Nostalgia de ‘Rumours’
La de veces que en mis años mozos aborté la escucha de Rumours; casi tantas como frené la de Saturday Night Fever. Hacia 1978, el elepé de Fleetwood Mac era ya imprescindible en cualquier guateque. Pero ahí estaba yo, negando la evidencia, exigiendo que se pinchase a Sex Pistols. Ninguna de mis peticiones animaba el flirteo como Rumours, claro. Era pues batalla perdida.
Lo recuerdo al exponerme a la reedición ampliada del álbum, atenuadas mis fobias juveniles, esa época en que uno cincela su personalidad en el rechazo. ¿Por qué lo que una vez detestamos regresa décadas después como hito que ayuda a cartografiar la nostalgia tanto o más que lo que amamos? Hoy suena aquel chispeante primer corte, Second hand news, y se me aparece Buddy Holly. Entra la famosísima Dreams y compruebo que Yo La Tengo la versionaron ufanos; se teje la telaraña rítmica por la que trepa Don't stop, su mensaje de optimismo, y me digo que Antonio Vega asimiló aquel trote en La chica de Ayer; irrumpe Go your own way y recuerdo que unas sesiones plagadas por la cocaína destruyeron las dos parejas que habitaban el grupo.
Así nos vende la historiografía la gestación de Rumours: toxicómano culebrón documentando el divorcio entre Christine McVie y el bajista John McVie, entre los recién llegados Stevie Nicks y Lindsay Buckingham. La sangre fresca y local que estos aportan a una banda británica embarrancada en California, será clave para que su primer álbum juntos, Fleetwood Mac (1975), dejé atrás un pasado de crudo blues-rock y evolucionen hacia la canción pop venturosa, con sustento emocional. Rumours (1977) premia esta tendencia facturando 17 millones en EE UU. ¡Ah!, si había algo que detestásemos más que a una pandilla jipiosa, era a jipis vestidos con sedas y satenes, ¡millonarios!
El resto era lujoso relleno. The chain se quiere centro gravitatorio. Christine tiene sus momentos íntimos: la preciosa Songbird, la inefable Oh Daddy (ninguna chica mala del punk hubiese implorado el perdón paterno). You make loving fun sería el cuarto single de éxito, y el gran final lo sellaba Gold dust woman de Nicks. El segundo disco de esta reedición les retrata en vivo, sin maquillajes, lejos de la brillante química captada en estudio. Un tercero reúne sobras para estudiosos. Fue no obstante el gran público quien hizo de Rumours un clásico inapelable, por mucho que yo le diese la tabarra al dueño del tocata.
Babelia
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