El gasto farmacéutico crece pero no alcanza las cifras previas a la crisis
Salud achaca el incremento “a la entrada de nuevos medicamentos más caros que los ya presentes en la oferta y que los desplazan”
El gasto farmacéutico a cargo del Servicio Catalán de la Salud ascendió a 1.432 millones de euros en 2017. La cifra continúa su tendencia al alza desde que tocase fondo en 2013 (1.325 millones), pero todavía no alcanza el techo de 2009 (1.836), previo al impacto de la crisis. Los recortes ejecutados durante la recesión —copago, reducción de precios y tasa del euro por receta, entre otros— adelgazaron la factura y apretaron los cinturones a los boticarios. La crisis acabó y la facturación remonta, aunque los farmacéuticos avisan de que el crecimiento se explica por el tirón de las farmacias hospitalarias, con productos más caros.
Fuentes del Departamento de Salud achacan el incremento del gasto farmacéutico “a la entrada de nuevos medicamentos más caros que los ya presentes en la oferta y que los desplazan”. “Los nuevos medicamentos de precio elevado toman cada vez más peso dentro de la facturación, implican una tendencia al alza del coste por receta y, consecuentemente, un incremento de la facturación total”, agregan estas fuentes. Los boticarios, por su parte, matizan que, mientras la facturación de sus negocios crece alrededor del 2%, la de la farmacia hospitalaria “alcanza los dos dígitos”.
Desde 2009, el número de recetas dispensadas también ha ido fluctuando al compás del gasto y las medidas de ajuste ejecutadas por las administraciones. Los fármacos con receta administrados por las farmacias comenzaron a caer a partir de 2011, cuando se registró la cifra de 154,6 millones de recetas dispensadas. Desde entonces no se han vuelto a recuperar esas cotas. “Aquí hay dos factores: medicamentos que ya incorporan multimoléculas, que es una combinación de terapias en una sola pastilla. Y, por otra parte, hay una colaboración entre farmacéuticos y atención primaria a la hora de racionalizar la prescripción en la atención a la cronicidad”, explica Joan Calduch, tesorero del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona. Fuentes de la consejería añaden que “el sistema de la receta electrónica ha permitido la implementación de medidas de racionalización de las prescripción y de la dispensación del consumo”.
Con todo, si bien es cierto que el nuevo paradigma pasa por combatir la sobremedica-ción, una de las caídas más acusadas en la dispensación de recetas coincidió con la puesta en marcha de la controvertida tasa del euro por receta, una medida desplegada por el Gobierno de Artur Mas entre junio de 2012 y enero de 2013, cuando fue declarada inconstitucional. En esos años se registró una caída del 7% en las recetas dispensadas, que pasaron de 141,8 millones a 131,9. El cobro de un euro adicional por receta dispensada estaba pensada como elemento disuasorio para evitar la adquisición abusiva de fármacos, pero un estudio del propio Departamento de Salud reveló, varios años después, que esa tasa redujo el consumo de otros medicamentos potencialmente vitales, como tratamientos para la hipertensión o la diabetes, sobre todo entre los pensionistas.
Los más vendidos
Calduch señala que en las boticas hay, actualmente, dos tipos de poblaciones de medicamentos: “Los de los genéricos, que mantienen el coste bajo, y los que desplazan el precio medio al alza, que son fármacos que se dan por su mayor coste-efectividad, como los medicamentos anticoagulantes, insulinas, para el colesterol e inhaladores para el asma y el EPOC”. Según el Departamento de Salud, los fármacos más vendidos son el omeprazol (7,4 millones de envases dispensados), un protector gástrico; el paracetamol (6,8 millones); la simvastatina, para regular los niveles de colesterol; el ácido acetilsalicílico que, según la dosis, tiene indicaciones como antiagregante, analgésico y/o antinflamatorio; el antihipertensivo enalapril; el antidiabético, metformina; y el lorazepam, un ansiolítico. Entre los fármacos de dispensación hospitalaria destacan la somatotropina (hormona del crecimiento) , el infliximab y el adalimumab (anticuerpos monoclonales para tratar la artritis reumatoide, colitis ulcerosas o soriasis) o los antineoplásicos paclitaxel y cetuximab, entre otros.
Con todo, los fármacos más caros no son siempre los más vendidos. El medicamento con el precio más alto del mercado que se puede encontrar en una farmacia comunitaria es el pegvisomant, un medicamento para tratar la acromegalia que cuesta 3.602 euros el envase y del que se dispensaron el año pasado 485 unidades. En el podio, lo acompaña otro tratamiento para la misma dolencia (es una enfermedad rara de origen endocrino): se llama lanreotida y cuesta unos 1.104 euros cada envase. En 2017 se dispensaron 3.544 unidades. Con todo, los fármacos más caros son de dispensación hospitalaria, destinados a muy pocos pacientes con enfermedades raras. El que tiene el precio más alto es la idursulfasa, para tratar el síndrome de Hunter. El fármaco se administra a seis personas y cuesta unos 395.961 euros por paciente.
Los fármacos más caros
Son todos de dispensación hospitalaria y, la mayoría, para enfermedades hereditarias.
Idursulfasa. 395.961 euros por paciente. Combate la enfermedad de Hunter. Se administra a seis pacientes.
Galsulfasa: 353.132 euros. Síndrome de Maroteaux-Lamy. Cuatro pacientes.
Alglucosidasa alfa: 323.829 euros. Enfermedad de Pompe. 11 pacientes.
Laronidasa. 251.860 euros. Síndrome de Hurler. Dos pacientes.
Eculizumab. 246.501 euros. Hemoglobinuria paroxismal nocturna y el síndrome hemolítico urémico atípico. 49 pacientes.
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