La sonda robótica ‘Athena’ ya está en la Luna, pero se desconoce el resultado final del aterrizaje
La segunda misión de la compañía privada Intuitive Machines para la NASA tiene como principal objetivo buscar agua helada en zonas de sombra perpetua y allanar el camino a futuros viajes tripulados
Athena, una sonda privada de la empresa Intuitive Machines, ha intentado posarse en la Luna en la tarde de este jueves —a las 18:32, hora peninsular española—, y convertirse así en la nave que más cerca ha aterrizado del Polo Sur del satélite natural de la Tierra. Esta misión espacial no tripulada es fruto de una colaboración entre la NASA y empresas espaciales, en marcada dentro del programa Artemis para volver a llevar astronautas a la Luna antes de 2030.
A las 18:30 y con la nave ya colocada en vertical para aterrizar, Intuitive Machines ha perdido los datos de telemetría de la nave durante la fase final de la maniobra; algo que entraba dentro de lo previsto. Las primeras informaciones sugieren que el motor ha seguido funcionando un tiempo tras posarse la sonda. Mientras el centro de control de la misión sigue intentando comunicarse con la nave, que ya está sobre la superficie de la Luna, la orientación de Athena y su estado preciso siguen siendo confusos. Al inicio de la retransmisión, Intuitive Machines comunicó que podría tardar hasta dos horas tras el aterrizaje en obtener una imagen que esclareciera el resultado de la maniobra.
Siete días después de su lanzamiento desde el Centro Espacial Kennedy, en Florida (EE UU), llegó el momento clave para la misión IM-2, destinada a marcar un hito geográfico en la nueva carrera espacial de exploración lunar: posarse a tan solo 160 kilómetros del Polo Sur, en la enorme llanura situada en la cima del Mons Mouton, la montaña más alta de la Luna. Además, tiene el objetivo científico de buscar reservas de agua alrededor del lugar donde se haya posado.
En las horas previas al aterrizaje, Athena había comenzado a descender desde su órbita a unos 100 kilómetros de altura sobre la superficie lunar hasta los 14 kilómetros y una velocidad 6.000 kilómetros por hora. A las 18:16 comenzó la maniobra autónoma de aterrizaje con un encendido de motores para frenar la nave. Durante ese prolongado frenazo, la sonda continuó tomando imágenes y ejecutando decisiones para autoconducirse hacia el lugar de aterrizaje que previamente identificó desde la órbita.
Para Intuitive Machines es el segundo intento de lograr un alunizaje perfecto. El 23 de febrero de 2024, Odisseus —un aterrizador robótico del mismo modelo que Athena— logró posarse en la superficie lunar, convirtiéndose en la primera nave de EE UU en hacerlo tras el final del programa Apolo de vuelos tripulados en 1972. Tras el júbilo desatado en el control de la misión y en la sede central de NASA —que financia estas misiones— por haber regresado a la Luna después de más de 50 años, llegaron unas horas de espera e incertidumbre como las de hoy. Finalmente, se comprobó que en realidad la nave se había roto una pata y había volcado al aterrizar. Aquel incidente limitó el alcance de los experimentos científicos de la sonda.
Athena es la segunda sonda en llegar a la Luna en menos de una semana, después de que el pasado domingo la Blue Ghost —de otra empresa estadounidense, Firefly Aerospace— alunizara con una maniobra perfecta y se convirtiera así en la primera nave privada en hacerlo. Ambas sondas forman parte de la iniciativa CLPS (siglas en inglés de Servicios Comerciales de Carga Lunar (CLPS) que la NASA ha puesto en marcha junto con empresas del sector espacial para preparar el terreno al regreso de astronautas a la Luna, todavía previsto para antes del final de esta década dentro del ambicioso programa espacial Artemis. Tras varios años de retrasos y una acumulación de sobrecostes que se ha disparado, esas misiones tripuladas a la Luna de la agencia espacial de EEUU están en cuestión desde la llegada al poder en enero de Donald Trump, que ha encargado a Elon Musk un plan para recortar miles de millones de dólares en el gasto de la administración federal.
A la espera de conocer los planes de Trump y Musk con respecto a las misiones tripuladas —que han declarado su deseo de ir directamente a por un objetivo mucho más ambicioso: Marte— lo cierto es que el retorno de robots a la Luna, medio siglo después, está siendo una aventura tecnológica de alto riesgo. Tras el éxito de China en 2013, convirtiéndose en el tercer país en lograrlo tras EE UU y la Unión Soviética, llegó un rosario de fracasos. En 2019 se estrellaron una sonda de la agencia espacial india y otra de la compañía israelí SpaceIL, mientras que en 2023 fallaron los japoneses de la empresa Ispace y también la agencia espacial rusa Roscosmos. Ese mismo año, la India se convirtió finalmente en la tercera nación en la Luna. Y en 2024, las dos primeras misiones del programa CPLS de la NASA se saldaron con un fracaso en enero de una sonda de Firefly Aerospace y como un éxito parcial en febrero, tras el aterrizaje con voltereta lateral de Odysseus en la misión IM-1 de Intuitive Machines. En el último episodio de ese arriesgado juego de ingeniería espacial, todavía no está claro si la moneda de Athena —en la actual misión IM-2— ha caído de cara, de cruz... o de lado.
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