Medellificación, un cañón de verdades en forma de rap
Nacidos en el barrio Aranjuez, Alcolirykoz se ha convertido en la voz que mejor rapea y cuenta la vida cotidiana de su ciudad. Conversaron con EL PAÍS sobre sus orígenes y la historia de la canción que pinta con agudeza la realidad de la Medellín actual
Los llaman cronistas del barrio y de la ciudad, como en otra época lo fueron los salseros. “El rap es la vida y es tan grande que es difícil de encasillar. Es crónica pero también es otra cosa”, dicen los Alcolirykoz. Gambeta, Kaztro y Fazeta son tres muchachos del barrio Aranjuez, un tradicional reducto de la clase trabajadora, que crecieron haciendo rap y se convirtieron en la banda del género más conocida hoy en Colombia. Es diciembre, Medellín parece una sauna a cielo abierto y Medellificación, su última canción, suena por los caminos imparables de los barrios.
“Las canciones son conversaciones”, dice Gambeta (Juan Fonnegra) desde su casa en Aranjuez mientras se cuela el olor de unas tajadas de maduro fritas. “Uno va poniendo escenas como si fuera una película y van saliendo cosas como esa (se refiere a la estrofa: Esa doña acaba de salir de misa y celebra la paliza que le están dando a un chamo / Ella grita que lo maten porque si se trata de malandros ella los prefiere colombianos). Pero no es como un juicio porque no somos moralmente superiores. Son situaciones y contamos”, agrega.
Medellificación es un collage del momento de la ciudad y también un cañón en forma de rap que dispara las últimas verdades que algunas personas no quieren escuchar. Como se oye al inicio de la canción, es el sonido de la gentrificación. Pero no solo eso. Kaztro (Carlos Fonnegra), primo de Gambeta, lo explica: “la gentrificación fue el punto de partida, no lo único que pasó en Medellín”. Gambeta coincide. “No es un discurso anti turistas ni nada de eso. Surgió por varias cosas: una es que empezamos a ver muchos parceros irse del barrio porque no podían pagar ni siquiera arriendo acá que no es el barrio más costoso, que es popular”, agrega.
La otra razón es el uso del discurso del último alcalde de Medellín, Daniel Quintero, de construir una ciudad hacia afuera, de atraer turistas y llenar los hoteles y la ciudad con conciertos. “¿Y la gente de aquí qué? Muchos no tienen ni con qué pagar la vida en sus barrios. ¿Qué pasa cuándo dejemos de ser atractivos y nos quedemos mirándonos las caras entre nosotros?, nos preguntamos y decimos: haga que la gente de acá sea digna y listo. No se descuida a la gente por atender a la visita”, señala Gambeta.
La canción habla también de xenofobia, de turismo sexual, de inflación -hace un guiño al famosísimo artista Antonio Caro-, de cancelación y de viralidad. Y se va de frente, además, contra los políticos que han querido usarlos a ellos, a su éxito y su música sin permiso; y a la doble moral de la ciudad. “El 1% dice que la pobreza es mental / Que los sueños sí se cumplen, que todos somos iguales / Nacieron ricos y huyen a zonas rurales / A estar lejos de nosotros y ser superespirituales”, cantan en una estrofa que podría resonar en todo el país.
En Aranjuez, el disco de 2021, Kaztro canta que su música no serviría de nada si no ofende. Medellificación puede incomodar a algunos, pero sobre todo invita a una reflexión como ciudadanos mientras se sacude el cuerpo por el pegajoso beat. “Nosotros que tenemos la oportunidad de hacer canciones y que se rieguen, podemos darle a mucha gente al menos esa información de muchas cosas que pasan”, asegura Kaztro.
La literatura llegó a la esquina
La literatura agarró a Alcolirykoz por sorpresa en la esquina del barrio. Fue una tarde cuando un amigo llegó con un libro prestado en la biblioteca de Aranjuez. Era Prosas para leer en la silla eléctrica. El nadaísta Gonzalo Arango se les presentaba y flechaba a este grupo de muchachos que hasta ese momento odiaban una literatura que encontraban pesada y distante. Con ese título tan sugerente, se devoraron el libro y comenzaron a pasarlo de mano en mano. “Gonzalo Arango era un rapero”, dicen ahora.
El sonido del grupo es rap puro, pero se escuchan claras raíces de la salsa, del tango que marcó a algunos barrios de Medellín y jugueteos con la música de plancha que escuchaban las mamás en los 80. Aguanilé, Changó, Ángel Canales y muchos otros códigos de la salsa y el bolero, cuya vena es de Kaztro, así como las frases futboleras, hacen del rap de Alcolirykoz un cuadro de la vida de barrio. Pero, como dicen en otra de sus canciones, ellos todo lo convierten en rap.
Mientras la literatura llegó por azar esquinero, el rap siempre caló en sus cuerpos. Kaztro venía del freestyle; Fazeta, del mundo de los DJ; y Gambeta, del rap. Se conocían del colegio y del barrio y a los tres los unía el grafiti, pero eran tímidos. Desde distintas vertientes, los unía algo que aún los mantiene juntos: el amor por coleccionar y estudiar la música. “Coleccionar rap fue como tener una mini comunidad: cuando nos enterábamos que al hijo del revueltero (vendedor de verduras) le gustaba el rap y te saludaba, era como sentirse parte de algo importante”, agrega Fazeta (Gustavo Pérez).
Lo que más les gustaba de esa música que creció en los barrios de Nueva York es que siempre importunaba. “El rap siempre ha sido una música que se sale de las márgenes y que hasta a nosotros nos incomodaba. Eso era una chimba”, dicen. Aunque hoy son reconocidos y queridos -para los vecinos de Aranjuez son un orgullo- el camino ha sido cuesta arriba. “Aún hoy, cuando alguien habla de nosotros de forma halagadora, salen comentarios que reflejan la ciudad: ¿Y esos gamines quiénes son?; ‘si los veo en la calle me paso de acera’; ‘ve, ¿por qué son famosos? ¿los famosos no deberían verse distinto?”, asegura Gambeta, que también es productor.
En tiempos de lo políticamente correcto, el rap de Alcolirykoz se hace grande. Han criticado la pornomiseria y el turismo narco en Síntomas de Popeye, o los vicios de la industria musical en No está en venta. Pero también hablan de historias más personales y felices, o momentos de cambio de la vida como N.A.D.A, sobre conocer y disfrutar el mar. “¿Quién dijo que si no hablamos de la pobreza y lo que pasa en los barrios entonces no es rap?”, dice Kaztro.
Los tres reconocen el origen del rap en el compromiso social, pero defienden que no es lo único. “El rap surgió para que los pelados no se mataran en el Bronx y se trasladó a lugares como este (Aranjuez) donde se seguían matando también a los pelaos. Ahí es que Kaztro, Fazeta y yo decidimos: ‘no nos volvamos bandidos, guevón, mejor hagamos rap”.
La frase suena sencilla, pero en el Medellín de los 80 y 90 en Aranjuez -donde el narcotraficante Pablo Escobar tuvo su principal banda armada, Los Priscos-, crecer eligiendo la música es una decisión valiente. Otra opción era el fútbol, y los tres son futboleros (Al único partido al que pertenecemos es al fútbol callejero). “Ser futbolista ha sido la manera de salir adelante en estos barrios. Nosotros no pudimos por ahí, pero el rap nos dio seguridad e identidad”, dice Kaztro.
Al final no extrañaron ser futbolistas. Son los raperos del barrio Aranjuez y los de Medellín, los que reciben con emoción en Bogotá, los que ya fueron a “la USA”, que era un sueño para ellos. “Sentir que una pasión de unos pelaos en una esquina cambia cosas es nuestro verdadero premio. Ser un rapero paisa, que rapea como alguien de acá y seguir haciéndolo a nuestra manera, eso es muy poderoso”, remata Gambeta, también conocido como El Arkeólogo.
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