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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El bullicio de Nueva Orleans, en Razzmatazz

Trombone Shorty envuelve a mil personas en una exaltación contagiosa de ritmo

Trombone Shorty, en Razzmatazz.
Trombone Shorty, en Razzmatazz. LORENZO DUASO

Trombone Shorty volvió a petarla. Cada vez que pisa un escenario barcelonés los ánimos se desatan y aquello se convierte en una gran fiesta bulliciosa y alborotada, Y, sobre todo, como si en su Nueva Orleans natal estuviéramos, nadie deja de bailar ni un solo segundo. Dos horas reconfortantemente agotadoras.

Este vez la cita volvió a ser en la sala Razzmatazz. Más de mil personas se reunieron para lo que iba a ser una exaltación contagiosa de ritmo. Muchas conversaciones en idiomas foráneos y mucho ajetreo en los minutos de espera previos, unos quince en este caso, como si los presentes ya notaran el ritmo en sus entrañas incluso antes de comenzar la fiesta. En esa expectación quedó ya claro que todos sabían lo que iban a ver, no había despistados.

Trombone Shorty & Orleans Avenue

Festival Guitar BCN
Sala Razzmatazz
Barcelona, 29 de marzo de 2019

Se apagaron las luces y la locura, sana y contagiosa pero locura a fin de cuentas, se apoderó de la sala. A partir de ahí ni un momento de respiro, ni siquiera cuando Trombone Shorty tomaba aire y no paraba de gritar “¡Barcelona, Spain!”.

La propuesta de Trombone Shorty es tan sencilla como apabullante y se puede resumir, si fuera necesario, en el ritmo de las calles de Nueva Orleans, esa mezcla de funk y jazz con connotaciones tanto de hip hop como de música latina y que encuentra su base en las second lines que se montan al regreso de los funerales. Una mezcla muy especiada y de fácil digestión en la que el ritmo perpetuo consigue que hasta los solos más complejos de trombón o de trompeta se digieran con inusitada facilidad, nada que ver con un concierto de jazz al uso.

Trombone Shorty cantó con desgarro, se contorsionó recordando a James Brown, citó sin pudor a Cab Calloway (y el público le coreó la estrofa), se explayó ampliamente con el trombón, de lo gutural a lo insinuante, y demostró pericia con la trompeta, en especial cuando invocó el espíritu de Louis Armstrong tocando en el más puro estilo tradicional de la ciudad de ambos un On the sunny side of the street para el recuerdo. Combinó astutamente la parcela más musical con momentos de pura exhibición que levantaban aun más al personal, en especial su utilización de la respiración circular con la trompeta.

Trombone Shorty domina sus tres instrumentos, voz, trombón y trompeta, pero sobre todo domina el escenario, domina el ritmo y sabe contagiarlo. Cubriéndole las espaldas se trajo una sólida banda de ocho miembros en la que destacaron una vez tras otra los dos saxofonistas, tenor y barítono; apabullante el trio de sopladores paseándose por el escenario con toda la sala gritando y en movimiento.

Trombone Shorty es un auténtico espectáculo de los que vale la pena degustar y dejarse llevar de tanto en tanto.

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