Iago Macknik-Conde, el joven hispano-americano que ha ganado el certamen nacional de historia de Estados Unidos
Con 17 años, se presentó al concurso, en el que compiten más de 500.000 estudiantes cada año, con un trabajo sobre la contribución del español Bernardo de Gálvez a la independencia del país
Iago Macknik-Conde, hispano-estadounidense de 17 años, no es un chaval como los demás, aunque también lo sea. Además de cuidar —y pelearse, claro— a sus dos hermanos pequeños, jugar a videojuegos o estar con sus amigos, el joven, que vive en Brooklyn (Nueva York), acaba de ser galardonado en el concurso de nacional de historia de Estados Unidos (National History Day, en el que compiten más de 500.000 estudiantes cada año), por un proyecto titulado Bernardo de Gálvez: El héroe hispano que cambió el rumbo de la Revolución Americana.
El malagueño Gálvez (1746-1786), héroe de la batalla de Pensacola (Florida) contra las tropas inglesas, virrey de Nueva España y, a título póstumo, ciudadano de honor estadounidense —su retrato cuelga en el Capitolio de Washington por su contribución a la independencia del país—, fue el personaje elegido por el joven para el trabajo con el que ha obtenido el premio nacional de historia naval Capitán Ken Coskey y, por segundo año consecutivo, la medalla de oro del Estado de Nueva York en la categoría de interpretación individual, gracias a su dramatización de Gálvez. Iago conoció al personaje gracias al periodista y cineasta Guillermo Fesser, autor de un libro didáctico sobre Gálvez, “un héroe americano que hablaba español”, que se publicó en 2017.
Los intereses como investigador precoz de Iago —para preparar su trabajo llegó a consultar documentos de la época en el Archivo General de Indias de Sevilla— apuntan a la intersección de sus dos culturas: la española, por parte de madre, y la estadounidense. Su investigación sobre Bernardo de Gálvez no ha sido la primera en ese ámbito: el año pasado, cuando estaba en 10º grado, se presentó al certamen de Nueva York con un trabajo sobre la Brigada Lincoln, el cuerpo de voluntarios estadounidenses que combatió por la República en la Guerra Civil española. “Cuando estaba en 7º grado, ya hizo un trabajo sobre el Homenaje a Cataluña de Orwell, y el profesor no se creía que hubiera usado por sí mismo la palabra ‘anarcosindicalista’”, cuenta divertida su madre, Susana Martínez-Conde, quien recuerda el temprano interés por la historia de su hijo, “ya a los siete u ocho años, por cosas de la Segunda Guerra Mundial”.
En la misma línea temática, Iago Macknik-Conde ya tiene claro cuál podría ser su próximo proyecto: “Los tejanos, o norteños, que hace 200 años se independizaron de México, el país que tenía el poder sobre el territorio”, en la llamada Revolución de Texas. Siempre presente, la confluencia de su cultura hispana y su cultura estadounidense, tal vez por tradición familiar: “Su tatarabuelo materno luchó en la guerra de Cuba contra los americanos”, explica la madre de Iago. “Y me dice mi abuela paterna que algún antepasado de esa rama luchó del lado americano”, apunta el joven. La historia de España y la de Estados Unidos son para él “la imagen que se devuelve un espejo”.
La vocación histórica de Iago se acabó de fraguar durante la pandemia, con una presentación por Zoom. En 8º se enteró de la existencia del concurso nacional y dos años después, participaba en él por primera vez. “En su proyecto sobre la Brigada Lincoln, subrayó que fue la primera fuerza militar de Estados Unidos que combatió desagregada, es decir, sin diferenciar a los combatientes por la raza”, apunta Susana Martínez-Conde.
Pero Iago no vive entre legajos, documentos originales del siglo XVIII (”el español que utilizan me resulta un poco difícil”). Ni siquiera en los libros de historia que ha traído desde casa a la entrevista junto con la medalla del premio para que la sesión de fotos en la sede central de la Biblioteca de Brooklyn —en la que es voluntario— tenga el atrezzo adecuado. Su prometedor futuro empezará en octubre, cuando solicite el ingreso en la universidad. Entre la docena de opciones que baraja, hay un requisito importante: “Debe tener un buen Departamento de Historia, quiero estudiar humanidades —me vale historia, pero también ciencias políticas o relaciones internacionales— y alguna ingeniería”. En su precoz currículo académico, Iago ha adelantado ya una treintena de créditos, “que creo que me pueden convalidar por un curso [académico] universitario”. El primer crédito, recuerda su madre, lo logró cuando estaba en 7º grado, “y fue sobre historia antigua y medieval en el Mediterráneo”.
Capaz de disertar con conocimiento sobre la diferencia, nada fácil de establecer, ni demográfica, ni social o culturalmente hablando, entre ser hispano y ser latino en Estados Unidos —”yo me identifico como latino”, dice—, acaba de participar en California en un programa de liderazgo para jóvenes latinos, “para 400 jóvenes de todos los Estados del país, elegidos por tener notas un 5% superiores a la media”. Iago ha estudiado el último curso, el 11º grado, desde casa, tras haber cursado el anterior en un prestigioso instituto de Manhattan: “Haber sido homeschooler ha sido muy beneficioso, porque me ha permitido organizarme mejor y poder dedicar tiempo a mi proyecto sobre Bernardo de Gálvez. Porque no soy un empollón, no me gusta hincar los codos y de hecho me cuesta ponerme, pero cuando empiezo me dedico a fondo”, dice.
Haber estudiado este curso desde casa no lo ha aislado en absoluto, aseguran Iago y su madre. “Dábamos clases de historia en los museos y tengo amigos que también han sido homeschoolers, todos entre 16 y 18 años, como un compañero que quiere dedicarse al diseño de joyas”, dice el joven mientras muestra el perfil de Instagram con las creaciones de su amigo. “Otra amiga es atleta olímpica, del equipo estadounidense de breakdance”, la nueva disciplina que debutará en los Juegos de París.
Además de estudiar e investigar, actividades a las que no resulta ajeno el entorno en el que crece —sus padres son catedráticos de Neurociencia—, a Iago le gusta “el teatro, pasear por la ciudad, charlar con amigo y viajar… y los idiomas también”, dice saltando del español al inglés, y viceversa. “Quiero estudiar gallego”, por la Galicia natal de su madre, “y medio me defiendo en portugués, o al menos en una mezcla de portugués y español”. Aunque se encuentra más cómodo en inglés a la hora de expresarse, su dominio del español, en comparación con sus dos hermanos pequeños, le permite recurrir a él para “cuando tengo que contarle algún secreto a mi madre”, cuenta divertido como si fuera otro secreto. Entre 2º y 10º curso, participó en Alce, el programa extraescolar para niños españoles en el extranjero (Iago tiene la doble nacionalidad), “un programa maravilloso”.
Iago Macknik-Conde ha empezado ya sus vacaciones de verano, pero sin abandonar la historia: de viaje en España para ver a la familia, tenía previsto participar el 4 de julio, día de la independencia de Estados Unidos, en la fiesta de interés singular de Macharaviaya (Málaga), la localidad natal de Bernardo de Gálvez, que conmemora también la efeméride con representaciones y desfiles histórico-militares inspirados en el héroe de Pensacola. Allí estará también, vestido de época, Iago Macknik-Conde, para celebrar el fructífero encuentro de sus dos mundos, de sus dos culturas.
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