Raf Simons atisba el futuro de Dior
El estreno del modisto en el ‘prêt-à-porter’ de la firma se salda con un triunfo
La monumental caja blanca, erigida para albergar la primera colección prêt-à-porterde Raf Simons para Dior, resultó profundamente simbólica de los tres factores que se alinearon ayer en París. Por un lado, la nívea estructura efímera donde tuvo lugar el desfile, poderosa representación del minimalismo sintético de Simons, el diseñador belga de 44 años que en julio tomó posesión de la dirección creativa de la marca francesa. Por el otro, a modo de telón de fondo, el Hotel de los Inválidos, sinónimo de la tradición arquitectónica parisiense. Y el tercer factor, las infernales hordas de paparazi que pujaban por lograr una foto de Robert de Niro, Kanye West o la princesa de Tailandia accediendo al recinto: la exposición global que viene de la mano de LVMH, el grupo de lujo número uno del mundo.
Pasado, presente y futuro. Herencia, individualismo, capital. He aquí la santísima trinidad que se conjuntó en el estreno de Simons. Si bien el diseñador ya reveló su visión para Dior en el desfile de alta costura del pasado mes de julio, es imposible no vislumbrar la plétora de símbolos que enmarcó su colección de distribución (más) masiva para la marca estrella de LVMH.
Dentro de la caja blanca, una serie de pequeños recintos replicaban el ambiente intimista de los salones de alta costura de antaño. Las concesiones al universo modernista de Simons: ventanas de alturas irregulares de donde colgaban cortinas de tul en tonos pastel.
Con 31 minutos de retraso comenzó el desfile. Ritmos tecno de Detroit (recordatorios del espíritu originalmente urbano de Simons) pavimentaron el camino para el primer look, desfilado por la modelo Daria Strokous. Inevitable y previsiblemente, una derivación de la chaqueta Bar que Christian Dior acuñó en 1947. Si bien ya John Galliano se explayó de modo exhaustivo sobre las posibilidades de esta prenda iconoclasta, el nuevo director creativo logró presentarla de una forma personal y relevante para los tiempos que corren. En versión esmoquin de lana negra, asociada a pantalones de corte pitillo, pañuelo de seda al cuello y zapatos de punta afilada (sin la plataforma ortopédica que marcó el estilo de Galliano), la chaqueta Bar resulta hoy poderosamente viable.
El tema del traje masculino para la noche imperó durante la primera sección del desfile, en la que Simons investigó sus derivaciones en versión minivestido, chaqueta maxi y combinación de pantalón. La dualidad entre femineidad y masculinidad, entre seducción y restricción, se abrió con una serie de micro vestidos abullonados de organza metalizada. Lo interesante de estas piezas fue su combinación con pantalones cortos, una posibilidad que el creador belga había sugerido ya en el desfile de alta costura. La pregunta de si esta asociación es viable para las clientas de Dior queda por responder, pero es imprescindible destacar un hecho indiscutible: esta fórmula será adaptada e imitada ad infinitum en los meses venideros.
“Hubo una idea de restricción seguida por una emancipación psicológica”, dice Simons en el programa del desfile sobre el New Look que Christian Dior acuñó en 1947, contra los dictados de austeridad de la II Guerra Mundial. “Los cimientos de la casa son una reacción a las restricciones. Yo también quise hacer eso”. Esta intención se evidenció en las valientes combinaciones de colores, gráficas rayas horizontales y modernistas exploraciones textiles. La silueta, una dicotomía de severas líneas rectas y hábiles curvaturas, hablaron más de Simons (y de su trabajo para Jil Sander, donde fue director creativo desde 2005 hasta el pasado mes de marzo) que de la herencia de Christian Dior. Pero, justamente, es posible que aquí se resuma la fórmula del éxito para el creador: en la reacción a las restricciones del pasado, en el aprovechamiento de las posibilidades de una herencia, está la síntesis para el futuro de una de las marcas más emblemáticas de nuestro tiempo.
Babelia
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