‘Mujer azul’, relaciones de poder al desnudo
La novela de Antje Rávik Strubel narra la desigualdad en Europa a través de una joven checa cuyos sueños se ven truncados por una violación
Al jurado del Premio del Libro, el premio internacionalmente más visible de la literatura alemana —el que se entrega en la Feria de Fráncfort—, no se le puede reprochar favorecer libros fácilmente consumibles y ñoños: el más reciente recayó en una exploración de los abismos de un colegio de élite; la novela ganadora de 2022 denunció maltrato e intolerancia frente a personas no binarias, y en 2021 ganó Antje Rávik Strubel con Mujer azul, un drama sobre violencia sexual y las torcidas relaciones de poder entre la Europa occidental y la oriental que ahora publica en España la editorial De Conatus.
Con la línea literariamente exigente del premio encaja perfectamente que su autora se haya servido de una estructura narrativa compleja y de un enfoque a ratos tan cercano que remite a escenas de Repulsión, el inquietante estudio psicológico femenino de Roman Polanski. Aunque la obra sobria y de contenidos claramente feministas de Rávik Strubel rechace semejante reclamo de imágenes truculentas y se limita a crear un ambiente gélido y hostil. Así que cuesta un poco entrar en esta novela, que arranca con una mujer a solas en un piso, acurrucada en una cama. Una mujer que escucha atentamente los ruidos del apartamento y observa cada detalle de su entorno, mientras siente su cuerpo como el de una extraña. Cuando suena el timbre, el miedo la paraliza y precisa todas sus fuerzas para abrir la puerta y convencerse de que sólo es el conserje.
Ahora algo ha reactivado el recuerdo hasta el punto de que Adina, finalmente, quiere salir del anonimato en Helsinki, donde se había refugiado, y presentar una denuncia
La delicadeza con la que retrata a su protagonista, la precisión con la que describe su percepción agudizada al máximo —recreadas a la perfección en la solvente traducción de Ibon Zubiaur—, es uno de los grandes logros de Mujer azul. Muy poco a poco, a través de los meandros del pensamiento de la joven, los inconexos flashbacks de recuerdos que la asaltan, comprendemos que sufre un shock postraumático. Adina, la chica de un pueblo perdido de Chequia que soñó con estudiar Geofísica en Berlín, ve su vida truncada por una violación. Ahora algo ha reactivado el recuerdo hasta el punto de que finalmente quiere salir del anonimato en Helsinki, donde se había refugiado, y presentar una denuncia.
El segundo gran acierto de Rávik Strubel es que no se queda con el destino particular de Adina —que sus lectores ya conocen de Bajo la nieve (2001)—, sino que lo sitúa en un contexto más amplio. Su origen de Europa oriental convierte a la tímida muchacha checa, a los ojos de su violador, un alto funcionario alemán de la Comisión Europea, en un ser no ya de segunda clase —por ser joven y mujer— sino de tercera o cuarta categoría. El alemán sabe que su crimen quedará impune. “(…) En Alemania, de cien violaciones denunciadas sólo diez acaban en condena. Eso está por debajo de la media europea. La mayoría de los delincuentes sexuales quedan libres. (…) Por eso sólo se denuncian el cinco por ciento de todos los delitos sexuales. En Escandinavia el cincuenta”.
Rávik Strubel, socializada en la RDA y gran conocedora de Escandinavia, aporta otra mirada sobre las relaciones de poder occidentales-orientales. Por eso ubica Mujer azul en un país limítrofe como Finlandia y enlaza la historia MeToo de Adina con una reflexión sobre igualdad y sobre Europa, sobre las fronteras en las cabezas y la carga de la historia: “Europa Oriental y Occidental no sólo difieren en lo geográfico sino en el ritmo. (…) en los países del Bloque del Este sólo tras el desplome del régimen soviético afloraron los recuerdos de la guerra enterrados durante décadas en el olvido organizado. Antes, la prohibición de recordar fue tan brutal que ni siquiera se atrevían a tomar por verdadero lo vivido”. Una lectura muy recomendable.
Mujer azul
Traducción de Ibon Zubiaur
De Conatus, 2024
404 páginas. 22,90 euros
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