‘Iconos o la exploración del destino’, El Brujo, ensayista escénico
Rafael Álvarez filosofa en el Festival de Mérida sobre la fuerza del destino en un soliloquio cómico y divertido pero algo más disperso que otros espectáculos suyos
Jasón quiso ser un hombre de Estado, pero no hablaba inglés. Su padre era rey de Yolcos, un reino más chico que el principado de Andorra, por donde circulaba la pasta como circula hoy por las Islas Caimán, Gibraltar o el estado de Delaware, enclaves a los que en España solemos denominar paraísos fiscales y a los que muchos americanos de habla española prefieren llamar guaridas fiscales, locución que expresa mejor el carácter opaco de los servicios financieros que allí se prestan. Rafael Álvarez El Brujo habla de los mitos griegos estableciendo analogías con el presente, algunas tan oportunas como esta que acabo de resumir libremente. “Todo está en la Wikipedia, no me invento nada”, le dice a un público regocijado durante el comienzo de Iconos, su espectáculo recién estrenado en el Festival Internacional de Mérida.
Sobre el escenario ciclópeo del Teatro Romano, El Brujo habla de la fuerza del destino a través de cuatro grandes personajes trágicos: Edipo, Medea, Antígona y Hécuba. Pero lo que nos cuenta de ellos no es lo que dijeron Sófocles y Eurípides, sino episodios poco conocidos, que se transmitieron oralmente desde la época de la Guerra de Troya hasta la de la Grecia Clásica. Versiones encontradas de las proezas de estos personajes y de sus desventuras se propagaron por los mentideros de la Hélade de manera análoga a como corren hoy toda suerte de certezas y de bulos sobre nuestras clases dirigentes.
En este sistema de analogías, los asesores políticos y los laboratorios de ideas actuales cumplen idéntico papel que los oráculos de por aquel entonces; el Vellocino de Oro clavado por Frixo en un roble es una obra de arte en la naturaleza como las que firman Agustín Ibarrola y Richard Long; y la diferencia mayor entre los heroicos argonautas y los sufridos internautas es la tecnología usada.
En boca de El Brujo, el infiel Jasón y la espabilada Medea son una pareja asimétrica como las hay a la vuelta de cualquier esquina
En boca de El Brujo, el infiel Jasón y la espabilada Medea son una pareja asimétrica como las hay a la vuelta de cualquier esquina, y la serpiente guardiana del vellocino resulta una “fuerza progresista”, porque hace avanzar la historia. A menudo, el juglar interrumpe su relato para reencarnar a los personajes mencionados. Con un zumbido que produce poniendo su lengua contra los dientes mientras hace un gesto diabólico con ambas manos, esboza la figura del ofidio en cuestión.
El actor lucentino hermana en su relato los poemas del Ciclo tebano de la Grecia arcaica con el Mahabharata hindú. “Edipo”, sugiere, “traía un karma”, pues Layo, su padre, violó al joven Crísipo, quien, desesperado, se suicidó. “Entonces, Pélope, el progenitor de Crísipo, maldijo a Layo, que transmitió a su hijo el karma genético”. Que las taras morales paternas lastren el futuro de sus retoños resulta plausible. Del mismo modo que, añado de mi cosecha, el dietilestilbestrol, hormona sintética administrada para prevenir abortos espontáneos en millares de mujeres embarazadas entre 1940 y 1971, no solo aumentó la prevalencia de cáncer de útero entre quienes la consumieron, sino que también incrementó el riesgo de que sus hijas desarrollaran al alcanzar la pubertad un carcinoma uterino o un cáncer de mama.
El relato de El Brujo corre como un arroyo cristalino, pero se despeña a veces por el abismo de ciertos chistes que bien podrían haberse calzado en algún programa de El Club de la Comedia. Al final, Iconos resulta más disperso que los espectáculos suyos donde hace la exégesis de una única obra literaria, como es el caso de Los dioses y Dios, estrenado en Mérida en 2021, que giraba en torno al Anfitrión de Plauto.
Iconos. Texto y dirección: Rafael Álvarez El Brujo. Festival de Mérida, hasta el 14 de julio.
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