Los primeros poemas de Severo Sarduy, una joya inédita
‘Babelia’ adelanta varios textos escritos por el narrador y teórico cubano en su juventud, que la editorial Huerga y Fierro ha publicado bajo el título de ‘El silencio que no muere. Poemas (1953-1964)’
Después de 62 años todo es, en efecto, distinto. Hoy importa dar a conocer una muestra completa de los primeros poemas de Severo Sarduy (1937-1993), los que escribió y muchas veces publicó dentro y fuera de Cuba entre 1953 y 1964 pero que hasta la fecha no se han recogido en forma de libro. Conocíamos a su autor como el novelista innovador que innegablemente fue; también como ensayista y teórico estético y literario. Lo conocíamos como productor y locutor en Radio France, amén de pintor de vanguardia parisina; y desde luego, hacia el final de su vida, como poeta de deslumbrante facilidad lírica. Menos conocidos, sin embargo, son sus orígenes de escritor, que en Cuba fueron fundamentalmente los de poeta, y su temprana obra, que por décadas ha andado dispersa y no formó parte de la canónica edición de su Obra completa (1999). Tiene razón el poeta Andrés Sánchez Robayna cuando observa, en relación con esta primera fase de la obra de Sarduy, que “merece, ciertamente, un estudio particular”.
TRES
Caminando por siete mundos,
Recostado a un silencio,
Que no hay voz que lo rompa,
Ni ser que lo divida,
Inestable e inexacto,
Plástico,
En un móvil infinito,
Y un tiempo sin espacio,
Nueve dimensiones,
Cielo,
Abandonado al último acento,
Al último silencio,
Detrás,
Tierra,
Metido en la tierra y formando parte de ella,
Fósil,
Esperando un mensaje, un mesías,
Un Cristo con doce discípulos,
Última primer etapa
Alma o vida aún no liberadas
—Imposible—
Concibiendo un término,
Un cuadro,
Una imagen.
Aquí así, así ocho veces,
Mirando al sol y elástico,
Recogido al cuerpo.
Hoja.
Reloj.
reloj-hoja.
Sin una forma donde prolongarme.
Ni un instante para dormir sobre mí.
Todos los insectos, las rocas y las luces,
Vestidas con papel de periódico,
Callando al cielo, y con esto que no es más,
Que la foto de un hombre sumergido al alba,
Y clareando con ella,
Nueve dimensiones......... ¡¡Ya!!
NOCTURNO
La noche está callada.
Marte más rojo que nunca.
Las pencas de coco forman un ángulo recto.
.........., y yo .........................
seco,
caótico,
hundido en mí mismo.
CASI SIN MÍ.
¡Ven!
Tápame los ojos para verte como quiero.
Tápame los ojos para verte ............
...... toda de cristal y leche.
¡Este invierno sin lana!
¡ESTE YA!
¡Necesito hambre!
¡Necesito sed!
¡Necesito darme al ambiente mismo!
¡Quiero vivir!
¡Vengan! ¡Vengan!
¿Quién da más?
¡Aquí se subasta un hombre sin corteza!
Situado entre siete estrellas,
viviendo en un plano de nueve dimensiones.
Plástico.
Adolescente.
Un ángel dará la última primer voz.
¿Llevo dentro un mensaje?
ATLÁNTICO (1959-1964)
El amor es decir: “Ven a mi casa
y comparte conmigo la luz y la palabra.
Disfruta de mi paz, habla tu idioma
que es como el mío cuando tú lo hablas”.
El amor es decir: “Ven a mi mesa
a compartir el pan. Bebe de mi agua.
Enséñame el oficio de ser libre:
las palomas crecidas en el alba”.
Es alzar las banderas, es unirnos
en pie de Paz y combatir la guerra
marchar hacia una Aurora donde unidos
los hombres de otras tierras nos esperan.
El amor es decir “Ven a mi casa,
¡hermana, camarada, compañera!”
DEFINICIÓN DEL AMOR
Hoy comprendo que existe aún ese mundo
que había, como un libro, ya olvidado:
sobre varias ventanas, del profundo
balcón descienden flores, es dorado
el aire que presides. Me sorprendo
diciendo por ejemplo: “Te amo más
cada día, tú defines la Paz
y el acto de nombrarla”. (Hoy comprendo
que existe aún ese mundo). Nazco, encuentro
lentamente las cosas: una estrella,
el modo de nombrarte, el aire, el centro
primero del idioma o de la fe. Ya
reúno las palabras, hablo. Entro
en su violenta luz: La luna es bella.
CURAZAO 59
Jardín de los idiomas en el pecho de América,
navegas Curazao contra la costa ardiente,
—pez de fina madera y rosa de los vientos—
sobre tu puente gira la luna innavegable.
Jardín de la palabra, forjas en el liviano
rocío del idioma tu joya incandescente,
el cuarzo de tus bordes, como un grabado viejo
coronando la escueta rosa del papiamento.
Más que piedra o espuma tu costa resplandece
cuando serenos llegan, de mañana, los barcos
y estallan afiebradas las guitarras de tela.
Fuego y silencio esmaltan el mural de tu costa
donde furiosos brotan de repente los árboles:
las hojas como lanzas contra el aire golpean
y alejan de tus tierras para siempre la nieve.
PARÍS 60
Contra todos los idiomas,
contra ustedes, señores sapos, trilingües y políglotas,
contra la Real Academia de la Mala Lengua,
contra el seseo español,
contra el merci, merci monsieur y el monsieur merci bien,
contra los trapos del esperanto
el latinismo y las alhajas dialectales,
y especialmente contra la mano cubista del traductor
que cambia, como el banquero,
dracmas por dinares, rupias por chelines,
dólares por dólares por dólares.
Contra la jerigonza de las aduanas
y el jeroglífico de los sellos
echaremos al mar los pasaportes
y las fronteras y las bombas todas.
Sólo en ese silencio escucharemos
el diálogo del hombre, la marea
en las costas metálicas, la flecha
que traza en el asfalto una paloma,
y el rumor de las fábricas creciendo
bajo la carpa inmensa de la aurora.
Bajo la carpa inmensa de la aurora.
EN NOMBRE DE LA PAZ
Estoy tan confundido
que en el aire empañado veo un espejo,
que la luz se me rompe en las pupilas
cuando los ciegos cantan en el metro.
Que salgo al cielo tenso de la calle
y te escucho decir: Vamos, Severo,
escribe lo que ves. Y tu voz llega
más próxima y ardiente que mi pecho.
Sin embargo, estoy claro
en las pequeñas cosas, por ejemplo,
me gustaría convertir las armas
en juguetes de pan para los niños,
ir a tu lado, repartir la tierra,
enseñar el amor al enemigo,
hacer un alfabeto de columpios
para un parque infantil, ir los domingos
a conversar un poco de pintura:
“Este es Víctor Manuel, miren, amigos,
en la noche metálica de azules
los árboles de tiza, el amarillo”.
Sólo por estas cosas
hoy nombro el mar de estaño, el rostro ardiente
de los que esperan esta libertad
en la lluvia de azufre. Por la guerra
nombro la Paz inmensa y poderosa
creadora del cielo y de la tierra.
‘El silencio que no muere. Poemas (1953-1964)’, de Severo Sarduy. Edición y prólogo de Enrico Mario Santí. Huerga y Fierro, 2022.
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