Los nuevos test, un camino hacia la normalidad mientras llegan las vacunas
Las pruebas de antígenos, con sensibilidades elevadas, baratas y con resultados en minutos pueden facilitar la vuelta a las aulas o la eliminación de cuarentenas en aeropuertos
Para una civilización que ha enviado humanos a la Luna o domado el poder del átomo, las defensas frente a la pandemia del coronavirus son tremendamente rudimentarias. Quedarse en casa, alejarse de la gente, taparse la boca con un trozo de tela. En unos meses es probable que se pueda contar con las primeras vacunas y las pruebas PCR ofrecen cierta capacidad para controlar la expansión del virus, pero las aportaciones de las tecnologías punteras para mejorar nuestras condiciones de vida han escaseado. Algo que podría cambiar esa tendencia son las nuevas pruebas de antígenos. Estos test, que costarán unos seis euros y pueden comprobar si alguien está infectado en quince minutos, hacen más factible una vuelta a las aulas realmente controlada, evitar las cuarentenas en aeropuertos o, incluso, asistir a espectáculos masivos. Ahora, aunque las PCR se pueden realizar en cuatro horas, los resultados suelen tardar entre uno y dos días en llegarle al paciente, y, además, necesitan maquinaria y personal especializado.
En marzo, cuando comenzaba lo peor de la crisis pandémica, algunas empresas vendieron test rápidos que buscaban proteínas del SARS-CoV-2, pero el virus aún se conocía poco y la sensibilidad era tan baja (de alrededor del 30%), que eran inútiles. Desde entonces, un gran número de empresas ha mejorado los resultados y en los últimos días, dos grandes farmacéuticas como Abbott y Roche han anunciado que también sacarán al mercado pruebas con una sensibilidad que se empieza a parecer a la de las pruebas PCR. Roche, que estima que tendrá disponible en el mercado europeo su test a finales de septiembre, afirma que tiene una sensibilidad del 96,52% (de 100 contagiados, 3,5 darían falsos negativos) y una especificidad del 99,68% (lo que quiere decir que un positivo lo es con una certeza casi total). Estas pruebas solo requieren una persona con preparación para tomar bien la muestra, a través de un hisopo que se introduce por la nariz. Después, esa muestra se pone en un kit parecido al del test de embarazo y se obtiene el resultado.
Los primeros test de antígenos tenían una sensibilidad del 30% y ahora ya superan el 95%
“Si cumplen lo que prometen supondrá un paso muy importante”, afirma Carmen Cámara, inmunóloga del Hospital de La Paz, en Madrid, que señala la necesidad de realizar ensayos en el mundo real para conocer con precisión la sensibilidad más allá de los pequeños grupos en los que se han probado hasta ahora. Inmaculada Casas, investigadora del Área de Virología del Centro Nacional de Microbiología del Instituto de Salud Carlos III, coincide en que serán necesarios estudios clínicos para comprobar la sensibilidad y en que estos test pueden ser una herramienta muy útil. “El valor del positivo sería indiscutible y serviría para el cribado de grandes grupos, como lo que se quiere hacer con los profesores, por ejemplo. Después, los que den negativo, se podrían someter a PCR”, añade. Además de ser un gran filtro, esta tecnología liberará los recursos y el personal necesario para hacer PCR cuando realmente se necesita.
Un paso más allá en el desarrollo de estos test rápidos sería realizarlos a partir de muestras de saliva, algo que eliminaría la incomodidad de las muestras a través de la nariz y la necesidad de una persona preparada para tomarlas. No obstante, aunque varios grupos de investigación y empresas trabajan en el desarrollo de este tipo de pruebas y hay varios estudios que indican que las muestras de saliva son tan válidas como las de la nariz y la faringe, aún existen dudas prácticas sobre su fiabilidad. Por el momento, las principales casas comerciales apuestan por el método tradicional, aunque tanto en Galicia como en Euskadi están trabajando en el desarrollo de este tipo de pruebas en hospitales públicos. En EE UU, la agencia del medicamento (FDA) ya ha dado aprobación de emergencia para esta forma de realizar los test de antígenos.
Belén Barreiro, vicepresidenta de Asebio, una asociación que aglutina a gran parte del sector biotecnológico español, también considera que los test de antígenos “tienen muchísimo que aportar”. Barreiro, que en los primeros meses de la pandemia reclamó que el Gobierno colaborase con las empresas biotecnológicas para mejorar la capacidad de hacer test, también enfatiza la importancia de una validación de la sensibilidad de las pruebas a partir de algún “laboratorio de referencia”. En su opinión, aunque estas pruebas no detectan cantidades tan pequeñas del material genético del virus como las PCR, “pueden ofrecer una información interesante”. Con las PCR se amplifica el material genético del virus y una persona que trabajase en un laboratorio podría estar en contacto con ese material y dar positivo por contaminación. “La PCR puede detectar cargas virales que no llegan a ser infectivas. Los de antígenos, sobre todo si los combinamos con test de anticuerpos [que detectan si alguien ha pasado la enfermedad y ha generado una respuesta inmune] pueden ayudar a identificar quién es realmente infectivo”, concluye. En este sentido, aún está por comprobar la capacidad de los test de antígenos para no dejar escapar a los infectados asintomáticos, que también suelen tener una carga viral inferior.
Por último, Barreiro destaca que, además de grandes compañías como Abbott o Roche, hay otras de menor tamaño que también están ofreciendo soluciones. Atrys Health, por ejemplo, trabaja en un dispositivo portátil de diagnóstico basado en la tecnología de grafeno, para desarrollar test que tengan resultados fiables en menos de 15 minutos. Biolan, otra empresa española, también desarrolla pruebas, en este caso de anticuerpos, para que se puedan realizar en cualquier lugar y sin necesidad de laboratorios. Barreiro, que también es directora general de Ingenasa (Inmunología y Genética Aplicada, SA), advierte de la importancia de fortalecer compañías del país ante la posibilidad de que en caso de escasez cada país vele solo por sus intereses. “En caso de que vuelvan a fallar los suministros, sería importante que tengamos nuestras propias reservas para mantener nuestra capacidad diagnóstica”, concluye.
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