‘La señorita de Trevélez’: La Manada, hace cien años

Fellini llamó a este grupo humano arquetípico I Vittelloni (Los inútiles), en su película de 1953, que retrata a una pandilla de varones jóvenes sin provecho. Arniches había retratado a una cuadrilla similar en La señorita de Trevélez (1916): el Guasa Club, integrado por cuatro zánganos de una capital de provincias, cuyo único objetivo vital es reírse de gente indefensa. Tienen estos prendas un aire de familia con los miembros del quinteto que violó a una joven de 18 años durante los Sanfermines de 2016, que en sus comunicaciones a través de WhatsApp se nombraban a sí mismos como La Manada. Un siglo separa al grupo de ficción del real. Uno prefigura al otro: su incapacidad para sentir el dolor ajeno es idéntica.

Arniches, regeneracionista, como Joaquín Costa, creía que la educación universal y la difusión de la cultura habrían de mejorar la condición humana: así lo expresa mediante una moraleja al final de La señorita de Trevélez, tragedia grotesca reestrenada en el Teatro Fernán Gómez, en una certera versión compuesta por Ignacio García May y dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente. Dramaturgo y director han respetado la peripecia y el lenguaje originales, pero han operado ciertos cambios. Por economía, García May funde en uno solo los personajes de Tito Guiloya y de Pablito Picavea, respectivamente cerebro y mano ejecutora del Guasa Club, sin que eso suponga una merma: al contrario, el Guiloya resultante tiene un empaque mefistofélico, encarnado por Críspulo Cabezas. En el tercer acto, el dramaturgo madrileño saca a escena a la protagonista (Arniches la dejó fuera), y le ha escrito a Gonzalo de Trevélez una réplica lapidaria, con la que pone de relieve la insuficiencia de las recetas regeneracionistas.

El montaje de Pérez de la Fuente actualiza las referencias arnichescas: el cuarteto de guasones provincianos, vestido matissianamente por Almudena Huertas, se conduce como el peligroso cuarteto de drugos de La naranja mecánica; el paisaje diseñado por Ana Garay lleva las escenas exteriores a un universo de pesadilla; la música, escogida y mezclada por Ignacio García, está omnipresente pero en un discreto segundo plano… Los trece actores hacen un trabajo físico elocuente, a caballo entre el realismo y el expresionismo, en el que sobresalen Daniel Albadalejo, Silvia de Pé (Gonzalo y Florita), José Ramón Iglesias, Noelia Marló, Julia Piera y Rodrigo Sáinz de Heredia.