Año Wagner, capital Barcelona
Faltan unos meses, pero el Teatro del Liceo se adelanta al centenario del compositor en complicidad con la Orquesta y el Coro del Festival de Bayreuth, que interpretarán tres de sus óperas en versión de concierto
Cuenta el crítico barcelonés Joaquín Marsillach (1859-1883) de su primer encuentro con Richard Wagner, en Bayreuth en 1881, que la esposa del compositor, Cosima, le explicó que de haber sabido del clima de la población del norte de Baviera el músico hubiera elegido una ciudad más meridional para levantar el Festspielhaus, el teatro donde cada verano desde 1876 se representan sus óperas. Marsillach fue un precoz e incansable apóstol que predicó con fervor la buena nueva de la música de Wagner, que escuchó por primera vez en 1877, cuando a los 18 años acudió a un sanatorio suizo para tratarse la tuberculosis que acabó con su vida a los 24 años, después de haber asistido al estreno de Parsifal y de haber escrito, en 1879, un ensayo biográfico sobre el compositor, biblia para los convertidos a la fe wagneriana que en el último cuarto del siglo XIX rápidamente germinó en Barcelona.
Este sábado, más de un siglo después, la capital catalana se convierte hasta el próximo 6 de septiembre y por segunda vez en su historia en el Bayreuth meridional y el Teatro del Liceo en su Festspielhaus, donde la Orquesta y el Coro del festival wagneriano, meca de los devotos del compositor alemán, inaugurarán, antes que en ningún otro lugar del mundo, la conmemoración del bicentenario del nacimiento del compositor, que se festeja en 2013, con la interpretación, en versión de concierto, de tres óperas: El holandés errante, Lohengrin y Tristán e Isolda, en una prolongación, fuera de la ciudad alemana, del célebre festival.
En cuestiones wagnerianas, Barcelona siempre se olvida del seny y exhibe su rauxa al mundo. Ya en 1914, cuando las obras de Wagner habían cambiado de forma radical la manera en la que el público escuchaba ópera en el Liceo —en el estreno de La valquiria en 1899 se apagaron por primera vez las luces del teatro en una representación operística—, la capital catalana se marcó el tanto de ser la primera ciudad del mundo en representar Parsifal tras expirar la exclusividad que ostentaba el Festspielhaus de Bayreuth transcurridos los 30 años tras la muerte de Wagner que había fijado el propio compositor.
Los teatros de ópera del mundo se prepararon para ofrecer a su público el festival escénico sagrado el 1 de enero de 1914, pero el Liceo, en su afán por hacer de Barcelona la primera ciudad wagneriana del mundo después de Bayreuth, regateó cual Messi a todos y sin contravenir la voluntad de Wagner al estrenar la obra a las 23.00 (existía una diferencia horaria con Alemania de una hora menos) del 31 de diciembre de 1913 para acabar la representación a las cinco de la madrugada del 1 de enero 1914, con el público exhausto y somnoliento, pero consciente de haber asistido a un acontecimiento cultural e histórico.
Hito histórico en los anales wagnerianos que Barcelona repitió en 1955 al aceptar el Festival de Bayreuth la invitación de la ciudad, como ahora, para instalarse durante 15 días en el Liceo. Fue aquella la primera vez que el festival salió del santuario wagneriano, algo que hasta ahora solo había sucedió en otra ocasión, en 1970, a Japón, con motivo de la Exposición Universal de Osaka. El “Bayreuth ibérico” con el que fantasearon en 1912 los wagnerianos de Barcelona y Madrid en el Monasterio de Piedra para festejar, hace un siglo, el primer centenario del nacimiento de Wagner y el Bayreuth del sur que en 1955 soñó crear en Barcelona el Patronato Pro-festivales Wagner parece definitivamente cristalizar ahora con esta segunda visita a Barcelona del Festival de Bayreuth.
Méritos no le faltan a la capital catalana y el director artístico del Liceo, Joan Matabosch, reivindica para el coliseo lírico barcelonés ADN wagneriano, pese a que la primera ópera de Wagner que se representó en Barcelona, Lohengrin, fue en un teatro de la competencia, el Principal, en mayo de 1882, nueve meses antes de la muerte del compositor. No fue hasta casi un año después cuando el Liceo empezó su iniciación wagneriana, también con Lohengrin, al que siguieron el resto de títulos del catálogo wagneriano, excepto Parsifal, hasta que llegados al final del siglo XIX los wagnerianos ya eran legión.
¿Cómo explicar esa sintonía de la música germánica en una ciudad mediterránea como Barcelona? La obra de Wagner no era solo música, suponía también la construcción de un imaginario que enaltecía valores esenciales de la identidad nacional, como la lengua y la tradición, que encajaban como un guante en los postulados teóricos del movimiento literario-patriótico catalán de la Renaixença.
Ya nada queda de esos valores añadidos en la obra de Wagner. Ahora sus óperas se escuchan y juzgan atendiendo a las virtudes musicales de los interpretes, la orquesta, el coro, los solistas, el director musical y el de escena, en esta ocasión ausente por tratarse de versiones de concierto, lo que ahorrará disgustos a los aficionados al librarse de protestados montajes este verano en Bayreuth como los de El holandés errante y Tristán e Isolda para concentrar su atención en la excelente orquesta, el maravilloso coro del festival y los solistas.
El Festival de Bayreuth en el Liceo
Estas son las óperas con los solistas y directores musicales que la Orquesta y Coro del Festival de Bayreuth ofrece en el Teatro del Liceo de Barcelona en versión de concierto hasta el 6 de septiembre.
El holandés errante. Dirección musical: Sebastian Weigle. Intérpretes principales: Ricarda Merbeth, Franz-Josef Selig, Samuel Youn, Michael König, Christa Mayer y Benjamin Burns. 1 y 4 de septiembre.
Lohengrin. Dirección musical: Sebastian Weigle. Intérpretes: Klaus Florian Vogt, Annette Dasch, Susan Maclean, Thomas J. Mayer, Wilhelm Schwinghammer y Ralf Lukas. 2 y 5 de septiembre.
Tristán e Isolda. Dirección musical: Peter Schneider. Intérpretes: Robert Dean Smith, Iréne Theori, Robert Holl, Michelle Breedt, Jukka Rasilainen, Ralf Lukas, Arnold Bezuyen, Clemens Biber y Martin Snell. 6 de septiembre.
Babelia
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