Roberto Sánchez: “No puedes trabajar solo seis horas y media si aspiras a hacer radio de excelencia”
El periodista cierra la temporada de ‘Si amanece nos vamos’ en la cadena SER con 98.000 oyentes mientras promociona su libro ‘Lineas cruzadas’ y escribe el siguiente: “Estoy cosechando lo sembrado en 40 años de picar piedra delante y detrás de los micrófonos”, confiesa
Quedamos para un café a las 7 de la tarde, su “media mañana”, en su barrio, uno de esos nuevos distritos a las afueras de Madrid de grandes avenidas y bloques con piscina. Nos guarecemos de la calorina en uno de los bares de la zona, con sus pantallas gigantes preparadas para ver la final de la Eurocopa de este domingo. Sánchez está feliz. A medianoche, la hora en que otros se van a dormir, se presentará en la radio para, de 4 a 6 de la madrugada, facturar con su equipo el último programa de la temporada de Si amanece nos vamos con público en el estudio para celebrar el fin de curso. Después, empezará sus vacaciones de mes y medio de estrella de la radio, medio en el que empezó a trabajar, sin cobrar, a los 17 años y en el que ha hecho de todo. Está como nunca, confiesa.
¿Cuánto guion hace falta para que su programa suene improvisado?
Todo. Desde que nos despertamos, mi equipo y yo estamos pendientes de la actualidad para darle la vuelta, contarla de otra forma y ser, a la vez, el primer periódico de la mañana. Eso son muchas más horas de las que estamos en antena. Me hizo gracia el otro día un tuit de un oyente. Decía que se sentía estafado porque, como emitimos en streaming, nos vio leer papeles y nos acusó de estar guionizados. La estafa es lo que hacen otros en otras radios: llegar y soltar lo que les da la gana. Se nota mucho cuando lo escuchas.
Y no mira a nadie...
No se trata de señalar a compañeros, porque tampoco lo achaco a la falta de profesionalidad. La radio ha sido el patito feo o el hermano pobre de los medios y, si no tienes equipo y muchas horas de trabajo detrás no puedes hacer el mismo producto, aunque seas el mejor profesional del mundo.
¿Cuánta piedra ha picado usted en las ondas?
Toda la del mundo, pero muy a gusto, y me ha servido para aprender muchísimo. No me quejo. Soy un privilegiado. Desde los 16 años he querido hacer esto. Mi padre tenía una empresa y yo podía haber tenido la vida resuelta trabajando con él, pero mi pasión era esto. Estudiando en el instituto, me iba los domingos por la noche a Radio Juventud de Barcelona a esperar a que un señor, que hacía un programa de motor, acabara antes de hora y meterme en el estudio de extranjis a presentar música.
Gratis, claro.
Claro. Y he sido la estrella de una radio municipal por 40.000 pesetas. Pero ya digo que no me quejo. Todo eso me permitió dirigir programas desde muy joven. Porque me gustaba. Tampoco creo eso que venden ahora muchos medios a la gente joven de que tienes que trabajar gratis a cambio de visibilidad: eso es una tomadura de pelo. El trabajo tiene que estar pagado dignamente y respaldado por derechos laborales, pero, más allá de eso, yo me tomo esto con la disciplina y la motivación de un deportista de élite. Es decir, no puedes trabajar solo 6 horas y media si quieres hacer una radio de cierta excelencia.
La jornada laboral en la cadena SER es de 7 horas.
Y está muy bien tenerlas aseguradas por convenio. Ahora, pregúntale a cualquiera de las estrellas, a [Carles] Francino, A Àngels [Barceló]. Esas horas las pasan casi en antena. Antes y después hay mucho más trabajo que todo eso.
¿Lo suyo es vicio, vocación, servicio público?
De todo eso un poco. Yo no llevaría tan bien la profesión y sus peajes ni me entregaría tanto si lo mío no fuera vocacional. Este trabajo ni puede ni debe ser como el de un contable de banca.
¿Y les exige lo mismo a sus colaboradores?
No creo que se deba exigir. Tú, al elegir a tus colaboradores, valoras esa predisposición, crees ver en ellos esa pasión y luego, poco a poco, se va produciendo una especie de selección natural. Los que se van quedando conmigo son los que se criban ellos mismos, entre los que tenemos este vicio y esta enfermedad, hay quien sigue tus ruedas y quien se va cayendo del pelotón. He tenido becarias que me han durado un día, porque esto era muy duro para ellas. Y a gente, que, teniendo todas las ganas del mundo, su naturaleza no le permitía este horario, este vivir al revés. Mejor que se den cuenta cuanto antes, esto no va de sufrir.
Sus colaboradores con gente muy joven. ¿Qué le aportan?
Me gusta rodearme de gente joven, vital, que tenga los ojos muy abiertos. En este oficio no se puede perder comba.
Con 58 años le llamarán ‘boomer’, claro.
No, te voy a dar una buena noticia. He estado haciendo una investigación sociológica y ni tú ni yo somos boomers [ríe]. Somos generación X, por los pelos. Y, por nuestra profesión, por ese tener que tener los ojos y la parabólica siempre alerta, somos casi milenials [se parte]. En serio, siempre he sido un poco friki de la tecnología y una de las cosas que hago para ponerme a su nivel, que me tomen más en serio, y no vean al boomer que dirige el programa es darles truquitos del iPhone que ni ellos controlan. A cambio, soy de los primeros que me entero de lo que significa PEC [por el culo] en su jerga y me hago el guay con mis hijas, que, a sus 27 y 28 años, han bajado la guardia y se creen al tanto de todo. Así todos ganamos.
Dicen que, trabajando de noche, se pierden años de vida. ¿Le compensa?
Llevo casi vida de monje, pero es la que quiero. De salud estoy de miedo, estoy mejor que nunca porque hago lo que me gusta. He desayunado a las 3 de la tarde, cenaré a las ocho y media, me echaré una siesta de nueve y media a 10 de la noche, entrará a currar a las 12 y me acostaré entre 7 y 8. Digamos que llevo una vida de Australia viviendo en España.
¿A quién se imagina al otro lado?
Tenemos 98.000 oyentes, muchos fieles, pero no son siempre los mismos. Desde el operario que está de turno en la planta de Firestone de Burgos, al ejecutivo que tiene que coger un avión a las 5, o la señora de Vilassar que nos escribió diciendo que se operó de una tontería de los ojos, se quedó ciega y, desde entonces, somos sus ojos y su antena al mundo. Hay muchas circunstancias de la vida que te pueden dejar insomne, o hacerte madrugar o trasnochar, y querer o necesitar compañía. Creo que la SER se dio cuenta de que cerrar mi primera etapa del Si amanece, que duró de 1994 a 2012 fue dejarle el camino libre a la competencia, y ahora estamos en el camino de recuperar ese público.
Con ese programa había ganado el premio Ondas en 2009. ¿Cómo vivió aquello?
Fue una decisión empresarial y lo viví como una injusticia. Hacia mí y hacia todo el trabajo que habíamos hecho. Creo que los hechos nos han dado la razón. Aquello me hizo tener alguna duda sobre si mi vocación tenía sentido. Aquello me obligó a cambiar totalmente mi sistema de vida. Si quería seguir en la élite, en la crema de la radio, tenía que venirme de nuevo a Madrid, teniendo a mis hijas en Barcelona. Tiendo a ver la parte positiva. Era lo que había que hacer, y lo hice.
Le hago la pregunta que nunca se le hace a los hombres. ¿Pensó en la conciliación familiar al hacerlo?
Está muy bien que me la hagas, porque he puesto mucho de mí para no perder el contacto con mis hijas. Cada fin de semana iba a verlas, o venían ellas, y algo habré hecho bien cuando siguen queriendo verme y viajar conmigo. Tengo todos los puntos del mundo del AVE. En el tren es donde más estaba conmigo mismo y donde he escrito el grueso de mis libros. Me han servido para apaciguar mi hiperactividad, mi incapacidad de dejar mi mente en blanco. En ellos he volcado mi mundo interior y algunos demonios. Me sirven de terapia.
¿Ha ido a terapia, a secas?
Sí, ha habido etapas de mi vida en las que las he necesitado, como quien necesita ir al traumatólogo. He pasado por un divorcio, por el divorcio profesional y de ruptura de vida de volver a Madrid. Y he tenido la gran suerte de que todos mis terapeutas han avalado la gran capacidad que tengo de sanar por dentro y de ver enseguida donde está la puerta de salida. Me han ayudado muchísimo.
¿Dónde queda su ego?
Si te refieres a premios y reconocimientos, tengo mi vanidad cubierta. Al revés, creo que he pecado muchas veces de excesivamente modesto. Si hubiera sido más borde y hubiera pegado una patada en la puerta de un despacho, igual me hubieran ido diferente las cosas a corto plazo. Pero no soy así, he preferido ser bueno, y no me arrepiento. Por eso, a veces, a mis personajes les pongo esa pátina de mala leche que yo no he tenido, y tampoco les va bien, no te creas.
¿Ha envidiado a alguien o sentido envidia de otros?
Me dijo una vez un psicólogo de recursos humanos que hay dos cosas que nadie admite: ser desaseado o envidioso. Con esta premisa, te digo que lo que sí admito es que he sentido admiración de la admiración que despiertan otros, y he tratado de aprender de lo bueno de ellos.
Su libro ‘Líneas cruzadas’ tiene el Procés como telón de fondo. Llamándose Roberto Sánchez Ruiz y habiendo nacido en Barcelona, supongo que le habrán tachado a veces de ‘charnego’.
Muchas, y a mucha honra. Tengo ocho apellidos andaluces, mi familia es de Antequera. Por eso llevo tan mal que, diciendo lo mismo en Madrid y en Barcelona, en Madrid seas un peligroso nacionalista catalán y, en Barcelona, un españolista pijo cayetano al que le falta llevar la pulserita de España. Y yo soy el mismo aquí y allí. Esas contradicciones, que novelo a través de los personajes del libro, son las que tendríamos que analizar y hacérnoslas mirar.
¿Cómo llevó pasar de ser el ‘número 1′ de su propio programa a ser el segundo del de otra persona?
Depende de quién sea el 1. En mi caso fue Carles Francino, en La Ventana. Él me dio mi sitio. Me dijo: tú eres Roberto Sánchez, tú tienes un Ondas, tú no tienes que demostrar nada. Tuvimos la humildad de aprender y dejar conocernos. Me lo tomé como un máster y cuándo, en agosto del 2021, cerré La ventana y abrí el Si amanece lo hice más sabio y más fuerte. En cierta manera, creo que estoy cosechando lo que he sembrado. Haciendo una torre con toda la piedra que he picado.
Humor no le falta.
El humor es la puerta de salida de la que te hablaba. Y, mira, en eso no voy a ser modesto: yo bullo por dentro desde niño. No puedo dejar la mente en blanco. Mi madre decía que era un payaso, y en esto no voy a ser modesto. Soy un buen actor. Si no hubiera sido periodista, hubiera sido payaso.
SI AMANECE NOS VAMOS
Roberto Sánchez Ruiz (Barcelona, 58 años) tenía tanta hambre de micrófono que, a los 17 años, mientras estudiaba COU, se escapaba los domingos por la noche a Radio Juventud de Barcelona a esperar que le dejaran presentar discos durante un rato prestado. "Menos mal que mis padres hablaron con un señor del Instituto de Radio Televisión Española que les recomendó que estudiara Periodismo, y les hice caso, porque yo lo único que quería era trabajar en la radio", recuerda ahora. Fue así, con una beca de estudios, como empezó a trabajar en la cadena SER. Hasta hoy. Sánchez presentó y dirigió el mítico programa nocturno Si amanece nos vamos entre 1994 y 2012, cuando, después de ganar un premio Ondas en 2009, la empresa decidió cancelar el espacio. Después de una etapa como número 2 y sustituto de verano de Carlos Francino en la dirección y presentación del programa de tarde La Ventana, Sánchez recuperó el formato, con el que ha conseguido congregar a 98.000 oyentes, según el último Estudio General de Medios. Paralelamente, ha desarrollado una carrera como escritor de novelas. Sus últimos dos títulos, Noche en vela y Líneas cruzadas, están publicados por Plaza y Janés.
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