La muerte sacude los Oscar
Ocho de los 10 documentales que optan al premio retratan grandes dramas y sus víctimas Hay filmes sobre los cárteles mexicanos, Ucrania, la shoah, la guerra de Vietnam o el ébola
A las seis de la tarde, en la plaza del pueblo. Por fin, tras nueve meses de intentos, Matthew Heineman tenía una cita. De hecho, la llamada más deseada le llegó justo cuando había perdido la esperanza. ¿La chica de sus sueños? No exactamente. “Nos recibieron hombres armados, que nos llevaron hasta un campo abandonado. Allí nos recogió otro coche, para ir hasta el laboratorio”. De pronto, se encontró en medio de la selva mexicana y de la noche, filmando una cocina a cielo abierto de metanfetamina. Como Breaking Bad, pero de verdad. Y logró un arranque inmejorable para Cartel Land, que opta al Oscar al mejor documental y se puede ver en iTunes o, el mismo domingo, en una proyección en la Cineteca de Madrid.
“No tenía ninguna experiencia en cobertura de guerras. Toda la película fue una aventura aterradora”, relata por teléfono. Porque Heineman se plantó con su cámara en Michoacán, corazón del terror en México, para mostrar cómo las milicias de autodefensa ciudadana afrontan con fusiles y chalecos antibalas los carteles y la ausencia del Estado. Filmó torturas, secuestros e incluso acabó metido en un tiroteo, sin dejar de grabar. Contó la guerra real, detrás de titulares o declaraciones oficiales. “Era una historia importante y sentía un enorme deber de relatarla. Quería estar en medio del conflicto y retratar el sufrimiento de la gente común”.
Muchos de sus contrincantes en la gala del domingo hicieron lo mismo. Porque los hilos que unen ocho de los 10 documentales (largos y cortos) candidatos al Oscar se resumen solo en tragedias: muertes, guerras y fracasos del Estado. Winter on Fire (disponible en Netflix) sigue por las calles de Kiev la revuelta de Ucrania, entre explosiones y manifestantes abatidos por francotiradores. Body Team 12 (de HBO) acompaña a Garmai Sumo al trabajo: es decir, a recoger los cadáveres de los fallecidos por ébola. Y Last Day of Freedom cuenta el doble viaje al infierno de Manny Babbitt: a Vietnam y, luego, al corredor de la muerte. Hay sitio incluso para la mayor de las tragedias: en Spectres of the Shoah Claude Lanzmann rememora todas las dificultades para rodar sus célebres documentales sobre el Holocausto.
En el fondo, cada uno de estos filmes ha tenido un rodaje escalofriante. Mientras Occidente miraba horrorizado la epidemia de ébola en la lejana África, David Darg viajó cuatro veces hasta Liberia para retratarla. Tanto que a su vuelta el director de Body Team 12 se pasó 42 días en cuarentena, lo que aprovechó para montar su corto. Y Sharmeen Obaid-Chinoy visitó en Pakistán la cárcel que encerraba al padre y el tío de Saba Qaiser: ambos estaban presos por intentar matar a la joven, de 18 años, culpable de amar a un hombre de clase social inferior. “Lo volvería a hacer”, suelta el progenitor en el filme. En el fondo, los llamados “crímenes de honor” son frecuentes en el país. Aunque la directora de A Girl in the River: The Price of Forgiveness espera que tras la emisión de su corto lo sean menos.
Cine para el cambio
He aquí otro aspecto que une a estos cineastas. Confían en generar otra película, en la mente del espectador. Y, luego, gracias también a los Oscar, aportar su granito de arena para un mundo mejor. “El cine por sí solo no cambia las cosas. Pero la gente puede empezar a pensar y analizar un asunto de manera distinta”, asegura Nomi Talisman, codirectora de Last Day of Freedom. En su caso, quiere que el público reflexione sobre la pena de muerte y la justicia en EE UU. Sobre cómo es posible que un exsoldado, con síndrome posVietnam y esquizofrenia, sea abandonado a su destino hasta que comete un asesinato. Solo entonces el Estado vuelve a interesarse por él: para ajusticiarlo.
“El mundo no es blanco o negro, justo o equivocado. Manny hizo algo horrible, pero volvió de una guerra y no recibió ningún apoyo. Un tercio de los encerrados en el corredor de la muerte en EE UU son exveteranos. ¿A qué se debe? ¿Qué podemos hacer?”, plantea Talisman. La misma oda a los matices se escucha en la charla con Heineman. Incluso Evgeny Afineevsky, director de Winter on Fire, ha asegurado en varias entrevistas que por mucho que filme la brutalidad de la represión, es un cineasta, no un juez: “No estoy acusando a nadie. Mi rol no es crear justicia”.
Aun así, su filme ha sido usado en la investigación oficial de lo ocurrido en Ucrania. Y A Girl in The River ha conseguido que hasta el primer ministro paquistaní, Nawaz Sharif, asuma como prioridad la lucha contra los crímenes de honor. Hay más esperanzas: Joshua Oppenheimer ha logrado con sus documentales (The act of killing, nominado en 2013, y La mirada del silencio, candidato ahora, ambos disponibles online) que Indonesia por fin hable de la masacre de un millón y medio de personas en los sesenta. Con todo el respeto, vale mucho más que un Oscar.
Babelia
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