La herencia de Puyal
Sembró lo que reivindica: profesionales comprometidos con el periodismo responsable y medios al servicio del oyente
Después de 42 años siguiendo desde la radio los partidos del Barça, Joaquim Maria Puyal (1949) ha decidido dejarlo. Obviamente no se perderán las retransmisiones en catalán que él introdujo. Unas retransmisiones que se han multiplicado por muchas emisoras desde que Puyal hizo la primera en 1976 en Ràdio Barcelona de la Cadena Ser y luego, a partir de 1983, en Catalunya Ràdio. Se perderá una manera muy personal de entender la narrativa radiofónica y un esfuerzo, en los inicios, para usar un catalán correcto pero que no sonara artificioso.
Con ayuda de lingüistas, Puyal actualizó los códigos en catalán del lenguaje futbolístico, recogiendo algunas expresiones vivas que, como él mismo ha explicado, no hubo que inventar (xutar de cara a barraca) y resucitando otras expresiones que habiendo sido escuchadas en los campos de fútbol no estaban vivas porque ni la radio, ni la televisión, ni la prensa hablaban en catalán. Como muestra de riqueza léxica no evitaba el uso de sinónimos (bimba, pilota, esfèrica), algunos con más fortuna que otros. Con todo, fracasó en algunas adaptaciones de idiomas extranjeros, como llamar refli (referee) al árbitro.
Puyal actualizó los códigos en catalán del lenguaje futbolístico, recogiendo algunas expresiones vivas y resucitando otras que no lo estaban porque ni la radio, ni la televisión, ni la prensa hablaban en catalán
Ramon Besa ha escrito que le animaban los retos, la capacidad de reinventarse y le estimulaba la buena competencia, a la que siempre respetó. De Puyal, el oyente recordará su catalán pero también expresiones que se han convertido en intransferibles, únicamente son suyas, como aquel “Urruti, t’estimo” o, para no ir muy lejos, el “Déu existeix! Això és un miracle i Déu és culer”, cuando el sexto gol de Sergi Roberto clasificó al Barça en la Champions frente al Paris Saint Germain en la histórica fecha del 8 de marzo de 2017.
Puyal administraba muy bien el doble público radiofónico que lo escuchaba. El que está viendo el partido, en un televisor o desde el propio campo (porque mucha gente se llevaba Puyal consigo al Camp Nou) y el que únicamente lo está escuchando a él y necesita más datos sobre las jugadas que el primero. Entraba en la crónica exacta de la jugada cuando ésta se lo merecía, pero en los minutos con un juego de trámite o simplemente aburrido evitaba al oyente insistir en ese aburrimiento. Era el momento, con ayuda de un equipo al que le dio protagonismo, de la especulación, de la filosofía, del dato. Lo que más temía era el resbalón en este punto y decir Iniesta cuando debía decir Messi. “Me mataría cuando me pasa eso”, llegó a contar en una ocasión.
Porque Puyal es un periodista exigente que, además, se ha tomado la molestia de reflexionar sobre su oficio. En su libro Aicnàlubma cita un manifiesto suyo de 2010 donde reivindica la necesidad que tiene el periodismo de hacerse imprescindible, ayudando a discriminar los mensajes verdaderos en mitad de la lujuria digital. En el libro reclama profesionales comprometidos con el ejercicio del periodismo responsable y unos medios al servicio del receptor. Un servicio que Puyal ha prestado en esos 42 años.
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