Tapiró, el pintor antropólogo
El MNAC reúne por primera vez 25 acuarelas realizadas por el artista de Reus Los cuadros destacan por su representación etnológica de la sociedad de Tánger del XIX
Cada año el pintor Josep Tapiró (Reus, 1836) se embarcaba en un vapor que lo llevaba desde Tánger "la puerta de África", donde se había instalado a vivir en 1877, hasta Londres, donde vendía la media docena de acuarelas que había pintado durante el invierno en esta ciudad africana. Así durante años. Por eso, la mayor parte de las detallistas obras que pintó Tapiró en sus últimos cuarenta años de vida están dispersas por medio mundo. Lo ha comprobado Jordi Carbonell comisario de la exposición Josep Tapiró. Pintor de Tánger,que se inaugura mañana en el Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC), en la que se pueden ver, por primera vez juntas, 25 de sus obras en las que queda patente su fascinación por este mundo exótico y desconocido.
Tapiró, un virtuoso acuarelista —en un momento en el que la acuarela era muy apreciada— que creaba obras de fractura impecable y de gran realismo, fue famoso y celebrado por crear un lenguaje y una técnica propia. Cada año se esperaban sus obras en el mercado anglosajón con impaciencia, pero, tras su muerte en 1913, cayó en el olvido y desapareció del panorama artístico, siendo un auténtico desconocido en Cataluña.
La mayoría de sus obras son retratos de santones tangerinos, músicos ambulantes, representación de ritos atávicos y ancestrales, como la excelente y casi fotográfica Fiesta de los issawa, bandidos, criados, indigentes y novias jóvenes enjoyadas y maquilladas a la manera tradicional en los que “Tapiró, a diferencia de otros orientalistas como Delacroix o su gran amigo Fortuny, va más allá de lo pintoresco y la visión epidérmica y repleta de clichés y realizaba un trabajo antropológico, casi científico, reflejando las tradiciones de los distintos grupos sociales que vivían en Túnez a finales del siglo XIX”, explica Carbonell, que lleva 15 años investigando la vida del pintor y ha identificado cerca de 400 obras. Lo explica junto a El santón Darkaguy de Marrakech, de 1895, en la que aparece un venerable anciano de tez morena, que el MNAC compró con 90.000 de los 205.000 euros ingresados por el museo con la famosa boda india de la familia Mittal, del pasado mes de diciembre.
“Viviendo en Tánger, consiguió llegar adonde ningún otro pintor europeo había conseguido, como asistir a ceremonias religiosas prohibidas, incluso se disfrazó de mujer para colarse en un gineceo, mostrando mayor rigor documental y cuidado objetivismo que el resto”. Y la prueba de su integración es, según este profesor de la Universitat Rovira i Virgili, el hecho de que los musulmanes se dejaran retratar por el.
Después de ser muy conocido y cotizado, ya que estaba considerado el mejor acuarelista de género orientalizante, tras su muerte cayó en el olvido. Tanto, que la última vez que se pudieron ver unas cuantas obras suyas expuestas fue en 1907 en Reus, donde se encontraba unos días y se le pidió que expusiera algunas de las acuarelas que no había conseguido vender en Madrid.
Tampoco queda rastro de su presencia en Tánger. Por ejemplo: La calle donde vivía se llamaba, desde finales del siglo XIX, Estudio Tapiró. “Ahora, se llama Faquih Haraui”, según Carbonell.
Pese a todo, sus obras siguen estando cotizadas y si salen en subastas acaban en museos de países árabes, como varios de los santones y novias que conserva el Museo del Orientalismo de Doha en Qatar, que han viajado a Barcelona. Otros, han acabado en manos de colecciones particulares. "Hubo un momento en que empresarios de Reus compraron obras suyas". Es el caso de Novia bereber (1883) que, tras exponerse en Londres y ser mostrada a los príncipes de Gales (todo un éxito), fue adquirida por el coleccionista reusense Ferran Miró. En 1948, sus herederos, la donaron a los Museos de Arte de Barcelona y hoy forma parte de los fondos del MNAC.
El director de este museo, Pepe Serra, explicó que el coste total de la muestra es de 130.000 euros, que incluye la primera monografía de Tapiró “que no catálogo”. Las dos son las primeras, explicó, de una serie que se dedicarán a “vindicar artistas catalanes y ponerlos en valor”. El próximo será, en octubre, Carles Casagemas, el amigo suicida de Picasso.
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