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La tormenta perfecta sobre Florida: los huracanes y los bulos causan destrucción y rechazo al Gobierno

La Agencia Federal de Manejo de Emergencias, FEMA, se ha convertido en el objetivo de la desinformación de los republicanos, afectando la labor de los servicios de recuperación y exacerbando la polarización

Vista aérea de la inundación después del paso del huracán Milton en South Daytona, Florida, EE.UU., el 11 de octubre de 2024.
Vista aérea de la inundación después del paso del huracán Milton en South Daytona, Florida, EE.UU., el 11 de octubre de 2024.Ricardo Arduengo (Reuters)
Nicholas Dale Leal

Cuando hay que advertir de que, por favor, no se politicen las catástrofes naturales, es demasiado tarde. Los bulos y conspiraciones de Donald Trump y los republicanos —la mayoría de los cuales logran insertar la inmigración como causa de todos los males— se pronuncian estos días como verdades en las zonas doblemente afectadas por el combo de huracanes Helene y Milton que azotaron la costa oeste de Florida en las pasadas dos semanas. Aunque este domingo el presidente Joe Biden hará acto de presencia para ver con sus propios ojos la destrucción en la zona por la que pasó el ojo del huracán y mostrar su solidaridad hacia sus compatriotas, la popularidad de su administración es especialmente baja por esta zona decididamente republicana y es improbable que la visita pueda cambiar eso.

En una mañana quieta después del paso de Milton, a escasos metros de Cayo Siesta, donde el huracán de categoría 3 tocó tierra con vientos violentos en la noche del miércoles pasado, una conversación casual sobre la vulnerabilidad de la vida cotidiana que se da por sentada se torna política en un abrir y cerrar de ojos. Ocurre en la fila para desayunar en una cadena de restaurantes especializados en pancakes y que es toda una institución norteamericana.

“Hemos venido desde un poco lejos porque me dijeron que este es uno de los pocos sitios abiertos”, le dice un hombre desconocido de mediana edad a otro, muy cordialmente. “Sí, estos suelen abrir siempre, pase lo que pase”, contesta el otro, con su atuendo de floridano compuesto por gafas de sol polarizadas posadas sobre la cabeza, pantalones cortos deportivos y chanclas de caucho. “Otra cosa son las gasolineras. No he encontrado ninguna abierta. Es aterrador cuan dependientes somos de la gasolina. Todo se paraliza”, y agrega, aparentemente de la nada: “No sé para qué existe FEMA [Agencia Federal de Manejo de Emergencias, por sus siglas en inglés]. Deberíamos abolirla”.

Como si FEMA pudiera reabastecer las gasolineras, una responsabilidad que recae, como mucho, en el gobierno estatal. Este debe facilitar, a través de un servicio de electricidad estable, que el puerto de Tampa funcione y pueda recibir millones de galones de gasolina para que se llenen tanques, que a su vez se trasladarán a los puntos de venta que se han quedado sin combustible. Este sábado ha vuelto la luz en el puerto y las autoridades dicen que para el lunes o el martes las gasolineras de Florida estarán otra vez a máxima capacidad.

Pero los dos hombres ignoran este dato. Y tampoco parece importarles demasiado porque la mención negativa de FEMA le cambia la cara al interlocutor, para bien, pues sabe que está hablando con alguien que opina igual que él. “Totalmente. Encima con los 20.000 millones de dólares, o no sé cuánto que le acaban de entregar a Venezuela”, contesta. La conversación continúa con unos intercambios más en los que las frases como “es una absoluta vergüenza”, “ella es lo mismo que él” [en referencia al presidente Biden y la vicepresidenta y candidata presidencial Kamala Harris], o “están entregando el país”, generan incuestionable consenso.

Ante la aclaración de que no hay ningún fundamento de que FEMA o cualquier instancia del gobierno estadounidense haya dado dinero a las autoridades venezolanas, ambas caras vuelven a cambiar. Se tornan frías y recelosas. Los intentos de restablecer la conversación en buenos términos son infructuosos y los hombres declinan identificarse para este periódico.

La secuencia ilustra el principal miedo de que la gente pierda la confianza en las instituciones que están ahí para ayudar en los momentos más difíciles. Fue lo que expresó la administradora de FEMA, Deanne Criswell, el pasado martes, en la vigilia previa a la llegada de Milton, cuando se pronunció para alertar de los riesgos de los bulos. “Si crea tanto miedo que mi personal no quiere salir al campo, entonces no vamos a estar en una posición en la que podamos ayudar a la gente... Me preocupa que no soliciten ayuda”, agregó.

Este viernes, el presidente Biden aprobó la declaración de Desastre Mayor para Florida, la cual habilita la asistencia federal para la recuperación de las zonas afectadas por Milton y Helene. A partir de los 20.000 millones de dólares —probablemente de aquí sacó la cifra el comensal— que FEMA tiene de presupuesto para el año fiscal que comenzó este mes, la asistencia puede incluir subvenciones para alojamiento temporal y reparación de viviendas, préstamos de bajo coste para cubrir pérdidas de bienes no asegurados y otros programas para ayudar a particulares y propietarios de empresas. Además, durante un periodo de 90 días desde el comienzo de la emergencia, el apoyo para la retirada de escombros y las medidas de protección, incluida la ayuda federal directa, también está autorizada.

Pero, bien sea por una sencilla falta de información o por la desinformación y los bulos, la gente, en general, no lo sabe. Sue Paddock, mujer retirada de St. Petersburg, asegura que no sabe a quién debe llamar para que se lleven los escombros que están amontonados enfrente de su casa desde el paso de Helene. En los barrios más pobres de la misma ciudad, los residentes no saben exactamente a quién deben llamar para recibir ayuda para sus insumos básicos. Y en Sarasota, más al sur y cerca de donde los vientos de Milton fueron más potentes, los dueños de varios negocios que sufrieron daños dicen que ni van a tratar de contactar con FEMA: “no nos van a ayudar, entonces, ¿para qué?”. A la larga, lo más probable es que la realidad se imponga y que la gente termine acudiendo a donde debe para solicitar ayuda. Criswell ya dijo que los sheriffs y las autoridades locales están ayudando a revertir la narrativa.

Biden se paseará este domingo por las calles destrozadas de la zona, hablará de la resiliencia de los floridanos y de cómo saldrán adelante a punta de solidaridad y esfuerzo. También continuará, como lo ha hecho enérgicamente toda esta semana, rebatiendo bulos. Y a pesar de que acusa a los republicanos de politizar la catástrofe, de cierta manera, mucho más sutil y colateral, él también lo hace con su presencia.

Tampoco es el primero. Desde que la manera en que FEMA y en particular George W. Bush reaccionó ante la devastación de Katrina en 2005 —cuando voló por encima de Nueva Orleans mientras viajaba de Texas a Washington, pero no paró, y no fue hasta varios días después a la ciudad que había sufrido la catástrofe natural más mortal en la historia del país— le atestó un golpe político severo, los políticos y presidentes de Estados Unidos han aprendido la lección. Barack Obama, por ejemplo, se anotó importantes puntos en 2012 cuando fue a Nueva York después de la tormenta Sandy a solo una semana de resultar reelegido: el 15% de los votantes citaron su respuesta al huracán como el factor decisivo para su elección.

El expresidente George W. Bush acompañado por Gil Jamieson de FEMA recorren el Lower Ninth Ward en Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina, en marzo de 2006.
El expresidente George W. Bush acompañado por Gil Jamieson de FEMA recorren el Lower Ninth Ward en Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina, en marzo de 2006.Charles Dharapak (ASSOCIATED PRESS)

Este año, sin embargo, con unas elecciones apretadas como pocas en la historia a menos de un mes, el daño o beneficio político es menos claro. Aunque los republicanos han usado la catástrofe inédita del golpe de dos huracanes en dos semanas para airear algunas de sus conspiraciones más estrambóticas —como que los demócratas pueden controlar el clima o que le niegan asistencia a las zonas rurales de Carolina del Norte para torpedear el voto marcadamente republicano de aquellos parajes— el resultado no ha sido convencer a indecisos o demócratas a votar por Trump; estos votantes saben perfectamente que todos esos bulos son mentira. En cambio, sí han impactado negativamente en la labor inmediata de los servicios de emergencia y políticamente solo calan en las bases del movimiento en apoyo al expresidente, que se energizan en las conspiraciones que cada vez surgen más seguido y más potentes.

Pero las encuestas, al igual que desde hace meses, no se mueven. En Florida siguen a favor del republicano a casi ocho puntos de Harris. En todo el país, el empate es claro. Aparentemente inmunes a los factores externos, las divisiones en el país están marcadas y las elecciones están encaminadas a ser lo más parecido posible a tirar una moneda al aire.

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Sobre la firma

Nicholas Dale Leal
Periodista colombo-británico en EL PAÍS América desde 2022. Máster de periodismo por la Escuela UAM-EL PAÍS, donde cubrió la información de Madrid y Deportes. Tras pasar por la Redacción de Colombia y formar parte del equipo que produce la versión en inglés, es editor y redactor fundador de EL PAÍS US, la edición del diario para Estados Unidos.
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