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Obituarios
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Rodrigo Pardo, el escritor

Pardo fue un escritor, un grande y magnífico escritor que se dejó atrapar en la telaraña de la política

Rodrigo Pardo
El escritor y periodista Rodrigo Pardo en una fotografía compartida en sus redes sociales.RR.SS. (RR.SS.)

Rodrigo Pardo García-Peña, quien murió esta semana en Bogotá y que andaba sobre la línea de los 65 años, nunca perdió la expresión sofisticada de profesor de Relaciones Internacionales. Por las venas le corría la tinta con la que se imprimen los medios de comunicación escritos y que heredó de su abuelo Roberto-García Peña, director perenne del diario El Tiempo. Físicamente mantuvo un aire juvenil de maratonista y una sonrisa leve hasta su muerte. Era tan admirado que Poncho Rentería dijo en su columna que Rodrigo tenía una cara de zanahorio como para ser el yerno ideal que uno quería para sus hijas.

Demócrata hasta los tuétanos, su vida profesional está repleta de aciertos. Como embajador en Venezuela manejó con guante de oro las dificultades que se derivaron del golpe fallido contra el presidente Carlos Andrés Pérez y que comprometían las relaciones con Colombia. El coronel Hugo Chávez Frías se alzó contra el Gobierno legítimo y fracasó. Chávez fue detenido y, como se sabe, posteriormente fue elegido democráticamente. César Gaviria fue el primer jefe de Estado que habló con el presidente venezolano durante el intento de golpe de cuartel.

En el Ministerio de Relaciones Exteriores, Rodrigo mostró habilidades de estadista. Organizó y presidió la Cumbre de Países No Alineados en Cartagena de Indias, en octubre de 1995. Enfrentó con elegancia los sinsabores del Proceso 8.000. Atendió siempre con paciencia las preguntas más incómodas con las cuales lo acosó la prensa. Se investigó a funcionarios de alto coturno; muchos fueron condenados. Pardo no había tenido que ver nada con las oscuras maniobras del narcotráfico que metió fuertes sumas de dinero a la campaña de entonces, pero apoyó a las autoridades que investigaron su conducta y lo exoneraron de toda responsabilidad.

Pedía con entereza que se adelantara una investigación a fondo que determinara quién recibió esos dineros y qué se hicieron, adónde fueron a parar. La tormenta política hizo mucho daño y la imagen del país se vio deteriorada. Intentó retirarse del cargo de canciller desde que fue vinculado al expediente del 8.000, pero el presidente Ernesto Samper no dejó que lo hiciera hasta mediados del mes de junio de 1996, cuando fue reemplazado por María Emma Mejía, para ese momento ministra de Educación.

Rodrigo Pardo fue un escritor, un grande y magnífico escritor que se dejó atrapar en la telaraña de la política y, lo mismo que un ilustre presidente de Colombia, Alberto Lleras Camargo, “que la política lo ha desjugado y exprimido, impidiéndole rendir en beneficio de las letras colombianas la grande obra literaria que era lógico esperar de quien maneja con tanta solercia y donaire el castellano. Primero fue el periodismo que tiene en él a una de sus más altas y valiosas cifras”.

Fue director de El Espectador, de la revista Cambio, del noticiero de RCN en radio y televisión, y editor de El Tiempo y la revista Semana. Desde esas tribunas defendió la verdad con imparcialidad absoluta. No tenía enemigos, solo contradictores. Con motivo de su fallecimiento los reconocimientos han salido de todas las vertientes del pensamiento.

A Rodrigo lo movían los libros, las revistas, la música y el fútbol. Para ser exactos: hincha azul de Millonarios. Mucha falta le va a hacer a este país Rodrigo Pardo y en esa afirmación coinciden todos los comunicadores. En una estupenda conversación con el periodista Gustavo Gómez en la revista Bocas, dijo de la muerte que era inevitable, pero además ilógica, porque él tuvo todas las condiciones y más para morir y, sin embargo, seguía vivo.

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