La fe. la seriedad y la valerosa actitud de Juan del Álamo le llevan al éxito
Percance serio de Joselito Adame ante un toro moribundo y triste actuación de Iván Fandiño
Un toro herido de muerte, el segundo de la tarde, cogió y le pegó una cornada a Joselito Adame en un descuido. El de Zalduendo hizo por el torero, cogió la presa con fruición, lo zarandeó y lo hirió. No parecía, en principio, una cornada seria pues el torero, muerto el toro, pasó por su propio pie a la enfermería. Pero una vez en manos de los médicos, la seriedad del percance fue un hecho. Por esta incidencia se corrió el turno y de quinto saltó el que debía cerrar la corrida, mientras que el telón lo bajó el que estaba reseñado como segundo de Adame.
A ese segundo de la tarde, con presencia, serio, lo recibió la gente con beneplácito. Fue toro de nobles ideas, en apariencia, que dejó a Joselito Adame campar tranquilo. Bien sangrado en varas, llegó a la muleta del azteca con atención. Por ayudados por alto, un pase del desprecio y el de pecho comenzó Adame la faena. Lo que vino después fue una relación que no pasó de discreta. Adamé no sufrió, mientras que el toro también parecía conformista. La faena resultó correcta, sin más, con poco entendimiento cuando el torero quiso muletear sobre la mano izquierda. Incluso las manoletinas finales tampoco aportaron más. Con el toro herido de muerte, Adame perdió la posición, o en un exceso de confianza, se vio prendido de forma aparatosa.
La tarde, con diferencia, fue para Juan del Álamo. Por la fe en sí mismo, la actitud y la seriedad con la que se portó. El tercero fue uno de esos toros que, sin aportar nada, dejan estar. No planteó problemas, pero tampoco fue toro de nota. Protestó en varas, sobre todo en la segunda, y sin tener una entrega total, se dejó llevar por aquí y por allá. Con la carita alta, algo desganado al tomar la muleta, mansito, pero Álamo lo entendió. Lo que no puso el toro lo puso el torero. Álamo le insistió, en la distancia media y en la corta. No hubo tandas completas, más bien la actitud del torero superaba lo demás. A los molinetes y rodillazos finales, la gente respondió mejor. Y la buena estocada que recetó le sirvió a Álamo para pasear un trofeo. Ganó a los puntos el torero, por disposición sobre todo.
Por el percance de Adame se corrió el turno y en quinto lugar se lidió el que estaba destinado para cerrar la corrida. Fue este quinto un toro que levantó alguna protesta por su falta de fuerzas. Pero al final, mal que bien, aguantó la lidia. Las ganas y la actitud de Álamo fueron las armas con las que conquistó la escasa voluntad del toro. Sorteó con seguridad el desagradecido estilo del “zalduendo” y sin gran brillantez, pero con gran firmeza, resolvió con mucha seguridad. Sonsacó los pases, bien de uno en uno o, incluso, en una serie con la derecha los ligó. La predisposición, como en este caso, obró que la faena mantuviera siempre su interés. Confirmó su decisión al entrar a matar con mucha fe y cobró una casi entera. El premio de la oreja fue justo.
ZALDUENDO, VENTORRILLO / FANDIÑO, ADAME, DEL ÁLAMO
Cuatro toros de Zalduendo y dos, 4º y 6º, este como sobrero, de El Ventorrillo, bien presentados; muy manejables los tres primeros y apagados el resto.
Iván Fandiño: casi entera trasera _aviso_ (saludos); tres pinchazos y descabello (silencio); pinchazo y casi entera (protestas).
Joselito Adame: estocada, cuatro descabellos _aviso_ y un descabello más (ovación). Sufrió una cornada.
Juan del Álamo: estocada (oreja); casi entera _aviso_ (oreja).
Plaza de Valencia. 15 de marzo. Quinta de abono. Casi media entrada. Joselito Adame fue asistido en la enfermería de una cornada en la cara anterior del muslo izquierdo, que perfora el recto anterior, calificada como de pronóstico reservado.
No fue la tarde de Iván Fandiño, al que se le vio poco comprometido. En el primero no terminaron de encontrarse ni el toro con el torero ni el torero con el toro. Digamos que no hubo acuerdo. El noble y obediente astado puso su parte para que la cosa resultara, pero Fandiño no terminó por encontrar el norte. Dos desarmes sufrió el torero durante la faena, el primero cuando intentó torear en redondo; el segundo, cuando la faena ya declinaba, en un intento de manoletinas de rodillas que no llegaron a cuajar. Entre medias, poco que contar. Sobre la derecha, el asunto se perdió entre la indiferencia general; sobre la izquierda, algún natural salió templado, pero muy poco para lo que el toro pedía. Y, en fin, nada fue suficiente como para calentar el ambiente. Muy plano todo.
En el cuarto se juntaron el hambre y las ganas de comer. O, en este caso, una desgana y apatía por ambas partes. Ni el toro de El Ventorrillo estuvo por la labor, ni el torero, Fandiño, anunció que quería resolver aquello. Siempre reponiendo la posición, Fandiño nunca logró rescatar el interés de la gente. Una desgana compartida por ambos protagonistas. En el sexto, sobrero también de El Ventorrillo que sustituyó al flojeras titular del mismo hierro, y que mató por cogida de Adame, la cosa empeoró. El toro también dejó claro de salida que llevaba poca gasolina en su interior, pero Fandiño tampoco disimuló su escaso compromiso. La faena fue solo un conato. Fandiño, poco estimulado, acabó a la defensiva y con la paciencia de la gente. Un triste Fandiño pasó por Valencia.
Babelia
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