Las lecciones internacionales de la desescalada señalan las flaquezas de España
Un equipo de expertos publica en ‘The Lancet’ un análisis del desconfinamiento de varios países en el que destacan problemas en el seguimiento de los contagios y falta de criterios claros para tomar medidas
En su rueda de prensa del 3 de abril, los líderes de la Organización Mundial de la Salud advertían de que los países que se apresuraran a levantar las restricciones diseñadas para contener la pandemia de coronavirus corrían el riesgo de una recesión económica aún más severa y prolongada provocada por un resurgimiento de los casos. Y añadían: los líderes mundiales deben fortalecer sus sistemas de salud pública para no entrar en un ciclo interminable de confinamientos. Un estudio que publica hoy The Lancet recupera esta advertencia, como una profecía cumplida parcialmente, al analizar cómo ha sido la desescalada en nueve países ricos de Asia y Europa. En la comparación hay muchos factores a tener en cuenta, pero un par de países han mostrado mayores dificultades para completar con éxito la tarea: el Reino Unido y España.
Para el equipo internacional de especialistas que ha estudiado el desconfinamiento de estos países, las autoridades británicas y españolas no han conseguido establecer un “sistema efectivo de búsqueda, testeo, rastreo, aislamiento y apoyo antes de aliviar las restricciones”. Esta importante carencia explicaría los problemas que enfrenta ahora España, pero no es el único que señalan estos especialistas, tras estudiar su evolución junto a la de Alemania, Noruega, Hong Kong, Japón, Nueva Zelanda, Corea del Sur y Singapur. Los autores identifican cinco áreas clave que se deben tener en cuenta al reducir las restricciones: conocimiento de los niveles reales de infección, participación de la ciudadanía, capacidad del sistema para seguir los contagios, capacidad del sistema sanitario y medidas de control fronterizo. En cuatro de estos parámetros España no sale bien parada al comparar sus medidas con las de estos otros países ricos.
Por ejemplo, en lo que respecta a los niveles claros para determinar las restricciones y su relajación, el estudio indica que las autoridades españolas no han sido precisas: “España ha publicado un panel de indicadores, incluyendo parámetros epidemiológicos, de movilidad, sociales y económicos, aunque sin ponderación explícita en el proceso de toma de decisiones”. Y añaden: “No se ha establecido un umbral específico de ningún indicador. El Gobierno ha declarado que cada región de España puede relajar las restricciones a un ritmo diferente”. Uno de los autores de este estudio, el epidemiólogo Alberto García-Basteiro (ISGlobal), criticaba en una entrevista en EL PAÍS que “los ciudadanos muchas veces no entienden por qué en su barrio sí se toman medidas y en el vecino no”, como se ha visto estos días en Madrid.
Las autoridades británicas y españolas no han conseguido establecer un “sistema efectivo de búsqueda, testeo, rastreo, aislamiento y apoyo antes de aliviar las restricciones”
En cuanto a la capacidad de seguir los contagios, España tampoco alcanza el mínimo que se debería esperar para iniciar la desescalada, como le sucede al Reino Unido. La implicación ciudadana sí se consigue, ya que se impusieron las medidas recomendadas de distanciamiento social y uso de mascarillas. Pero la capacidad del sistema sanitario español es un gran talón de Aquiles, por sus carencias de partida, agravadas por la falta de recursos y equipos para proteger a los sanitarios frente a la primera ola. “España ha experimentado una disminución de la fuerza laboral sanitaria desde el inicio del brote debido a las altas tasas de infección entre los trabajadores de primera línea. En abril de 2020, 15.000 trabajadores de la salud estaban enfermos o autoconfinados, lo que representa el 14% de los casos confirmados en el país”, señala el trabajo.
Además, indican que España solo contaba con 10 camas de cuidados intensivos por cada 100.000 habitantes, frente a las 34 de Alemania. Y añaden que, como el Reino Unido, su sistema de salud ha sufrido las consecuencias de una década de austeridad. Por último, España es el único de los países analizados que no impuso cuarentenas o restricciones a los viajeros procedentes del exterior tras abrir sus fronteras el 1 de julio, resalta el estudio.
En definitiva, todas estas carencias han provocado que España ofrezca, junto a Alemania, “un recordatorio del enorme potencial de resurgimiento si no se implementan salvaguardias integrales”. No obstante, hay otras medidas españolas que se destacan, como la decisión de dedicar grandes sumas de dinero a fortalecer el sistema sanitario y los negocios, así como la creación de un ingreso mínimo vital que beneficia a dos millones y medio de personas.
“Cada vez hay más conciencia de que no se trata de volver a la normalidad anterior a la pandemia, sino de hacer una transición gradual y cautelosa a una nueva normalidad, mientras estamos dispuestos a volver a imponer medidas cuando sea necesario”, advierte una de las autoras del trabajo, Helena Legido-Quigley, de la Universidad Nacional de Singapur. Tanto Legido-Quigley como García-Basteiro forman parte del grupo de 20 especialistas que reclaman al Gobierno una evaluación externa de la gestión de la pandemia, y que tienen previsto reunirse con el ministro Salvador Illa la semana que viene.
Los expertos reconocen que algunos países partían con varias ventajas, como un hábito previo en el uso de mascarillas: “La experiencia con pandemias pasadas en la región Asia Pacífico supuso que estaban más preparados que los países europeos, donde las políticas de austeridad económica han debilitado el sistema de salud en los años previos a la crisis actual”. Por eso, aplauden como buenas prácticas recomendables algunas de las decisiones tomadas por algunas de estas naciones. Por ejemplo, las pruebas de detección de casos en lugares de paso con el coche de Corea del Sur y las burbujas sociales de Nueva Zelanda, que proporcionan un ejemplo exitoso de medidas sostenibles, ya que permiten la interacción social al tiempo que reducen la transmisión, según estos especialistas.
“Nuestra revisión de las experiencias internacionales identifica lecciones que los gobiernos pueden aprender de los éxitos y fracasos de los demás. No estamos recomendando que se repitan exactamente las mismas medidas en diferentes países, pero no es demasiado tarde para que los gobiernos consideren nuevas soluciones políticas desarrolladas por otros países y las adapten a su propio contexto”, apunta Legido-Quigley.
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