El SS Max Aue explica el exterminio en persona
Llega a Temporada Alta la versión teatral de 'Las benévolas', de Littell
El mismísimo Max Aue en persona, explica, mirándote a los ojos, los crímenes perpetrados por él y sus colegas de las SS durante el exterminio de los judíos en la Segunda Guerra Mundial: las ejecuciones de los Eisantzgruppen en los barrancos ucranianos entre el fuego y los schnapps, la organización de los trenes a los campos, el gaseado en Auschwitz. "No me arrepiento de nada, hacía mi trabajo y basta". Ese es el núcleo de la versión teatral de Las benévolas (RBA, 2007), la famosa y controvertida novela con la que Jonathan Littell ganó el Goncourt y que ahora ha puesto en escena el director belga flamenco Guy Cassiers con su compañía Toneelhuis aliada con la holandesa Tooneelgroep Amsterdam. El montaje (De welwillenden,en neerlandés sobretitulado en catalán), llega a Temporada Alta este fin de semana (sábado y domingo, Teatre Municipal de Girona) como una de las citas más importantes del festival.
El espectáculo se estrenó el marzo pasado en Anvers y luego ha girado por Europa.
Cassiers, que firma la adaptación con Erwin Jans, ha concentrado la novela de Littell (992 apretadas páginas, sin apenas puntos y aparte) en tres horas y media de espectáculo (con entreacto). La adaptación sigue de manera fiel la narración y el lector de la novela encontrará la mayoría de los pasajes más impresionantes: las matanzas en el Este, la herida de Max en Stalingrado causada por un francotirador, la partisana ahorcada, las conversaciones con Eichmann (el único personaje histórico que aparece en la función, interpretado por una actriz, Katelijne Damen) o con el pequeño violinista judío, la visita a Auschwitz, la caída de Berlín y la locura de los animales en el zoo devastado... También discusiones raciales como sobre los Bergjuden, los judíos de las montañas, o filosóficas.
"En Las benévolas, el 90 % del tiempo tienes el punto de vista de los verdugos", afirma el director Guy Cassiers
¿Por qué quiso llevar Cassiers la novela a escena? "Me interesaba sobre todo porque ofrece un punto de vista bastante insólito de la Segunda Guerra Mundial que es no el de las víctimas, al que estamos habituados, sino el de los perpetradores", responde el director a este diario. "En Las benévolas, el 90 % del tiempo tienes el punto de vista de los verdugos". Ese es el punto de partida de la versión teatral. El personaje de Max Aue, recalca Cassiers, "habla directamente al público y le dice: 'Si estuvieras en mi situación, harías lo mismo, no se puede decir nunca: no mataré, es imposible'. Al espectador le incomoda y repugna pero a lo largo de la representación acaba pensando que hay algo de verdad. Hay elementos en cada individuo que cuando se encuentra en una situación así le hacen actuar de manera que nunca hubiera pensado. Hay contextos políticos que te hacen desarrollar ese lado oscuro”.
En su forma de explicarse en escena, Max Aue adquiere un aire de Ricardo III. Significativamente, el actor que lo interpreta (un fenomenal, estremecedor Hans Kesting) también encarnó al contrahecho rey shakespeariano, en Kings of war de Ivo Van Hove. "Lo escogí por su presencia imponente, sólido y grande aunque a la vez capaz de emanar un calor, un poder de seducción. Su actuación, la forma de mantener enganchado al público tres horas es sensacional. Es cierto que Max tiene algo de Ricardo III en su forma directa de dirigirse al público y de invitarte a seguirlo en su recorrido. Como Ricardo hay algo magnético en él, en su discurso, en su afán de convencerte y arrastrarte, y a la vez una fisura. Porque en realidad es un personaje completamente inmoral”.
De su adaptación dice que dada la longitud de la novela "tuve que hacer elecciones. He seguido el libro del principio al fin pero centrándome en el exterminio de los judíos y menos en la situación familiar de Max y las referencias a la tragedia griega. Todo eso era demasiado para la obra de teatro”.Me he concentrado en el lado ideológico y político de Max" Se evocan situaciones horribles. “Así es, en las que Max trata de implicar directamente a la audiencia. Ves en sus ojos esas escenas, la muerte. Te confronta a todo eso interrogándote por tu propia responsabilidad"
Sorprende que no haya en absoluto iconografía nazi. Ni siquiera en los uniformes. "Fue una de las recomendaciones que me hizo Littell: nada de signos o emblemas. Es deliberado. Las benévolas no es un libro de historia, sino una novela, que alude a la condición humana. Esa imprecisión en la representación refuerza la dimensión de ficción del texto y le da mayor actualidad. Hubiera sido sencillo y epatante poner esvásticas pero hubiera desvirtuado nuestro propósito. Lo alarmante es el eco que tiene hoy lo que dice Max, ese populismo que ha triunfado en EE UU, ese uso agresivo de verdades simplificadas mezcladas con mentiras".
Con esvásticas o no, el Holocausto sube a escena en las palabras de Max. "Eso me parece muy necesario, hay gente que olvida muy pronto, de aquello hace solo setenta años. Es importante entender cómo se llegó tan lejos. Cómo gente normal se convirtió en asesina. Es tan fácil como falso decir que eran todos psicópatas".
El espectáculo mantiene las cuestiones en torno a las pulsiones sexuales de Max y su homosexualidad. "Es muy interesante ver de nuevo con que ambigüedad trataba el nazismo eso: lo perseguía pero a la vez estaba allí. El libro, por supuesto, va mucho más lejos, pero yo tenía que ceñirme a la duración de una representación teatral". En la adaptación aparecen crudas consideraciones sobre las funciones corporales, el sexo, los excrementos que provienen de la novela pero también estaban muy presentes en el libro anterior de Littell (de 2002) que también montó Cassiers, Lo seco y lo húmedo (RBA, 2009), centrado en el líder rexista y Obersturmbannführer de las SS Leon Degrelle. "Hay conexiones claro, es un libro sobre el uso manipulador del lenguaje para crear las categorías de lo propio y lo del enemigo".
¿Cómo impactan esos espectáculos sobre el nazismo en la sociedad belga, que vivió el colaboracionismo y ha visto nacer nuevos partidos populistas? "La ideología fascista atrajo a algunos en Bélgica y Degrelle aún tiene seguidores, pero la extrema derecha no viene a ver mis espectáculos. En todo caso, me parece importante ayudar a recordar lo peor de nuestra historia común europea, no olvide que Degrelle encontró acogedor refugio en España".
Cassiers se muestra muy interesado en el trabajo actual en el Congo de Littell (que no ha visto el espectáculo: el director espera que, si se encuentra en Barcelona, donde vive, pueda ir a verlo a Girona). "Recoge material, vamos a ver qué libro saldrá de ahí. Lo espero con ansia: el Congo fue parte de Bélgica, como sabe, y en una época muy oscura también".
Babelia
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