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Los cafeteros de la Sierra Nevada de Santa Marta impulsan la restauración de los bosques destruidos por los cultivos de marihuana

La ‘bonanza marimbera’ llevó a deforestar, entre 1975 y 1980, unas 150.000 hectáreas del macizo montañoso. Los descendientes de los marimberos de San Pedro siembran laureles y cedros para revertir el deterioro

Cafeteros de la Sierra Nevada impulsan la restauración de los bosques
El poblado de San Pedro de la Sierra, en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia.Wilder García (Ministerio de Ambiente)
Lucas Reynoso

En la vertiente occidental de la Sierra Nevada de Santa Marta, a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar, un pequeño vivero alberga 22 especies de plantas. Janeth Canchano buscó las semillas en bosques cercanos, con ayuda de sus binoculares, y ahora las cuida mientras atraviesan las diferentes etapas de germinación. Hay laureles, cedros, guayabas, dormilones. El objetivo de la campesina es que, cuando estén fuertes, se siembren en las fincas cafeteras de los alrededores. San Pedro de la Sierra (1.200 habitantes) está en las etapas iniciales de un proyecto de restauración de bosques, en sintonía con la larga lucha de Colombia contra la deforestación. Allí, los cafeteros buscan compensar el daño causado en los años setenta y ochenta, cuando sus abuelos talaron una gran parte de los árboles de la zona para hacerle lugar a los cultivos de marihuana que demandaba el narcotráfico.

Ángel Rojas, un caficultor de 35 años, es uno de los participantes locales de una visita al vivero que el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) organizó para un grupo de periodistas*. Cuenta que sus abuelos llegaron en los años cincuenta desde Cundinamarca y Santander, desplazados por la violencia política entre liberales y conservadores. “Solo había montañas. El caserío era muy pequeño y no había carretera: tenían que ir a buscar el mercado a la parte baja y luego subirlo a lomo de mula”, relata. Inicialmente se dedicaron al café. “Venían del interior del país, así que traían ese chip y lo implementaron acá”, explica. Pasaron a la marihuana en los setenta, cuando el cultivo ilícito trajo ganancias desorbitantes, los indígenas se terminaron de desplazar a la parte alta y San Pedro se llenó de nuevos colonos.

El caficultor Ángel Rojas.
El caficultor Ángel Rojas.Wilder García (Ministerio de Ambiente)

“Fue un negocio en el que todo el mundo participó y fue la peor época de la deforestación”, afirma Rojas, en contraste con otras zonas del país, donde la ganadería y la minería ilegal tuvieron un rol más prominente en la tala masiva de árboles. La marihuana, que los carteles exportaban a Estados Unidos, arrasó con los bosques de la Sierra Nevada: unas 150.000 hectáreas se talaron entre 1975 y 1980, según señala un informe de la oenegé neerlandesa Acacia Water. La familia de Rojas y sus vecinos volvieron al café tras el declive del negocio marimbero, pero la deforestación ya había empezado a erosionar y sedimentar las cuencas de agua. La situación empeoró con el cambio climático y la expansión ganadera y cafetera. En 2015, WWF presentó un estudio en el que advertía sobre los riesgos que enfrentaba la Sierra Nevada de quedarse sin agua suficiente para sostener los cultivos de los que viven los campesinos.

Dora Milena Zapata, gestora del programa Mosaico Caribe de la oenegé, comenta que el informe les permitió convocar a actores diversos en la parte baja y media de la sierra —la alta requiere de procesos de concertación con pueblos indígenas, y está proyectada a largo plazo—. A los bananeros de la parte baja, les avisaron que lo que pasaba más arriba los iba a afectar primero a ellos, por ser los últimos en recibir los caudales de agua. “Su negocio va a dejar de existir en unos años”, les dijeron. Los bananeros, grandes y pequeños, aportaron fondos multimillonarios. Mientras tanto, los cooperantes convencieron a las familias caficultoras de San Pedro de destinar espacios de sus fincas para restaurar los bosques. A cambio, les portaron máquinas que mejoran la calidad del café, ahorran tiempo y consumen menos agua.

Plantas en el vivero de los cafeteros de la Sierra Nevada.
Plantas en el vivero de los cafeteros de la Sierra Nevada. Wilder García (Ministerio de Ambiente)

El proceso, que empezó en 2021 y por ahora se limita a San Pedro, va a paso lento: se han restaurado 77 hectáreas y se ha acordado la conservación de otras 110. Son cifras muy distantes de las 12.000 que la oenegé proyecta que deben restaurarse en lugares estratégicos de la Sierra en los próximos 20 años. Zapata señala que el dinero recaudado no permite ir más rápido (1.500 millones de pesos; unos 370.000 dólares). “Es poca plata para los recursos que hay en la región y para todo lo que se necesita”, reconoce. Sin embargo, enfatiza que es un gran logro la apropiación que la comunidad ha hecho del proyecto. “Hemos logrado una visión de cuenca, una articulación de diferentes actores. Esa conciencia es la que importa para conseguir más recursos y para mantener el proyecto más allá de WWF”, dice.

Canchano refleja esa apropiación. La viverista, que nació en Santa Marta y se mudó a San Pedro hace 25 años tras casarse con un caficultor local, explica que su trabajo ha fomentado su interés en el entorno natural del pueblo y las plantas. “Cuando me invitan a un cumpleaños, llevo un arbolito, una semilla”, comenta. Se ha sumado a los monitoreos que se hacen a las 22 fincas participantes. “Me gusta ir a ver cómo están las plantas, ver si las están cuidando bien”, cuenta. Les aconseja a los finqueros qué hacer si un árbol se está muriendo, les insiste que solo recojan madera de árboles caídos y les pide que siembren otros si llegan a talar alguno vivo por necesidad.

Janeth Canchano muestra el área de germinación de las especies de árboles empleadas en el proyecto de reforestación de los bosques de su comunidad.
Janeth Canchano muestra el área de germinación de las especies de árboles empleadas en el proyecto de reforestación de los bosques de su comunidad. Wilder García (Ministerio de Ambiente)

Algo similar relata Rojas, a quien le apasiona el avistamiento de aves desde que es adolescente. “Me gusta restaurar porque sé que van a venir más aves”, resalta. Valora, además, haber aprendido sobre las dificultades compartidas con los bananeros, a quienes siempre había mirado con recelo —estuvieron bajo el control de grupos armados rivales en las peores épocas del conflicto—. No obstante, es menos optimista que Canchano en cuanto a sus vecinos. “Algunos solo se interesaron en los beneficios [recibir las máquinas]. Sembraron los árboles y luego nunca les pusieron cuidado, por eso tuvimos que crear un grupo de monitores que haga vigilancia”, apunta.

El conflicto armado

Las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada (ACSN) ejercen un control hegemónico sobre San Pedro de la Sierra. Se ven pintadas en la carretera y se escucha sobre extorsiones a los comercios y a los transportistas. Canchano cuenta que ha aprendido a convivir con ellos. “Lo van conociendo a uno, y uno aprende a ser prudente. Si hay un grupo armado por ahí [en los alrededores del vivero], espero que se vayan y me voy en la tarde”, relata. Los entrevistados afirman que las ACSN no se meten con el proyecto de reforestación. Rojas, en tanto, dice que el cultivo de coca (presente en otras partes de la Sierra) es opcional. “No es como en el Catatumbo, donde toca sí o sí”, comenta.

Wilmar Zapata, un ingeniero ambiental de San Pedro que trabaja con WWF, cree que los cultivos ilícitos no son la principal amenaza de deforestación. “No sabemos si el grupo armado haya intentado [sembrar coca], pero la comunidad no se presta a eso. La gente no olvida lo dura que fue la época en la que hubo cultivos ilícitos: esto era muerte, con desplazamientos forzados, se perdieron familias completas”, dice Zapata, hijo de un arriero que llegó a finales de los setenta para trabajar en el transporte de marihuana. Para él, la principal amenaza es la cotización récord del café en el mercado internacional. “Eso llama la atención del productor, la posibilidad de expandir sus cultivos para aumentar la producción [en detrimento de los bosques]”, reconoce.

Presuntos integrantes de las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada
Presuntos integrantes de las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada en una fotografía compartida en sus redes sociales, en julio de 2024.ACSN

Sin embargo, los promotores mantienen el optimismo. El ingeniero cuenta que la comunidad dejó atrás el escepticismo que tenía por malas experiencias en el pasado. “Corrió el voz a voz y se ganó credibilidad. Ahora vemos que muchos dueños de predios se quieren sumar. El problema son los recursos”, afirma. Su compañera Dora Milena Zapata, en tanto, agrega que ha sido importante dejar en claro que la conservación no amenaza el sustento económico de la comunidad. “No es restaurar para que dejen de producir café. Hay que garantizar el medio de vida, pero de manera sostenible”.

El balance agridulce de la lucha contra la deforestación en Colombia

Colombia ha tenido avances significativos en su lucha contra la deforestación desde que comenzó el Gobierno de Gustavo Petro, en agosto de 2022. En 2023 solo se perdieron 79.000 hectáreas, la cifra más baja en 23 años de seguimiento. Sin embargo, estos resultados se aguaron en febrero con los datos preliminares de 2024: se deforestaron 107.000 hectáreas, un 35% más que el año anterior. Una de las causas fue la ruptura de los diálogos de paz con la sombrilla de disidencias de las extintas FARC conocida como Estado Mayor Central. El distanciamiento echó para atrás los programas de conservación en territorios que controlan sus estructuras en la Amazonía, una región que tiene 22 de los 28 núcleos de deforestación.

El Caribe, donde se ubica la Sierra Nevada de Santa Marta, es la región del país con menor superficie de bosque (1,6 millones de hectáreas, el 2,7% del total nacional). No hay datos actualizados de deforestación, pero los reportes que el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) publicó el año pasado muestran un descenso del 16% entre 2022 y 2023: de 10.483 hectáreas a 8.798. Asimismo, el boletín de alertas tempranas de deforestación del tercer trimestre de 2024 no muestra riesgos significativos en la región. Tres de los cuatro núcleos que más preocupan están en la Amazonía y el cuarto está en Tibú (Catatumbo, Norte de Santander).

*La visita se realizó en el marco del proyecto ‘Institucionalidad y actualización de instrumentos normativos para la lucha contra la deforestación y los crímenes ambientales asociados’ del Ministerio de Ambiente de Colombia, implementado por WWF y financiado por el Fondo Colombia Sostenible, con recursos de los gobiernos de Noruega, Suecia y Suiza.

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Sobre la firma

Lucas Reynoso
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Bogotá.
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