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‘Paraísos latinos’, un siglo de fotografía y revolución social en Latinoamérica

La Fundación Bemberg presenta una exposición que reúne más de 200 obras de 83 artistas donde se explora la intersección entre alta y la baja cultura a través de distintas técnicas visuales, y refleja la riqueza y complejidad de la identidad cultural de América del Sur

’Servicio de lujo’ (1987).
’Servicio de lujo’ (1987).Felipe Ehrenberg

Allá por las primeras décadas del pasado siglo, cuando Carmen Mondragón, convertida en Nahui Olin, escandalizaba a México en los años de las vanguardias con su insaciable sed de nuevos mundos, la poeta, artista y musa hacía uso de su cuerpo como una obra de arte. “Mi cuerpo es tan hermoso que no podría, en conciencia, privar a la humanidad de admirar esta obra maestra mía”. Tanto en su actitud como en su obra quedaba explicita la reivindicación de la autonomía femenina, así como la compleja identidad popular mexicana. Antonio Garduño la fotografió desnuda. Gustavo F. Silva permitiría que la artista resaltase sus inolvidables ojos verdes y el carmín de sus labios pintando ella misma la impresión fotográfica. De igual forma, los fotomontajes de Annemarie Heindrich, realizados con los retratos que tomada del star system local, así como sus propios autorretratos, conquistaban al público porteño a través de una mezcla de sensualidad y de deseo. En los sesenta, Paolo Gasparini dejaba constancia de cómo el pop se colaba entre las rendijas de una Cuba revolucionaria, y sus eslóganes convivían con los sofisticados retratos de las starlets del momento.

De la fascinación por las divas del espectáculo y el inalcanzable glamur de las celebridades brotan parte de las más de 200 obras que componen la exposición Les paradis latins: étoiles sud-américaines (Los paraísos latinos: estrellas sudamericanas) que puede verse en la sede de la Fundación Bemberg en Toulouse. Paraísos habitados no solo por musas sino también por iconos del cómic y religiosos, tangueros y travestis, y otros extravagantes don nadies. Una variedad de obras, pertenecientes a 83 artistas procedentes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, México, Perú y Venezuela, que provienen de los fondos de la colección de Leticia y Stanislas Poniatowski. Abarcan un periodo que va de 1910 a 2023, más de un siglo de fotografía latinoamericana donde la asimilación de las formas occidentales va de la mano de la creación de nuevos lenguajes; un cruce que abre nuevos caminos donde desafiar a las voces dominantes, dar rienda suelta a la imaginación y poner de manifiesto la riqueza local. Mediante el uso del collage, los montajes, los realces con gouache y otras técnicas, se establecerá una narrativa que transita entre el documentalismo y la ficción.

El indigenismo se mezcla con el art decó en las fotos de estudio tomadas por Manuel Jesús Serrano durante los años veinte. De igual forma los retratos realizados por el artista argentino Marcos López en los noventa evidencian la amalgama entre la alta y baja cultura que pavimentaron su camino hacia la publicación en 2001 de su manifiesto Pop Latino. Las musas de los collages de Carla Rippey nos remiten a la conexión entre la representación visual y la experiencia humana mediante una constante filtración entre la cultura pop y lo artesanal. En la obra de Felipe Ehrenberg, muy vinculado al movimiento Fluxus, se funden en una solo identidad que se expresa a través de su adopción del culto al llamado no-gusto.

‘Nahui Olin, Ciudad de México’, (ca. 1921)
‘Nahui Olin, Ciudad de México’, (ca. 1921)Gustavo F. Silva/ Nahui Olin

“Si hay algo que caracteriza a Latinoamérica es el roce, la permeabilidad entre la alta y la baja cultura,”, apunta Alexis Fabry, comisario de la exposición. “Aquí encontraremos autores muy conscientes de recurrir a técnicas híbridas que vienen de la cultura baja y también obras más inocentes; más frescas en este sentido, pero que también son híbridos, como por ejemplo la obra de José Trinidad Romero, que hibrida por causas más accidentales. Me gusta mezclar autores conscientes de que lo están haciendo con otros que lo son menos, pero en todos los casos existe una clara relación con la cultura popular”.

“Muchos de los autores presentados tuvieron una formación autodidacta. De ahí que no tenían el peso del canon fotográfico a la hora de respetar lo que se tenía por un buen encuadre o soporte o la calidad de impresión”, advierte Fabry. “Ejercían una gran libertad en cuanto al manejo de esos gestos. En este sentido, quizás, se pueda hablar de una mayor libertad en Latinoamérica en comparación con Occidente. Durante los años setenta, muchos artistas se dejaron llevar por la cultura pop. Pero mientras en Occidente lo pop lo es en el sentido de que viene de Estados Unidos, y conlleva un comentario sobre la sociedad de consumo, en cambio en Latinoamérica lo pop viene tanto por esta misma vía como de lo vernáculo; de lo campestre, de la fotonovela, del tango, del bolero, etc.”.

‘Estampas de Buenos Aires’
‘Estampas de Buenos Aires’Facundo de Zuviría

De ahí la agilidad que se aprecia en ciertos autores frente al medio. Son muchos los artistas que recurrirán a soportes alternativos, como la fotocopia, un medio barato que además permite una amplia circulación de la obra. “Un soporte muy utilizado en los países del Este de Europa, donde también es frecuente la falta de recursos”, apunta el comisario.

Autorretrato (1950) de Grete Stern, muestra el rostro de su autora reflejado en un espejo. Rodeado de elementos naturales y artificiales, entre ellos se encuentra una lente que alude al propio medio fotográfico y habla de tanto de la visión de uno mismo, como la visión que de uno mismo tienen los demás, así como de la búsqueda de la propia identidad, temas que también explora esta rica selección de obras. De una búsqueda, que se va a desarrollar en muchos casos con el trasfondo político de regímenes autoritarios y represivos, donde la belleza y la agitación se confunden en el impulso de reivindicar la vida.

Les paradis latins: étoiles sud-américaines’. Fundación Bemberg. Hotel de Assézat. Toulouse. Francia. Hasta el 3 de noviembre.

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