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Valeria Luiselli: “El 50% de este país no está psicológicamente preparado para el regreso de Trump”

La escritora mexicana, ganadora del American Book Award, vive en Nueva York desde hace 16 años

Valeria Luiselli
Valeria Luiselli asiste al Festival Internacional de Roma en el Parque Arqueológico del Coliseo, en julio de 2023 en Italia.Maria Moratti
Ana Vidal Egea

Valeria Luiselli (Ciudad de México, 1983), vive un gran momento como escritora, con una proyección imparable. Desde que ganara el American Book Award por Los niños perdidos en 2018, el reconocimiento de público y crítica no ha cesado. Ha sido finalista del Premio Internacional Neustadt, el Booker, el Kirkus y el National Book Critics Circle Award, por mencionar algunos. A su apretada agenda literaria se suma que está terminando de reformar su casa en el Bronx (Nueva York), que cuida de sus dos hijas de tres y quince años, y que continúa comprometida con la enseñanza académica, algo que disfruta. “Me siento muy afortunada de estar rodeada de gente joven pensante, luchona, discutona, con quien tengo un diálogo muy vital y revitalizante”, confiesa.

La entrevista transcurre durante un trayecto de Uber, mientras se dirige a la gala de la organización Words Without Borders. Y, pese a que la conversación implica bajarse del vehículo, caminar y llegar al edificio donde la están esperando, se muestra en todo momento serena y amable. Responde a todas y cada una de las preguntas de forma relajada y el tono dulce de su voz y su manera de buscar la belleza en cada respuesta contribuyen a que hablar con ella tenga algo parecido a un efecto hipnotizador.

Pregunta. Con Papeles falsos fue finalista del Premio Internacional Neustadt 2024, que para muchos es la antesala al Nobel.

Respuesta. Para mí lo importante con cualquier honor o reconocimiento de la tribu literaria es sentir que mi trabajo va dejando una huella en quien lo lee, que se sigue leyendo a pesar de los años y que los libros viajan en muchos idiomas. Mis libros se han traducido a 30 idiomas y la idea de que otras mentes se pongan en contacto con mi trabajo a través de alfabetos distintos me emociona mucho. Para mí lo esencial es que los reconocimientos impliquen una colaboración creativa con otros.

P. Como el manuscrito que entregó en mayo para que formara parte de la Biblioteca del Futuro, el proyecto de la artista Katie Paterson. Es la primera escritora latinoamericana en participar.

R. Fue una de las mejores experiencias que he tenido con el trabajo escrito. Al inicio fue muy difícil. Quise escribir primero a mano pensando que iba a ser una manera más natural de ir escribiendo a lo largo de un periodo acotado, porque solo tenía de octubre a noviembre para terminar el libro. Pero pronto me vi enredada en una sensación de mucha responsabilidad para con quien iba a leer eso en el futuro; no quería ser demasiado trivial ni mundana. No es que aspirara a grandes verdades -las verdades profundas a las que aspiro las muestro a través de lo cotidiano-, pero pensé que escribiendo a mano no estaba logrando comunicar nada sustancial y cambié de curso.

P. No podremos leer el libro porque permanecerá inédito hasta el 2114, ¿hay algo que pueda adelantarnos?

R. Escribí un poco en español y un poco en inglés. Y, como todo en mi trabajo, hay un componente muy documental.

P. Forma parte de una generación de escritoras latinoamericanas que está dominando el panorama literario

R. Es un movimiento que se viene gestando desde hace muchos años. Existíamos, pero había mucho menos espacio para nosotras. Las voces de las mujeres estaban siempre amenazadas. Escuché muchas veces en mi vida esa frase tan absurda de que se trata de calidad y no de cantidad. Una frase que enmascaraba una realidad que privilegiaba la escritura de los hombres y por ende eran muy pocas las mujeres que se escuchaban. Lo conseguimos a base de chingarazos y de talento.

P. Y con su obra está contribuyendo a cambiar la identidad latina en Estados Unidos.

R. No es una aspiración que tenga presente mientras estoy lidiando con el problema de la frase, no me siento portavoz de ninguna entidad colectiva. Escribo con la tarea de encontrar momentos de belleza y articular la complejidad. Busco la manera de hacer preguntas importantes y de exponer la injusticia y la estupidez, y todo eso en conjunto puede ir empujando hacia otra dirección la visión que se tiene de la comunidad. Cuando un libro viaja y es leído va modificando la relación que los actores tienen con una comunidad o con otra. Me siento un canal, una documentadora.

P. ¿Diría que su literatura ha girado hacia una escritura más comprometida?

R. Los niños perdidos es definitivamente un testimonio de un momento muy negro en la historia de la inmigración en Estados Unidos y es un libro escrito con una intención completamente política, pero no tanto en mi ficción. En la ficción no me siento con el deber de mover ninguna agenda política, sino de escribir bien, pensar mucho y sentir hondo.

P. Hábleme de Echoes from the borderlands, el proyecto que coordina junto a Ricardo Giraldo y Leo Heiblum.

R. Es un proyecto hermoso que empezamos en 2019 con la idea de pasar un par de años grabando la frontera. Pero fue creciendo, y vamos para otros cinco. Ya tenemos mucho material y vamos a inaugurar una instalación sonora que dura 24 horas. Es el audio de un road trip desde Tijuana, San Diego, y que sigue el recorrido por la frontera del lago gringo, hasta el Golfo de México en Texas. Las grabaciones incluyen sonidos de la tierra como tormentas de lluvia, polvo, cascadas, ríos, piedras cayendo, vientos fortísimos, así como animales y antropomórfica, como los transformadores en los centros de detención o aviones de guerra, todo lo que identifica la presencia humana.

P. En la Feria Internacional del Libro de Nueva York comentaba que aprovecha para ridiculizar a aquellos americanos que no hablan español.

R. Es una cuestión política. Recuerdo que al día siguiente de que Trump ganara las elecciones, en el 2016, tenía que dar clase de español en Hofstra University. La mayoría de mis estudiantes estaban preocupados, descompuestos, y les dije que estudiar español se acababa de convertir en una decisión política. Aquello los iluminó.

P. Hablando de política, ¿ha votado ya?

R. Estoy en plena mudanza, pero voy a intentar escaparme mañana.

P. ¿Qué significaría para usted que gane otra vez Trump?

R. Lo vería como algo absolutamente catastrófico. El 50% de este país no estamos psicológicamente preparados para el regreso de esta persona tan peligrosa. Aunque no me plantearía irme del país: aquí está mi vida, mis hijas, mi pareja, mi trabajo, mi casa y salir corriendo mientras no sea absolutamente necesario no me parece una respuesta.

P. ¿Y qué mensaje le daría a todos los demócratas que se han visto traicionados con las decisiones de Biden y Kamala Harris respecto al envío de armas a Israel durante la guerra en Gaza?

R. Estados Unidos es un país fundamentalmente intervencionista, que se mueve con base en la economía de guerra, entonces hay mucha hipocresía también del lado demócrata. Los dos bandos han tirado bombas, han construido el muro, han intervenido. No se salva ninguno.

P. Uno de los temas más controvertidos en las elecciones es el trato a las mujeres y nuestros derechos. Es madre de dos niñas, ¿teme por su futuro?

R. A la chiquita de tres años no la tengo que educar nada porque es una fiera, fortísima, increíblemente noble, pero sabe lo que quiere y lo que no quiere. Igual que la mayor, que ya debate, se está forjando su propia ideología y no la veo haciéndose chiquita, sino al contrario. Las nuevas generaciones tienen más claro lo que está bien y lo que no y cómo empujar los límites. Yo siento que me desperté tarde ante esas cosas, creyendo que no la teníamos tan difícil.

P. Hay quien opina que la maternidad es un obstáculo para la creatividad, para la escritura, ¿cuál ha sido su experiencia?

R. Yo me hice madre al mismo tiempo que escritora: a los 25 años, y por suerte tengo dos niñas completamente mágicas y llenas de gozo por la vida. Mi vida se volvió mucho más rica e interesante desde la maternidad y sospecho que por ende mi escritura también. He vivido toda mi vida adulta junto a mi hija mayor y para mí es una interlocutora indispensable. Es más, es con la única persona en el mundo con la que me siento a discutir cosas relacionadas con la novela. Ella ha sido parte de todo, desde Los ingrávidos. Además, me interesa mucho explorar la imaginación infantil. En la novela que estoy escribiendo en la actualidad, indago sobre la imaginación de los hijos y como modifica y permea el curso de nuestras vidas.

P. ¿Qué opina del impacto de la IA en la creación literaria?

R. Soy un viejito cascarrabias y conservador en este sentido. Jamás he usado un Chat GTP y así seguirá siendo. No tengo ni curiosidad: me da espanto y horror. Me da pavor la erosión de nuestra conciencia de lo que es o no real. La única luz que veo en este tema que fundamentalmente veo muy oscuro y amenazante es que el valor de las máquinas está basado en el resultado que producen. La labor creativa, sin embargo, se trata mucho del proceso, de lo que le sucede al alma humana cuando atraviesa un proceso y en ese sentido nosotros podemos experimentar gozo.

P. ¿Cómo ha impactado Nueva York en su identidad?

R. Nueva York es mi ciudad. Es la ciudad en la que llevo viviendo 16 años y sin embargo me siento muy profundamente amarrada o con lazos perennes en otros lugares. México es mi país, siempre que voy siento que regreso a casa. Y algo similar me sucede con España (donde tuve mi primer trabajo y donde escribí mi primer libro) y con Italia, adonde voy todos los veranos. No quiero que me entierren en Nueva York. Quiero que me entierren en algún cementerio marino de México o Italia.

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Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).
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