock Holmes, el tipo deductivo e inteligente”, como “un tipo duro, irónico, con una tremenda confianza en sí mismo y capaz de salir ileso de cualquier situación”. Humphrey Bogart lo hizo eterno en la adaptación cinematográfica de John Huston y, a la vez, lo encerró en aquel lejano yo de los años treinta, rígido y, en cierto sentido, una cárcel de masculinidad.
Así que el reto era enorme. Pero el tipo que iba a hacerse cargo de él lo sabía, porque conocía a la perfección al personaje. Había crecido leyendo a Dashiell Hammett y Elmore Leonard. También viendo cine negro —”desde niño, el noir, cualquier tipo de thriller, en concreto el europeo, eran mis favoritos”, confiesa— y preguntándose qué habría pasado si Sam Spade se hubiese hecho mayor. Y no solo eso. Si hubiese cambiado de país, si se hubiese casado con una mujer a la que amase, si la hubiese perdido luego, si su vida se hubiese vuelto un remanso de paz y el misterio fuese una impertinente interrupción, aquello que debe resolverse para que la vida vuelva a ser esa cosa sin complicaciones que solía ser. “Lo primero fue pensar: ¿cuál es el último sitio al que Sam Spade se mudaría? Y enseguida apareció Francia, porque en Francia se bebe vino —no whisky— y los hombres no son el tipo de hombres que Sam está acostumbrado a tratar”. El que habla es Scott Frank (Fort Walton Beach, Florida, 64 años), el creador —junto a Tom Fontana— de la serie Monsieur Spade.

Monsieur Spade (Filmin) es un brillante y envolvente desvío en la vida de tan icónico personaje, una miniserie protagonizada por Clive Owen, que parece haber nacido para interpretar al personaje de Hammett. “Lo quería a él desde el principio, ni siquiera sé si habríamos continuado si no hubiese dicho que sí. Tiene el carisma de Spade, y su imperturbabilidad”, dice Frank. Está ambientada a principios de los años sesenta en la campiña francesa, con una estructura tan singular que, confiesa su creador, “es un personaje más”. Frank está en su casa, en Nueva York. Hay tres fotografías enmarcadas a su espalda. Una es de Lauren Bacall, de la época en la que rodaba con Bogart. ¿En qué sentido es la estructura un personaje? En el sentido de que el tiempo es múltiple. En un mismo episodio, el caso da comienzo, Spade conoce a Gabrielle (Chiara Mastroianni) y, a la vez, visita su tumba, sale con ella, descubre los cadáveres de seis monjas y se hace cargo de una niña y de una adolescente.
La niña y la adolescente son la misma persona. Teresa. La hija de un tipo oscuro del lugar. Y la razón de que Spade cruce el charco. Su madre le pagó para que la llevase con su padre, pero cuando llega, él no está y nadie quiere hacerse cargo de ella. Los saltos temporales en cada capítulo son tan perfectos que la sensación es la de estar dentro del misterio mientras este se desarrolla, y tener que atar cabos sin descanso. Aunque lo más fascinante es lo que han hecho con Sam Spade. “¿Qué íbamos a hacer con todo ese asunto macho que tenía el original? Desmasculinizarlo. Primero le quitamos el tabaco. En la visita a la consulta del doctor, cuando este le dice que o deja de fumar o va a vivir más bien poco, Spade empieza a ser otro. Había que apartarlo de ese rol. Se enamora de una mujer de su edad y no de una femme fatale joven, se casa con ella y su matrimonio es feliz, pero la ironía es que ella muere. Es rica, y Spade, el tipo al borde de la ruina siempre, acaba siendo rico también”, cuenta Frank.

Es rico y se baña desnudo en su piscina delante de otros hombres, se plancha sus camisas, come bien, es otro. “Le gusta la vida que lleva, y lo que le impulsa a resolver el misterio es volver a llevar esa vida. Ve como una interrupción el caso y el hecho de que, de repente, lo necesite todo el mundo. Lo único que quiere es que lo dejen en paz”, dice Scott Frank, que admite un paralelismo con el presente interrumpido en el que vivimos. “Cuando haces uso del pasado, el presente debe resonar en él”, asegura el director de Gambito de dama y responsable de una fascinante colección de cintas como guionista —entre las que destacan la primera que dirigió Jodie Foster, El pequeño Tate, y Un romance muy peligroso, de Steven Soderbergh— que si algo tienen en común es a un personaje fuera del sistema tratando de encajar en él. O aborreciendo tener que hacerlo. “Me encantan ese tipo de personajes. Peces fuera del agua. Es una manera estupenda de hablar de la identidad y de nuestro lugar en el mundo”, dice.
Hablando de peces fuera del agua, cuando se refiere al género, dice que es a la vez una bendición y una maldición acercarse a él. Porque la gente espera una serie de cosas y el creador quiere subvertirlas. “Suelo decir que la serie es un pez con plumas, un híbrido, porque lo que me interesa no es quién lo hizo, sino por qué. Me interesan los personajes. Me fascina el cine de Claude Chabrol y el noir clásico, la violencia íntima que implica. Aborrezco las persecuciones de coches y la cosa explosiva contemporánea. Hay algo tremendamente potente en dos personas en una habitación, con una pistola o con una ventana”, confiesa el director, que añade que fue fundamental para la elección de Francia, además de todo lo dicho, el hecho de que a principios de los sesenta estallara la guerra de Argelia. “Necesitábamos ese contexto. Es una guerra de la que no se habla, pero los que regresaron de ella lo hicieron a un lugar que ya no era el mismo”, dice, poco antes de mostrar un viejo ejemplar de Cosecha roja, primera novela de Hammett, y adelantar que va a ser su próximo proyecto.
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