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De ataques sangrientos a donaciones en escuelas: el plan de las pandillas para ganar poder en Haití

Un enfrentamiento armado en Puerto Príncipe ha dejado más de 35 presuntos pandilleros muertos o heridos este martes. Mientras la policía refuerza su presencia en las calles, la población resiste en medio de un clima de tensión

Operativo de la Policía Nacional de Haití en Puerto Príncipe (Haití).Foto: Johnson Sabin (EFE) | Vídeo: Reuters

En las calles de Solino, un barrio empobrecido de Puerto Príncipe, el silencio es el principal protagonista después de que, la semana pasada, la violencia ejercida por el grupo armado Viv Ansanm provocara la salida masiva de sus habitantes. Esa zona, vacía y cubierta de escombros, todavía reflejaba los efectos devastadores y la incertidumbre de los ataques cuando, el pasado miércoles, el líder de esa pandilla, Jimmy Cherizier, conocido como Barbecue, llegó a seis cuadras del barrio escoltado por hombres armados para entregar mochilas escolares a los niños en una escuela.

Es un evento que refleja las contradicciones profundas de Haití, un país en el que, por un lado, las pandillas distribuyen ayuda en comunidades empobrecidas para ganar apoyo y, por otro, ejercen violencia, desplazan a miles de personas y paralizan las instituciones del país. Marcial Pierre, un vecino que presenció el reparto de ayuda de Barbecue, aún recuerda sorprendido lo que ocurrió esa mañana: “Verlo llegar con tantos hombres armados fue aterrador. Trajo mochilas, pero nosotros ya habíamos perdido nuestras casas. No hay forma de olvidar lo que hemos vivido”, dice. Pierre, como muchos en Solino, tuvo que abandonar su hogar debido a las constantes amenazas y enfrentamientos por las bandas armadas y la falta de protección del Estado.

En contraste con la situación de los desplazados, las imágenes de los niños recibiendo las mochilas escolares de Barbecue se difundieron rápidamente en los medios locales, provocando todo tipo de reacciones. Algunos consideran este gesto como un intento de las pandillas por ganar legitimidad en un contexto de creciente inseguridad. “Lo que hacen es ganarse a la gente con regalos, pero todos sabemos lo que realmente buscan: más control, especialmente en los barrios más vulnerables de la capital”, dice Jean-Louis Bélizaire, un joven residente de la zona.

Marie Dorléus, una madre de tres niños, relata su experiencia desde un campamento improvisado a las afueras de la ciudad. “Nos dijeron que si no nos íbamos [de Solino], no viviríamos para contarlo. Salimos corriendo sin saber a dónde ir. Es difícil estar aquí, lejos de lo que alguna vez fue mi hogar”, explica mirando a sus hijos jugar en el barro mientras trataban de adaptarse a las condiciones del campamento. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 20.000 personas fueron desplazadas en solo cuatro días la semana pasada y Solino es uno de los barrios más afectados por la violencia desatada por Viv Ansanm y otros grupos armados.

En total, ya son más de 700.000 refugiados en lo que va del año en el país, según la ONU. Muchos de ellos enfrentan condiciones insalubres y carecen de acceso a los servicios básicos, principalmente las mujeres embarazadas, niños y ancianos . “Dormimos en el suelo, a veces sin comer. Las lluvias han arruinado nuestras pocas pertenencias”, relata otra de las desplazadas, Clémence Auguste. En los campamentos improvisados donde viven, las condiciones son cada vez peores. Y a pesar de las promesas de ayuda del Gobierno, muchos aún no han recibido asistencia.

‘Bwa kale’, el movimiento de autodefensa retoma fuerza

Mientras tanto, en otras zonas de la capital, como la residencial de Canapé-Vert o el otrora acomodado barrio de Pétionville, la población ha comenzado a tomar medidas para resistir a la presión de las pandillas. Este martes, los residentes de estas áreas que conforman el movimiento de autodefensa conocido como Bwa Kale, apoyados por agentes de la Policía Nacional de Haití (PNH), se han enfrentado directamente a las pandillas que intentaban avanzar hacia estas zonas. “No podemos seguir permitiendo que nos aterroricen. Si no defendemos nuestros barrios, nadie lo hará por nosotros”, ha declarado François René, miembro de un grupo de autodefensa local. Los enfrentamientos han resultado en la muerte de al menos 35 pandilleros, cuyos cuerpos fueron quemados por los residentes como un acto simbólico de resistencia. Las fuerzas del orden recuperaron varias armas utilizadas por los atacantes.

“Perdimos demasiado. Si no nos defendemos, nadie lo hará por nosotros”, asegura André Paul, un comerciante de Canapé-Vert que ha tenido que cerrar su tienda debido a los constantes ataques. Ante una violencia insostenible, que deja a la población en un estado de vulnerabilidad permanente, para muchos, la acción de la población con el respaldo de la policía, es una de las pocas respuestas efectivas a la amenaza de las pandillas. Pero no es suficiente para devolverles la paz que tanto anhelan.

Por su parte, Barbecue, el líder de Viv Ansanm, ha lanzado este martes nuevas amenazas contra el Gobierno haitiano. Durante una entrevista en un medio local, ha declarado que destruiría el Consejo Presidencial de Transición (CPT) si no se iniciaba un diálogo con su grupo. “Ellos piensan que pueden detenernos, pero ni con todos los helicópteros del mundo podrán hacerlo. Las pandillas están aquí para quedarse”, ha dicho con tono desafiante.

La violencia en Haití se intensificó aún más tras la toma de posesión del primer ministro Alix Didier Fils-Aimé el 11 de noviembre. Desde entonces, las actividades económicas y sociales en la capital están paralizadas. “No podemos trabajar, no hay seguridad. Cada día es una lucha para sobrevivir”, dice Michel Lafontant, un taxista que ha perdido su fuente de ingresos debido a la inseguridad y el colapso de las actividades cotidianas. La economía haitiana, ya debilitada por años de crisis, se ha visto aún más afectada por la violencia y el país enfrenta uno de los momentos más complejos de su historia reciente.


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