La sala cerrada del tesoro y la intención de Alberto García-Alix
En 1607, Kepler descubrió una mancha solar con ayuda de la cámara oscura aunque, en un primer momento, pensase que se trataba del planeta Mercurio. Años más tarde, en 1656, Velázquez se sirvió de la cámara oscura para precisar sus famosas Meninas
En algún sitio dejó escrito Susan Sontag que las fotografías expresan la vulnerabilidad de las vidas que se dirigen hacia su propia destrucción. A lo que habría que añadir que esto se hace evidente en los retratos realizados por Alberto García-Alix.
Porque hay un momento que los ojos del personaje retratado se asoman a decirnos algo que no se termina de decir del todo, siendo nuestra propia mirada la encargada de completarlo. Es solo una impresión de las tantas que provocan las fotografías de Alberto García-Alix, ya sean retratos o instantes robados que vienen a afirmarse como una extensión de la consciencia humana.
Para alcanzar a Alberto García-Alix hay que tomar el impulso suficiente y remontarse a la China del siglo V a.C, donde el filósofo Mozi experimentó la primera “sala cerrada del tesoro” en una habitación oscura a la que había hecho un pequeño agujero —estenopo— en una de sus paredes. Por dicho orificio, y en la pared opuesta al estenopo, se proyectaba la imagen invertida del mundo exterior. A partir de aquí, los fotones del mundo cuántico marcarán una línea de luz a través de la historia donde la ciencia, léase Kepler, o el arte, léase Velázquez, se servirán del tesoro de la cámara oscura para proyectar sus avances.
Sin ir más lejos, en 1607, Kepler descubrió una mancha solar con ayuda de la cámara oscura, aunque, en un primer momento, pensase que se trataba del planeta Mercurio. Por el contrario, en 1631, el sacerdote y astrónomo Pierre Gassendi, sirviéndose al igual que Kepler de una cámara oscura, descubrió la sombra del planeta Mercurio, aunque, en un primer momento, pensase que se trataba de una mancha solar.
Siguiendo el curso de la historia del arte, lo de Velázquez queda más cerca de Alberto García-Alix y de su proyecto titulado Fantasías en el Prado; un trabajo donde el fotógrafo realiza fundidos de distintas obras de la pinacoteca para revelar nuevos significados a la imagen resultante. No falta quien asegura que Velázquez, para su famoso cuadro Las Meninas, se habría servido del uso de la cámara oscura, consiguiendo así la perspectiva sobre el lienzo a partir de la proyección de otro cuadro de menor tamaño. De esta manera se explicaría la precisión en el trazo.
Podríamos decir que Velázquez se sirvió de la “sala cerrada del tesoro”, de la misma manera que Alberto García-Alix se sirve de la huella fantasma que permite el revelado a la hora de mezclar una imagen con otra. El resultado nunca es estático, sino que fluye ante nuestros ojos hasta jugar con la ilusión. Lo que consigue Alberto García-Alix es llevarnos hasta las figuras fantasmas, las que no aparecen en aquella primitiva imagen tomada por Louis Daguerre, la de El bulevar du Temple, fechada 1838.
Dice Susan Sontag, a propósito de esta imagen tomada por Daguerre, que es aquí donde “da comienzo el inventario”, por ser la primera foto donde aparece la figura humana. “Desde entonces se ha fotografiado casi todo, o eso parece”. Los únicos seres humanos que salen en la imagen de Daguerre lo hacen en chiquitito, en una esquina, y hay que forzar la vista para apreciar sus figuras que se muestran como si fueran estatuas. Se trata de un hombre limpiando los zapatos a otro hombre. Son las únicas personas que aparecen en la foto, ya que, el tiempo de exposición para impresionar la imagen —cerca de 10 minutos— no permitió dejar fijadas a las demás personas que transitaban por aquella calle.
Su mismo movimiento las convirtió en hombres y mujeres invisibles para la larga aventura de un invento que, siguiendo la leyenda artúrica, juega con la luz proyectada a través de un agujero abierto en la sombra por el cuerno de un unicornio. Luego está Alberto García-Alix, que se sirve de esta magia para expresar la vulnerabilidad de las vidas que retrata sobre un fondo que viene a ser la realidad del mundo.
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