La desigualdad ahoga el desarrollo del empresariado latino, que sostiene 3,5 millones de empleos

Escollos financieros y menores posibilidades limitan el desarrollo de numerosos proyectos de emprendedores hispanos, con un impacto negativo en la economía del país

Trabajadores dentro de un restaurante en Nueva York, el lunes 22 de abril de 2024.Angus Mordant (Bloomberg)

No están en las avenidas más caras ni en las torres más altas, pero son cruciales para la economía y el empleo estadounidense. Más allá de las multinacionales, las empresas del S&P 500 y las grandes cadenas hay una importante red de pequeñas y medianas empresas y start ups que mantienen girando las ruedas de la economía. En el origen de muchas de ellas hay latinos, que actualmente están creando empresas a un ritmo superior a otras comunidad...

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No están en las avenidas más caras ni en las torres más altas, pero son cruciales para la economía y el empleo estadounidense. Más allá de las multinacionales, las empresas del S&P 500 y las grandes cadenas hay una importante red de pequeñas y medianas empresas y start ups que mantienen girando las ruedas de la economía. En el origen de muchas de ellas hay latinos, que actualmente están creando empresas a un ritmo superior a otras comunidades, aunque la desigualdad sigue latente. Los latinos suponen ya el 20% de la población, pero solo son dueños del 6,9% de los negocios. Según cifras de la Iniciativa Latina Empresarial (LEI, en sus siglas en inglés) de la Universidad de Stanford, hay 4,7 millones de empresas latinas de distintos tamaños en Estados Unidos, que contribuyen a la economía en 800.000 millones de dólares anuales. De ellos, 463.000 negocios con capacidad de generar empleo dan trabajo a 3,5 millones de personas. Es un número importante, pero teniendo en cuenta que hay unos 160 millones de trabajadores en todo el país, la historia del empresariado latino en Estados Unidos apenas está comenzando.

La contribución económica de estos negocios podría -y debería- ser mayor, si no fuera por el acceso limitado a la financiación, la vulnerabilidad de su liquidez y el menor acceso a oportunidades de contratación de sus servicios. Una desigualdad que ha vivido en carne propia Mari Borrero, primera ejecutiva de American Abatement & Demo (AAD), la empresa de demoliciones que fundó en 2017 con su esposo. La compañía, con sede en el Estado de Washington, emplea a personas que han pasado por la cárcel y tiene ventas por tres millones de dólares y 14 empleados. No ha sido fácil. Antes de ser empresaria, Borrero administró un hospicio y fue maestra, por lo que tuvo que aprender a navegar en un sistema desconocido y construir relaciones con bancos y uniones de crédito: “Es un rompecabezas gigante que uno tiene que entender al tiempo que gestiona un negocio”, explica mientras sujeta su casco de obra rosa.

Se siente, dice, como en la rueda de un hámster, dando vueltas para buscar financiación. “Primero te dicen que tu puntuación de crédito no es lo suficientemente alta. Luego, cuando ya la tienes y solicitas un crédito, te dicen que no llevas suficientes años en el negocio. La meta siempre se va alejando más y más”. Hace unos meses, su empresa fue reconocida cliente estrella del Small Business Development Center de Washington. Barrero cuenta una escena que se le ha quedado grabada: “En la celebración había muchos bancos que nos han negado financiación. Nos dijeron que sentían no poder ayudarnos mientras nos felicitaban por el reconocimiento. Pero, ¿cómo me ayuda eso?”.

A pesar de los retos, estas empresas ponen de relieve el papel vital de los latinos en la configuración de un panorama empresarial estadounidense más inclusivo. Barbara Gómez Aguinaga, directora asociada de LEI, explica que el 52% de los creadores de empleo dentro del empresariado latino son inmigrantes; en el caso de los negocios blancos solo el 7% viene de otros países. Esta evidencia se suma a una serie de estudios, incluido uno de la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO), que muestra la contribución positiva de la inmigración al conjunto de la economía de EEUU.

Es frecuente oír que para abrir un negocio se necesita un empuje muy similar al que se tiene cuando se decide cruzar una frontera y empezar de cero en un lugar desconocido. En el terreno empresarial los escollos se multiplican y muchos emprendimientos se quedan por el camino a pesar de la evidencia que demuestra que ganar en igualdad beneficiaría al conjunto del país. Alcanzar la paridad “no solo es crucial para empoderar a las empresas latinas, sino también para reforzar la economía y la mano de obra del país”, dice el informe de Stanford.

Potencial empleador

Elián Savodivker, director de Interacción para el Latino Business Action Network (LBAN), explica que si no fuera por estas dificultades las oportunidades de crecimiento serían mayores: “Sin estos problemas las empresas podrían alcanzar su potencial, una oportunidad de tres billones de dólares”. Su experiencia apunta a que esta comunidad empresarial está contratado a un mayor ritmo y con mejores beneficios. “Algo que hemos visto es que los latinos suelen venir de situaciones difíciles y hay un sentimiento de familia que es realmente fuerte y muy similar al que crean con los empleados”.

Lo que han observado desde Stanford es que cuando se solicita un crédito por una cantidad menor a 50.000 dólares, los empresarios latinos tienen una tasa de aprobación más elevada que el resto, pero cuando se trata de una mayor cantidad, la situación se revierte. La razón se debe a que en los créditos bajos la decisión llega de un proceso sistematizado, pero cuando se habla de más dinero interviene el factor humano. Es cuando hay que tener la conversación en el banco y ahí las posibilidades de éxito se reducen.

No es un problema menor. El acceso al financiamiento es importante para sobrevivir a momentos extraordinarios como lo fue la pandemia, pero también para impulsar el crecimiento, para el funcionamiento de la tesorería, la expansión de las empresas y la creación de más empleo. También para sacar partido de oportunidades como la que se le presentaron a AAD, la empresa de Borrero, en 2023.

En mayo de ese año, el centro de visitas del Parque Nacional Olympic en Washington se quemó mientras estaba en obras de renovación. Para abrirlo en la temporada de esquí tenían que demolerlo. El presupuesto era de 815.000 dólares y el plazo de 30 días. El Servicio de Parques Nacionales contactó con Borrero y ella aceptó. ¿El problema? Tener la liquidez para poder hacerse con el contrato, teniendo en cuenta que el pago se tardaría meses.

El dinero no llegó de las instituciones financieras y Borrero no tuvo más remedio que acudir a sus padres. En este punto, la empresaria se emociona y lucha contra un nudo en la garganta. Dice que sabe que sus padres están orgullosos de ella y su familia, pero que ellos tienen sus propias necesidades. “Sabía que me ayudarían pero no debería ser así. No debería llegarse a esto porque hay mucho dinero ahí fuera, gente ganando mucho dinero. Es muy frustrante que sea tan duro para los pequeños negocios, que nos sigan complicando las condiciones una y otra vez”.

El director del LBAN considera que las instituciones financieras todavía deben aprender que invertir en empresarios latinos está lejos de ser una oportunidad arriesgada. “Los latinos saben que no es el negocio, que es el sesgo, y eso es lo que tiene que cambiar porque cuando se ven los números no se puede defender ese sesgo”, dice.

En el lado positivo de la balanza hay algunas tendencias que pueden ayudar con el actual desequilibrio. La mayor presencia de latinos en más instituciones financieras, que conocen las dificultades personalmente, contribuirán a la larga a ampliar las posibilidades. Savodivker añade que los emprendedores latinos hacen hoy mucho con poco. Al final, todo es cuestión de números: “El cambio llegará porque hay mucho dinero que no se usa porque no se dan soluciones financieras a esta comunidad”.

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