Santa Teresa era catalana
‘Mal de coraçon’ mezcla la fe y la precariedad con el karaoke y la música pop en un bar cuya camarera, actriz, prepara una audición para interpretar a la religiosa
El gremio de la hostelería está íntimamente ligado al de la interpretación. La camarera de Mal de coraçon es una actriz que sirve copas, como han hecho alguna vez la gran mayoría de nuestros intérpretes. Precariedad y fe: está preparando una audición para interpretar a Santa Teresa de Jesús. ¿De Ávila o de Cardona? «Nada te turbe, / Nada te espante, / Todo se pasa, / Dios no se muda». El experimento que estos días tiene lugar en el TNC une la Companyia Solitària (Júlia Barceló, Pol López y Pau Vinyals) con un texto de Victoria Szpunberg y la dirección de Andrea Jiménez (Teatro En Vilo). El cóctel podía salir un poco extraño, pero después de un primer sorbo algo desconcertante nos acostumbramos a esta curiosa combinación.
El bar (en su mínima expresión, obra de Judit Colomer Mascaró) no se traga a todos los españoles, sino a tres perdedores de manual: la camarera, el profesor y el enamorado comparten penas y noche lluviosa en un local que es a la vez convento y escenario. Un bar cualquiera de suelo pegajoso y que sirve las copas en vaso de tubo. La sufrida camarera es Júlia Barceló, que empieza la función con calma y explota cuando se transforma en una Janis Joplin mística. Pau Vinyals es uno de los actores con más personalidad del teatro catalán y aquí interpreta al enamorado, un montañista eternamente extraviado en una ruta sin guía. Pol López es el profesor, un pequeño Lebowski culto y ridículo como todos los académicos, amante de la etimología y de las lenguas muertas. La camarera, cómo no, hace de psicóloga y de cuidadora, aguantando las neuras de estos dos filósofos de barra, hombrecillos tiernos y perdidos en su masculinidad.
El tono festivo de los montajes de Teatro En Vilo entra aquí gracias al karaoke y a la música pop: los éxitos de hoy y de siempre nos permiten llegar al éxtasis tanto o más rápido que el dardo de fuego de la transverberación. Madonna y croquetas, Carmelitas Descalzos y twerking, Cristina Morales y un galgo adoptado. Todo acaba funcionando gracias al buen hacer de los tres intérpretes: es un gusto ver a actores pasándoselo bomba en escena, especialmente si la alegría no es fingida. Mal de coraçon nos recuerda que un teatro siempre es un altar, y que la mística y la fiesta son la misma cosa. Bailemos, pues, por favor.
‘Mal de coraçon’. Texto: Victoria Szpunberg. Dirección: Andrea Jiménez. Teatre Nacional de Catalunya. Barcelona. Hasta el 21 de mayo.
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