Absurdo
Tip y Coll practicaban un humor inteligente y desconcertante, que desafía nuestra lógica. Inmortal
"Somos los hombres del mañana. Que, por cierto, es lunes". No es raro que la obra de Tip y Coll haya envejecido tan bien, que sus diálogos logren las mismas risas hoy que a finales de los sesenta. Porque el dúo que formaron Luis Sánchez Polack y José Luis Coll, recuperado del archivo por Cómo nos reímos (La 2), no practicaba un humor perecedero atado a su tiempo y contexto, sino uno absurdo, desconcertante, que desafía nuestra lógica. Inmortal.
"Lo bueno de morirse es que no hay que madrugar". Lo cómico era un refugio para la inteligencia en años de represión: Gila, La Codorniz, Berlanga... Para burlar el rotulador rojo se ejercía un humor surrealista, como el de los hermanos Marx. Los censores no veían que esos chistes podrían ser tan subversivos como otros textos que tachaban.
"Me voy a Francia a ver películas decentes". La España del tardofranquismo era distinta de sus vecinos o del Reino Unido de los Monty Phyton, pero el clima social ya no era el de posguerra. Y se hacía buena televisión, clave en el cambio.
"Antes de salir con mi primera novia tuve que salir once años con su padre". Todos los convencionalismos se ponían del revés en las actuaciones del dúo, siempre de levita y bombín, como dos enterradores. Acentuando el contraste entre lo correcto e incorrecto.
"Se me ha ido el santo al cielo". "¡No me digas que se ha muerto Carrillo!". Pasaron años anunciando que la semana siguiente hablarían del Gobierno. Ya en democracia se reían de todos los políticos de la época, y hasta de ETA. Tip era de derechas y Coll de izquierdas, pero compartían su sarcasmo ante el poder.
"Hay gente que por hipocresía o por leitmotiv no sabe lo que es un paraguas". Sus gags más memorables consistían en descabelladas instrucciones para utilizar objetos corrientes: el paraguas o, el más celebrado, cómo llenar el vaso de agua. Delirante. Rompedor.
“Nada más lejos de nosotros que... Australia”. Después de ellos se impuso en nuestra televisión un humor eficaz pero menos refinado: Martes y Trece, Morancos, Cruz y Raya, Chiquito... Pero, como la psicodelia, el humor absurdo parece haberse ido y vuelve con frecuencia. Se ve su huella en Faemino y Cansado o el hoy omnipresente Joaquín Reyes, cabeza de la generación Chanante.
La realidad no es mucho menos absurda.
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