Una ópera prima que hizo escuela
Se cumplen 40 años de 'Mateo solo bien se lame', el disco de debut del uruguayo Eduardo Mateo
Días después de que Uruguay resonara en el mundo a partir de la desaparición de un avión de su Fuerza Aérea que transportaba a un grupo de jóvenes rugbiers que se enfrentaría con un par chileno en el lado austral de la Cordillera de los Andes, en octubre de 1972 salió a la venta en Argentina el primer disco en solitario de uno de los grandes mitos de la canción rioplatense. Así como la tragedia registrada en 1993 en la cinta Alive, la ópera prima de Eduardo Mateo también estuvo marcada por el instinto de supervivencia. El advenimiento de ese trabajo sólo fue posible gracias a la iniciativa de la cantante oriental Diane Denoir, socia y musa del icono montevideano, quien intercedió para su realización en Buenos Aires, en los estudios ION, un año antes, mientras le daba forma a su álbum de estreno para el sello De La Planta, y a la paciencia del productor argentino Carlos Píriz, pues, al denotar la desprolijidad y obsesión del entonces ex integrante del grupo El Kinto, que pedía borrar y repetir cada toma que plasmaba, hasta que regresó sin previo aviso a su ciudad natal, decidió por su cuenta, y sin que el artista lo supiera, grabar todas las sesiones para luego elegir el repertorio y mezclar los temas.
A cuatro décadas de su lanzamiento, Mateo solo bien se lame es el disco debut de uno de los artistas de música popular más brillantes de la nación rioplatense, así como el punto de partida de una escuela de juglares uruguayos que tiene en Jorge Drexler a su mayor referente for export. “Es un álbum sumamente original y refinado que proponía la novedosa combinación de candombe, bossa nova, folk, rock y ritmos hindúes, caribeños y árabes, al igual que textos muy simples, aunque al mismo tiempo vagos”, explica Guilherme De Alencar Pinto, musicólogo y periodista brasileño, autor de la biografía de Eduardo Mateo titulada Razones locas (1994). “Se lanzó precedido de mucha expectativa porque en esa época él ya era una leyenda”. A lo que el cantautor Fernando Cabrera inscribe: “Ese trabajo fue capital debido a que se separa de lo que venía sucediendo en el rock local y de la canción criolla de ese momento. Además de que desarrolla el ‘toco’, ritmo de dos pulsos, simple y efectivo, que Mateo tomó de una película de plantaciones con esclavos o algo así. Chiche Cabral, percusionista de El Kinto, reivindica conjuntamente el invento”.
Si bien su obra está influenciada por la samba, la bossa nova y el candombe (junto con la murga es la banda de sonido del carnaval uruguayo), amén de un breve pasaje por la música beat, la sensibilidad otoñal del exponente fallecido en 1990, a los 49 años, está en sincronía con la de artistas del temperamento de Nick Drake o Syd Barret, al tiempo que Mateo solo bien se lame es un álbum que se adelantó incluso al Basement Tapes (1974) de Bob Dylan, considerado el primero hito de este enfoque estético del sonido. Argumentos, y estos son apenas algunos, que transforman al cantante, guitarrista y percusionista en uno de los artistas latinoamericanos cuyo descubrimiento al mundo aún está en deuda. “‘Bien se lame’ quiere decir ‘se arregla bien’ en el Río de la Plata. De manera que el título significa ‘Mateo se revuelve bien solo’, en alusión a que toca todos los instrumentos y hace las voces”, argumenta De Alencar Pinto. “Hay muchas cosas fascinantes en el disco en sí y en su historia: la forma casi casual de cómo se dio la oportunidad de grabarlo, el hecho de que se hizo a desgano de parte de su protagonista, y esa colección de temas que es toda una bomba de ideas musicales y poéticas, y de estados afectivos”.
Las 13 canciones que componen el primer elepé unipersonal de Eduardo Mateo, quien a lo largo de su vida padeció la inestabilidad (artística, familiar, psiquiátrica y económica), comenzaron a ser revisitadas desde los ochenta. “Aunque es un trabajo muy parejo, me quedo con Quien te viera y De nosotros dos (en la que queda en evidencia el “toco” y la espontaneidad de la grabación)”, apunta Franny Glass, trovador del indie de última generación del Uruguay, que debutó en España en 2010 de la mano de Xoel López. “Pese a lo innovador que fue en el aspecto rítmico y en su faceta experimental, atesoro su parte pop”. Mientras que Fernando Cabrera, el referente más notorio de la canción manufacturada en la República Oriental luego de Mateo, y con el que plasmó el desaparecido pionero del candombe beat un disco en vivo a dúo, Mateo & Cabrera, en 1987, siente especial fascinación por La mama vieja. “Me hipnotizó tan pronto la escuché, en 1973. Como ese tema tenía algo que se ajustaba más a lo que podía tocar a mis 16 años, de inmediato la incorporé a mi repertorio, o sea que la vine a grabar dos décadas después. Y lo hice de muchas maneras”.
Lanzado a pocos meses de la asunción de la dictadura militar uruguaya, que obligó a mucho músicos de la nación sudamericana a optar por el exilio, salvo Mateo, lo que causó una profunda impresión en él porque se quedó prácticamente aislado, el primer álbum del cantautor montevideano, editado en su país en diciembre de 1972, no reúne, sin embargo, lo mejor de su discografía en solitario, compuesta por cuatro títulos. “Podría haber sido el honorable auge de cualquier trayectoria, pero Mateo se siguió desarrollando en los años siguientes”, opina De Alencar Pinto. “Aunque creo que el mejor momento de su carrera lo representa el álbum Cuerpo y alma (1984), Mateo solo bien se lame tuvo más incidencia, pegó fuerte en mayor cantidad de gente y en un momento determinante, y, por ende, tiene una sobrecarga afectiva superior a la de cualquiera de sus otros trabajos”. Lo que le permitió comenzar a tejer un culto que luego saltó a Argentina, y que hoy se ha perpetuado en la nueva avanzada de artistas rioplatenses. Así lo ilustra Cabrera: “Como Mateo es complejo, es comprendido primero por los colegas, y éstos, por medio del boca a boca, han hecho que sus discos se conozcan más”.
Babelia
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