Francia Márquez, la nueva silla vacía
Las fracturas entre jefes de Estado y vicepresidentes no son exclusivas de Colombia. Ocurren actualmente en Argentina entre Javier Milei y Victoria Villarruel o entre la vicepresidenta de Ecuador, Verónica Abad, y el mandatario Daniel Noboa, por mencionar dos casos

La ausencia de Francia Márquez en el último Consejo de Ministros televisado marca una nueva etapa del gobierno de Gustavo Petro: la de un gabinete a medida del presidente, con Armando Benedetti como su mano derecha y sin las voces de disenso de otros funcionarios que renunciaron. La ausencia de la vicepresidenta y el despojo de su cargo como ministra de la Igualdad, por decisión de Petro, representa también la contracción de una figura que movilizó votos para el Gobierno y lo cargó de simbolismo, pero se fue invisibilizando en el camino. La silla de Francia, ahora ocupada por el líder afro Carlos Rosero como ministro, significa también una enorme prueba de fuego para el incipiente ministerio de la Igualdad, criticado por baja gestión y que aún tiene balas en contra.
Al cumplir un año de mandato, Márquez dijo en entrevista con este diario que había encontrado mucha mezquindad en los intersticios de la política. Desde ese momento ya advertía sobre el difícil paso del simbolismo, el activismo, al Gobierno. O en sus palabras, de la resistencia al poder. Pero ni ella esperaba que esa resistencia la tuviera que dar adentro frente a las decisiones de Petro. Para ese momento, cuando le llovían críticas con sesgos racistas y por falta de ejecución, todavía sentía “el respaldo del presidente”. “Tenemos coherencia política. No es como en otros Gobiernos en los que el presidente va por un lado y la vicepresidenta por otro”, dijo esa vez. Claramente, eso ya no existe.
Su durísima carta de despedida dejó ver la enorme desilusión: “Siempre he hablado con transparencia y con la verdad, nunca he guardado silencio. Porque la lealtad no es callar, la lealtad es advertir cuando el rumbo se desvía del camino, de la gente”. Sus críticas son conocidas: la presencia y poder de figuras como Armando Benedetti, hoy ministro del Interior, y Laura Sarabia, hoy Canciller. “Me ha tocado decirle (a Laura): ‘Respéteme, que soy la vicepresidenta’”, estalló en el primer Consejo de Ministros televisado.
Márquez resumió en su carta la idea que circula entre varios sectores de oposición y también internos: “(…) cuando el gobierno cede ante el chantaje de quienes susurran en la sombra, es el país entero quien paga el precio”, dijo. También denunció que su vida corre peligro, aunque no señaló de dónde vendrían esas amenazas. De hecho, la vicepresidente recibió dos ataques violentos durante 2024: en uno una bala impactó su carro de seguridad, mientras ella se encontraba en Cali; en otro fue atacado a tiros el carro en el que se movilizaban el padre y un sobrino de seis años de Márquez. Sin embargo, no ha habido ningún avance en esas investigaciones.
No es la primera vez que existe mala relación entre jefes de Estado y vicepresidentes. Uno de los más sonoros fue el caso de Humberto de la Calle, fórmula presidencial de Ernesto Samper en 1994. Renunció dos años después, ante el escándalo por la revelación de los ingresos de dinero del narcotráfico a esa campaña presidencial, conocido como proceso 8.000. O más recientemente las desavenencias entre Martha Lucía Ramírez, la primera mujer en ocupar la vicepresidencia de la República, y el presidente Iván Duque, quien la relegó a asuntos laterales.
Las fracturas tampoco son exclusivas de Colombia. Ocurren actualmente en Argentina, donde Javier Milei y Victoria Villarruel no esconden su animadversión, idéntico a la mala relación que tuvieron Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en la administración pasada. Ni hablar del odio que se profesan la vicepresidenta de Ecuador, Verónica Abad, y el mandatario, Daniel Noboa.
En todos los casos un patrón: hombres como jefes de Estado en contra de vicepresidentas mujeres. Y en el caso de Márquez con un agravante, el júbilo que representaba la creación de un ministerio para la igualdad dirigido por una mujer, en un contexto mundial de antifeminismo y cierre de instituciones que protejan los derechos de las mujeres.
Tras la carta y las denuncias, la espuma ha ido bajando, pero la sensación de amargura sigue ahí. Márquez se ha reunido en privado con Sarabia. La canciller reveló que limaron asperezas. Aunque en lo doméstico Francia Márquez se sienta vapuleada, en el contexto internacional ella sigue siendo un referente. “Estoy triste y me duele lo que está pasando, pero estoy tranquila por el trabajo que estoy haciendo. Me toca seguir para adelante”, dijo la vicepresidente ahora despojada de su cargo como ministra.
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