Laura Sarabia gana una guerra interna en el Gobierno y se queda sola como la gran consejera de Petro
La asesora se impone a Carlos Ramón González en una batalla por el favor del presidente
La tensión en los pasillos de Palacio en los últimos meses era insoportable. Laura Sarabia y Carlos Ramón González, director del Dapre, el organismo que gestiona los presupuestos y el día a día de la Presidencia de Colombia, han librado una batalla sorda por el favor de Gustavo Petro. En público, mantenían una relación cordial, pero el equipo de González, especialmente, no soportaba a Sarabia ni su cercanía a Petro. El presidente no ha tenido más remedio que tomar partido por uno de los bandos y, en un movimiento que no sorprende a casi nadie, ha elegido a Sarabia, la persona en la que más confía en este mundo. La asesora, de 29 años, se hace así con un poder extraordinario dentro del Gobierno.
Sarabia conoció a Petro hace tres años y en cuestión de meses se ganó un espacio en su entorno que superaba en mucho a los que llevaban rodeándole desde que fue congresista y después alcalde de Bogotá. Llegó de la mano de Armando Benedetti, el número dos de la campaña presidencial que acabó con la designación por vez primera de un presidente de izquierdas en la Colombia moderna. Sarabia acabó como jefa de Gabinete y, según los ministros que han salido de Gobierno, era la que acumulaba más poder de todo el organigrama. Después tuvo que salir por un escándalo relacionado con el polígrafo al que sometió a su niñera por un dinero perdido, pero en cuestión de meses Petro la recuperó. Ahora le lleva el corazón del poder presidencial. Sarabia tiene abierto un caso en la Fiscalía General, lo que no ha impedido que el presidente la siga queriendo, le cueste lo que le cueste políticamente.
Sarabia dirigía hasta ahora el Departamento de Prosperidad Social (DPS), la entidad encargada de entregar los subsidios sociales, que tiene rango ministerial. Manejaba un presupuesto de 6.750 millones de dólares., uno de los más grandes del Gobierno. Sin embargo, no solo hizo ese trabajo, sino que se mantuvo a la sombra de Petro, o mejor dicho, a su derecha. Ha sido público y notorio. Sin ir más lejos, este fin de semana ha viajado con el presidente a Munich, donde asistieron a la Conferencia de Seguridad. Siempre al lado de Petro. Fue también el canciller temporal, Luis Gilberto Murillo, aunque su presencia tenía mucho más sentido de acuerdo a su cargo. Sarabia viajaba en calidad de asesora áulica.
Ha sorteado todo tipo de obstáculos. Su edad ha provocado recelo en las cúpulas de poder. Muchos ministros y directores generales, con amplías trayectorias políticas y fajados en otros gobiernos anteriores, no llevaron bien que una mujer de 29 años tuviera la voz de mando. Su anterior jefe, Benedetti, no terminó de asimilar del todo que su antigua subalterna tuviera un papel más preponderante en la gabinete de Petro que él, que primero fue enviado a Caracas como embajador y que ahora, después de haber estado unos meses en el ostracismo por una guerra pública que mantuvo con Sarabia y hundió a los dos, será el representante de Colombia ante la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la FAO. Es decir, en Roma, en la otra punto del mundo. Mientras que Sarabia ocupará, de nuevo, un despacho contiguo al del presidente. Solo necesitará abrir una puerta para entrar en el espacio privado de Petro. En paralelo, deberá sortear las acusaciones de la fiscalía, que la investiga por abuso de poder. Ella asegura que no conocía que la policía iba a investigar a la niñera con polígrafo y una interceptación de su teléfono. Otro presidente más práctico la hubiera dejado caer, pero Petro demuestra cada día ser Petro, un hombre de profundas creencias y verdades incuestionables para él. Mantener a Sarabia a su lado levantará críticas, pero no se moverá ni un milímetro de su posición.
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