‘Hijos nuestros’, una historia con los colores del papa Francisco

Carlos Portaluppi (Mercedes, 1967) es una máquina creativa tan prolífica como talentosa. Desde la década de los noventa ha trabajado en más de 25 películas, casi 40 obras de teatro alternativo y comercial y medio centenar de tiras para televisión. Su último desafío ha sido Hijos nuestros, donde bajo la dirección de Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez, interpreta a Hugo Pelosi, un hombre que sobrevive tras el volante de un taxi en Buenos Aires tras un paso fugaz por la primera división de San Lorenzo de Almagro, el club favorito del papa Francisco.

Hugo conoce en uno de sus viajes a Silvia (Ana Katz), madre de Julián (Valentín Greco), un joven aspirante a futbolista en las inferiores del club Vélez Sarfield. Julián olvida sus documentos en el taxi, excusa perfecta para que madre e hijo se introduzcan en la vida de Hugo. El filme recorre a partir de allí una historia llena de reminiscencias porteñas, con el fanatismo por el fútbol como engranaje de una historia que habla de la soledad y, sobre todo, la búsqueda de un proyecto de vida.

La presencia de Francisco no es evidente en el filme, pero la relación casi religiosa entre fútbol y fanáticos alcanza en la película momentos desopilantes, cómo la misa en la que un sacerdote despliega una enorme bandera del club ante al altar de la iglesia. No es casualidad que para muchos el fútbol sea cuestión de culto.

Portaluppi es hincha de River Plate, lo que no le impide ponerse en la piel de un fanático de San Lorenzo que incluso ha jugado con su equipo siete partidos en la primera división, hasta que una lesión lo dejó fuera. Con una interpretación impecable, el actor recrea a un hombre frustrado, solitario y poco elegante con las mujeres que teje su realidad desde una grada.

Pregunta. ¿Por qué San Lorenzo y no River o Boca Juniors, que tienen más seguidores?

Respuesta. Para ser neutrales y no juzgar ni moralizar a nadie. Los directores no son hinchas de San Lorenzo, no hay un fanatismo por contar la historia de alguien o dejar mal parado a alguien de un club en particular.

P. ¿Tuvo que ver que sea el club del papa Francisco?

R. Eso se fue sumando a medida que se gestó el guion, no fue buscado. Obviamente la idea estaría presente, pero salió de a poco. Con Nicolás Suárez, el guionista, nos reunimos mucho, hubo una gran apertura de su parte para que tanto yo como Ana Katz pudiésemos participar en la historia.

P. ¿Piensa que el Papa lo puede llamar? Es muy fanático de San Lorenzo.

R. El Papa tiene cosas mucho más importantes que hacer allá en el Vaticano que llamar y ocuparse de nosotros, sin duda. Pero le llevaron la película. Valentín Greco le entregó en mano el DVD en la Plaza San Pedro. ¿Y qué le dijo Francisco?: “Ah, pero los hijos nuestros tienen otros colores” (en alusión a la superioridad deportiva que los hinchas de San Lorenzo se atribuyen sobre Boca Juniors y Huracán).

P. ¿Cómo se transmite al público la esencia de un hincha en un país como Argentina, donde el fútbol está en el ADN de la gente?

R. Eso está muy enraizado en la gente, es cierto, porque todos tenemos una presencia del futbol desde la cuna, padres que inscriben a sus hijos en los clubes ante de nacer y cada día son más los que le ponen la camiseta en el moisés. Es como si quisiesen apropiarse de la identidad del neonato. Por eso está tan presente en nuestra idiosincrasia, es una presencia muy fuerte. Pero como actor la situación es muy distinta. Yo soy muy hincha de River Plate y aquí me toco interpretar a un fanático de San Lorenzo, y que además llegó a jugar 7 partidos en primera. La clave está en entregarse al juego de quien propone contar una historia, que es lo que me gusta hacer, lo que me mantiene vivo. Soy más pasional con el oficio que con mi sentimiento futbolero.

P. Siempre interpretaste antihéroes. ¿El hincha de fútbol es un poco como tus personajes?

R. Nosotros hicimos una presentación de la película en la cancha de San Lorenzo, porque la dirigencia del club nos abrió las puertas en la previa de un partido contra River y me invitaron. Hacía mucho que no iba a un estadio y me puse a observar el aliento de los hinchas a los jugadores, como se abrazan unos. No fue mi caso, porque me comí dos goles, pero esa gente a lo mejor vive a kilómetros de distancia y no se conoce y ahí están unidos a una pasión. Esa soledad, esa derrota de la semana se descarga en un minuto en la cancha, en un abrazo de gol.

P. ¿Qué tiene Hugo Pelosi, el protagonista de la historia, del argentino medio?

R. Hay una situación cansina, una soledad importante, de alguien que está buscando un rumbo, como estamos buscando un rumbo los argentinos. Acá hay un gobierno que viene y lo cambia todo. Siempre pasa eso con nosotros. El que se va deja algo bueno o algo malo, no importa, y el que llega lo barre todo. Aquí siempre han barrido tanto las cosas buenas como las cosas malas. Por eso creo que todavía hay como una cuestión de buscar la identidad.

P. ¿Y dónde puede estar esa identidad?

R. La tenemos muy claramente en la cultura. Es lo más importante que tenemos, poder hacer de la nada y generar algo. Nos sucede también con la solidaridad. Basta ver cómo reaccionamos ante una catástrofe, todo eso está ahí y es muy fuerte.

P. ¿Crees que un latinoamericano también se verá identificado con Hugo, o la esencia del hincha depende de cada país?

R. Creo que la película trasciende todo eso. Vigo Mortensen dijo después de ver la película: “Qué bella, pero muchas veces qué terrible es la soledad del hincha de ley”. Claro que él es cuervo (como se llama a los seguidores de San Lorenzo), pero creo que uno va a ver una película sobre fútbol y se encuentra con mucho más.