Los videojuegos están salvando la música sinfónica
Tommy Tallarico, compositor y creador del 'show' Video Games Live, presenta en Barcelona y Madrid la nueva edición de este concierto
Mi, Mi, Mi, Do. Así empieza esa melodía vibrante, desenfada, que acompaña los saltos del personaje más universal de los videojuegos: el fontanero italiano y bigotudo Super Mario. Esas notas se escucharon durante la noche del viernes en el Auditori Fórum de Barcelona tocadas por una orquesta sinfónica completa con coro. Y se volverán a escuchar en Madrid la tarde del próximo lunes, en el Auditorio Nacional con la Orquesta y el Coro nacional como intérpretes. Es la visita de Video Games Live a España, un evento que lleva ya 11 años rodando por el mundo para convencer, mediante la música, de que los videojuegos no solo son cultura sino que pueden ayudar a apreciarla.
Tommy Tallarico (Springfield, 1968), padre de este espectáculo, así lo presenta. Con ese savoir faire tan yanqui de vendemotos consumado, del que engatusa con naturalidad, del que engarza sus tesis con anécdotas que tocan el corazón, lanza un envite a las dudas que aún planean sobre el estatus artístico del videojuego. “Estamos consiguiendo algo que ni Mozart ni Beethoven lograron: que los chavales se sienten a escuchar una orquesta sinfónica por millares. Los videojuegos están ayudando a salvar y fomentar el amor por la música clásica”.
Tallarico no habla de segundas, como mecenas o entendido. A sus espaldas, más de 250 bandas sonoras para videojuegos en una carrera que va a por su tercera década. Pac-Man, Prince of Persia, Spider-Man, BioShock, Another World, Messiah… La lista de títulos o sagas a los que ha contribuido es interminable. El impacto económico que han tenido también: cerca de los 4.000 millones de euros. Pero el músico insiste en que sus razones para haber elegido desarrollar su carrera en la música entre píxeles son puramente artísticas. “¿Podría haber hecho música para cine? Sí. Me lo han pedido muchas veces. Pero no quiero. Soy de la primera generación de jugadores, los que empezamos en los setenta. Amo los videojuegos”.
El cofundador de Video Games Live se atreve a argumentar por qué el maridaje entre música y videojuegos deja muy atrás al de música y cine. “Piensa en una película como Avatar. Un gran éxito, ¿no? La más taquillera de la historia. Y con una música maravillosa de James Horner. Pongamos que la ves tres veces en la vida. Eso son seis horas de música, en la que casi todo el tiempo la escuchas con diálogos de fondo. En un videojuego puedes pasarte decenas de horas, y la emoción de esa experiencia la lleva la melodía”. El caso es que los titulares le van dando la razón. Ya en 2012, la cadena MTV emitía un reportaje sobre el exilio del underground musical al arte interactivo: ¿Por qué los artistas 'indies' están componiendo bandas sonoras para videojuegos? era el titular. El pasado octubre, The Wall Street Journal publicaba un artículo encabezado por: Cómo los videojuegos están salvando la orquesta sinfónica. Y los datos de la industria son rotundos: se ingresa por videojuegos más del doble de lo que consigue la taquilla del cine. La cifra se dispara ya a los 80.000 millones de euros anuales, según datos de la consultora líder del sector Newzoo. Y planea superar los 100.000 millones de euros en 2018.
Pero el debate sigue en el aire y el tenue goteo de los videojuegos en las secciones de Cultura de los periódicos causan que apasionados como Tallarico se conviertan en paladines de la causa. “Los gobiernos y medios de comunicación tienen que entender que esto es algo bueno, que tiene un impacto positivo en la sociedad. Una última anécdota: en uno de nuestros conciertos, una de las intérpretes se me acercó al terminar llorando. De alegría. Por primera vez su hijo había venido a escucharla tocar. Y no solo él, sino que venía con cinco de sus amigos. Se había pasado toda la semana chuleando en la escuela porque su madre iba a tocar la música de Halo y Final Fantasy”. Tal vez sea solo cuestión de encontrar el compás adecuado en el discurso. Como esos Mi, Mi, Mi, Do que arrancan la carrera de ese Super Mario eternamente sonriente, camino del siguiente salto al vacío.
Babelia
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