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Juego de influencias y miradas

La seducción que ejerce la pintura en la fotografía antigua y contemporánea, objeto de una exposición organizada por Caixaforum y la National Gallery

José Ángel Montañés
En 'Mantenlos dulces', 2010, de Maisie Maud Broadhead, el fotógrafo realiza una alegoría literal del cuadro barroco 'La riqueza', de Vouet, pintado en 1635.
En 'Mantenlos dulces', 2010, de Maisie Maud Broadhead, el fotógrafo realiza una alegoría literal del cuadro barroco 'La riqueza', de Vouet, pintado en 1635.

El 3 de mayo de 1808 las tropas napoleónicas fusilaron a un grupo de guerrilleros españoles que se oponían al dominio de las tropas invasoras francesas. El dramático momento lo plasmó Goya en su pintura Los fusilamientos del tres de mayo. Doscientos años después, José Manuel Ballester, recrea la misma escena a partir de una fotografía del mismo tamaño que la obra original, en la que ha eliminado, digitalmente, a los soldados y sus víctimas y tan solo queda la lámpara y el charco de sangre, por lo que el espectador, que reconoce el entorno utilizado por Goya, tiene la sensación de asistir al momento inmediatamente posterior al fusilamiento.

La obra es una de las 130 que pueden verse en la exposición Seducidos por el arte. Pasado y presente de la fotografía, que analiza la relación entre la fotografía antigua y la obra de algunos de los fotógrafos más innovadores de la actualidad con la pintura. Organizada por la National Gallery y la Obra Social de La Caixa. Tras verse en Londres, ayer se inauguró ayer en Barcelona hasta mayo.

La obra de Ballester, '3 de mayo' que evoca la de Goya sobre los fusilamientos y donde los personajes se han eliminado digitalmente
La obra de Ballester, '3 de mayo' que evoca la de Goya sobre los fusilamientos y donde los personajes se han eliminado digitalmente

Retratos, desnudos, naturalezas muertas y paisajes de pintores como Turner, Ingres, Vernet, pero también Boticelli, Velázquez o Caravaggio, inspiraron muchas de las fotografías creadas a partir de la segunda mitad del siglo XIX. También los trabajos de muchos artistas contemporáneos, compartiendo objetivos, estilos visuales y planteamientos técnicos. Algunas influencias son muy evidentes, como las imponentes vírgenes de carne y hueso recreadas por Maise Broadhead y Helen Chawick, que beben directamente de obras como La riqueza, pintada por Simon Vouet en el siglo XVII, o la Virgen de la leche, que el Maestro de Castelsardo pintó en el siglo XV, y que ha descendido desde Museo Nacional de Arte de Cataluña, MNAC, donde se expone, hasta Caixaforum, para formar parte de este exposición.

En otras, la influencia es más sutil. Es el caso de La habitación destruida, una fotografía de color en gran formato de Jeff Wall que abre la exposición. En esta especie de ‘paisaje de después de la batalla’, en la que la estancia aparece arrasada, podemos ver, eso sí, tras una segunda lectura, que estamos, por composición y color, ante una moderna La muerte de Sardanápalo, una de las pinturas más famosas de Delacroix.

Este juego de miradas y de influencias, de búsqueda de puntos en común y fuentes de inspiración, es lo que pretende la exposición. La comisaria Hope Kingsley, conservadora de Educación y Colecciones del Wilson Centre for Photography, explicó durante la presentación de la muestra, que el "montaje busca que el visitante se mueva por la sala buscando la comparación entre las obras y las imágenes". La cantidad de imágenes hace que el ejercicio pueda llegar a ser agotador.

‘La espléndida riqueza de junio’, de Latour (1886) y, a la izquierda, ‘Blow Up’, de Ori Gersht (2007).
‘La espléndida riqueza de junio’, de Latour (1886) y, a la izquierda, ‘Blow Up’, de Ori Gersht (2007).

Retratos de familia actuales de la mano de Tina Barney, Thomas Struth y Martin Parr, contrapuestos con las pinturas de Thomas Gainsbororugh o Van Dyck, donde se aprecia que este género se ha modernizado poco; imágenes llenas de candor, como las de la joven en bañador de Rineke Dijkstra que nos remite a la mismísima Venus pintada, seis siglos antes por Boticellí; el espectacular tatuaje en forma de pulpo que cubre casi todo el cuerpo de un hombre fotografiado por Richard Learoyd en 2011, que nos trae a la memoria la clásica escultura de Laocoonte y sus hijos; la naturaleza muerta y explotada —literalmente— creada por Ori Gersht, una de las obras con más fuerza de la exposición, situada junto a un bello bodegón floral de Latour; la imagen del bombardeo estadounidense contra posiciones libanesas en 2001 que capturó con su cámara Luc Delahaye, junto a La batalla de Jemappes pintada por Émile Vernet en 1821, o la enorme fotografía del mismo autor sobre una reunión de la OPEP celebrada en Viena en 2004, que a escala real tiene mucho que ver, por sus claroscuros barrocos, con las obras de Caravaggio, son solo unos cuantos de los juegos de influencias y miradas que propone esta “activa” exposición.

Las obras, procedentes de más de cuarenta museos y colecciones de todo el mundo, como el Louvre, El Prado, el Museo de Orsay, la Biblioteca Nacional, el MNAC o la Tate Gallery, el Victoria and Albert Museum y el Wilson Centre for Photography, los tres de Londres, viajarán en junio a Madrid.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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