El rastro de la ficción vasca
Una antología de cuentos y novelas cortas, escritos en euskera entre 2000 y 2012, aborda la memoria de la violencia
El 20 de octubre de 2011 ETA anunció el fin de su actividad armada. Tras ese momento una ola de alivio ha recorrido el país. Y en la literatura en euskera parece reverdecer un movimiento de la violencia en la sociedad. También se ha reforzado el discurso sobre la memoria histórica. Por ello, habrá que pensar que la edición de esta antología significa una toma de posición, no sin riesgo, en el debate actual sobre memoria. Apoyada por el Instituto Etxepare del Gobierno Vasco, esta recopilación apareció originalmente en traducción inglesa en la Universidad de Reno, Nevada.
El proyecto atiende a dos momentos históricos: narraciones sobre la Guerra Civil y sobre el llamado, como se subraya, eufemísticamente "conflicto vasco". El título, Nuestras guerras. Relatos sobre los conflictos vascos, parece insatisfactorio. La Guerra Civil parece algo más que un "conflicto". En el libro se unen la contienda civil y la violencia de ETA, "dado que, en cierta medida, el devenir del actual conflicto vasco […] es también consecuencia de la violenta represión de la posguerra" (página X). Esta reunión de textos quiere ofrecer distintas representaciones literarias sobre la memoria de la violencia. Pero la lectura de una antología no debe quedarse en el examen del prólogo, sino que es tarea básica tratar de los materiales que contiene.
El marco temporal se define con claridad entre 2000 y 2012. Los textos van desde la novela corta hasta el relato. Narraciones recogidas en libro o cuentos que se extraen de revistas, criterios que hablan de la amplia mirada en la selección.
Eider Rodriguez incide en el dolor, desde la perspectiva de una mujer que se entera de que su pareja exiliada comparte su vida con otra persona
El cuerpo central de las obras sobre la Guerra Civil lo componen dos novelas breves: una de Bernardo Atxaga, procedente del Hijo del acordeonista, y otra de Ramón Saizarbitoria, extraída de Guárdame bajo la tierra. La primera resulta una historia de represión tras la toma de un pueblo en la Guerra Civil, con la cita de la Biblia como hilo conductor de estilo, y la segunda trabaja con la duda de la identidad nacionalista tan personal en Saizarbitoria. Los cuentos de Inazio Mujika e Iban Zaldua cierran el ciclo.
Nueve son los relatos que tratan de la violencia. El investigador Ibon Egaña describió que en la literatura vasca se ha pasado de hablar de las causas del "conflicto" a las consecuencias que provoca. Y muchos de los cuentos elegidos hablan de personas perdidas en un mundo trágico, y sin sentido. El libro recoge narraciones que inciden en el dolor y el sufrimiento. El texto de Jokin Muñoz que abre la serie, Silencios, rezuma angustia al describir la tensa espera de unos padres que han podido perder a su hijo en la explosión de la bomba que portaba. Eider Rodriguez incide también en el dolor, desde la perspectiva de una mujer que se entera de que su pareja exiliada comparte su vida con otra persona. La parodia y la sátira de una situación política enquistada aparecen en los relatos de Aingeru Epaltza o de Ur Apalategi. El tono onírico y metaliterario en el texto de Harkaitz Cano, con un fugitivo que se refugia en un club de lectura; el fantástico en Joseba Gabilondo. La larga ausencia que cambia a las personas vertebra las obras de Arantxa Iturbe y Karmele Jaio.
Los cuentos muestran que siguen esta idea de Bernardo Atxaga: "A mí más que los hechos me interesan cómo quedan los personajes".
Nuestras guerras. Relatos sobre los conflictos vascos. Edición y prólogo de Mikel Ayerbe. Varios autores y traductores. Lengua de Trapo. Madrid, 2014. 302 páginas. 18 euros
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