La realidad virtual pone al maltratador en la piel de su víctima
Una investigación somete a hombres condenados por violencia machista a experiencias virtuales para mejorar la empatía y la percepción de emociones
“¿Qué coño haces?”, “¡Que te calles!”, grita un hombre al otro lado de la habitación. “Hablar por teléfono es lo que te gusta, ¿no? Pues eso se va a acabar”, chilla lanzando un teléfono al suelo. El hombre no es real; tampoco la escena de violencia que recrea. Se trata de una reproducción en realidad virtual de una situación de violencia machista. Él que amenaza es un avatar y, en el cuerpo de la víctima, con apariencia de mujer, está un hombre real, condenado por violencia de género, que, con unas gafas de realidad virtual, observa la escena como parte implicada, en el cuerpo de una mujer. Todo forma parte del experimento que han llevado a cabo investigadores del Instituto de Investigaciones August Pi i Sunyer (IDIBAPS), vinculado al hospital Clínic de Barcelona, para estudiar el comportamiento de los maltratadores cuando se ponen en los zapatos de las víctimas.
El avatar que grita e intimida se dirige, desafiante, a su víctima. La amenaza no es real pero cuando el avatar se le acerca, el maltratador real, de forma inconsciente, da un paso atrás. Reconoce, por primera vez, el miedo de la víctima.
En el marco de un estudio científico, publicado recientemente en la revista Scientific Reports, los investigadores han recurrido a la realidad virtual para que un grupo de hombres condenados por violencia de género se sometan, desde la perspectiva de las víctimas, a las situaciones de violencia que ellos mismos generaban. El resultado constata lo que ya habían reportado algunas investigaciones internacionales, que confirmaban las dificultades del maltratador para identificar emociones como el miedo o la ira.
Con este estudio, los científicos del IDIBAPS demostraron que los maltratadores tienen un déficit de reconocimiento emocional. La investigación señala, además, que, a través de las escenas de realidad virtual, en las que viven las situaciones violencia desde los ojos de la víctima, estos hombres pueden mejorar la empatía y su capacidad para identificar las expresiones de miedo en las mujeres. “Hemos corroborado que personas con un comportamiento violento tienen déficit de percepción de emociones en las caras de sus víctimas y esto está vinculado también a la expresión de las emociones y a la empatía”, sintetiza una de las autoras, Mavi Sánchez, investigadora del IDIBAPS y jefa del equipo Neurociencias de Sistemas.
Los científicos del IDIBAPS sometieron a 39 participantes (20 hombres condenados por violencia de género y 19 hombres del grupo de control) a una inmersión virtual en una situación de violencia machista. Con unas gafas de realidad virtual y unos auriculares, el maltratador real se observa ante un espejo, en el cuerpo de una mujer, de la víctima. Los investigadores quieren que se identifique visualmente con ella y practican con él unos ejercicios en los que el participante ve que las respuestas del cuerpo virtual y el propio son las mismas. “Hemos trabajado muchos años en el embodiment [encarnación, en castellano], que es asimilar el cuerpo virtual como propio. Estudiamos cómo hacerlo y qué impacto tiene en otras personas a través de la realidad virtual”, explica Sánchez.
Una vez reconocido el cuerpo virtual como propio, un avatar masculino entra en la habitación y reproduce una escena de violencia psicológica y verbal. Grita, amenaza, lanza objetos e incluso se encara con el participante. “El objetivo final es disminuir la reincidencia y el resultado es que produce un cambio en la capacidad de reconocer emociones, como el miedo de las mujeres”, señala la investigadora del IDIBAPS. Ayuda a ello que el avatar masculino interactúa con el agresor real, ahora en el cuerpo de la víctima: lo sigue con la mirada y le manda callar, por ejemplo.
Los agresores admiten haber sentido miedo e intimidación
Este dispositivo ya se utiliza en algunos centros de rehabilitación en Barcelona, donde acuden los hombres condenados por primera vez por violencia machista, que eligen someterse a una medida penal alternativa, como un curso de rehabilitación. Aunque no se trata de una terapia rehabilitadora ni hay datos de que esto reduzca el riesgo de reincidencia, el resultado, agrega la investigadora, es positivo en cuanto a la mejora de la empatía y la percepción de emociones.
Los participantes reconocen haberse sentido amenazados. “El tío ese me ha hecho sentir como se siente mi mujer cuando discuto con ella, o cuando tenemos algún problema”, admite uno de ellos. Los agresores reales reconocen haber sentido miedo e intimidación.
Sánchez asegura que este sistema de realidad virtual se puede utilizar en otros ámbitos de conductas violentas, como en situaciones de acoso escolar. Según el Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género (VioGén) del Ministerio del Interior, desplegado en 2007, a diciembre de 2017 se habían reportado cerca de 400.000 víctimas de maltrato. Entre 2003 y 2017 se registraron 921 víctimas mortales.
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