Polonia, 1990: el deshielo de los sentimientos
El director Tomasz Wasilewski dirige 'Estados Unidos del Amor', un drama íntimo ambientado en la llegada del capitalismo al Este
De repente, las mujeres polacas se apuntaban a aerobic y escuchaban a Whitney Houston. Las panaderías, ahora, vendían varios tipos de pan caliente, y los primeros videoclubs escondían cintas VHS de parejas haciendo el amor. La gente organizaba viajes al extranjero. Los grises bloques de edificios instalaban antenas parabólicas. “De pronto podíamos ver El pájaro espino. Todo el mundo lo hacía porque antes solo teníamos películas rusas, así que todos estaban enamorados del cura [el personaje interpretado por Richard Chamberlain]. Las mujeres fantaseaban con tener un affaire con uno”, recuerda el director de cine polaco Tomasz Wasilewski (Torun, 1980), que ha plasmado en Estados Unidos del amor todos sus recuerdos sobre esos cambios “normales” que, lejos de las grandes marchas de las ciudades, introdujeron la libertad capitalista en los pueblos de la Polonia de 1990.
“No sabíamos lo que era la libertad. Cosas como la Fanta, la Coca-Cola o las naranjas eran algo nuevo que podíamos tocar, pero la libertad no la puedes tocar ni describir, simplemente la sientes. La tienes o no la tienes. Nosotros la teníamos pero no sabíamos qué hacer con ella”. En ese clima de descubrimiento, cuatro mujeres de una pequeña ciudad de provincias, reprimidas y ahogadas en su anodina cotidianidad, deciden dejarse llevar y buscar la realización de sus sueños y amores prohibidos. “Todas quieren lo mismo. Quieren perderse en esas emociones, quieren volar, de alguna manera”, afirma Wasilewski, que siempre escribe personajes que “están al límite, que desean y buscan algo más”.
Mientras Agata, atrapada en un matrimonio infeliz, se siente atraída por un cura, Iza es una directora de escuela que mantiene una aventura con el padre de una alumna. Su hermana, Marzena, sueña con ser modelo sin conseguirlo, y es la obsesión de la vecina de enfrente, Renata, una solitaria y ya madura profesora de ruso. “¿Qué amor es el más romántico? El que no podemos tener. La falta de amor también es amor. Sienten amor, pero no lo tienen. Todas están unidas por esa emoción”, explica el ganador del Oso de Plata al mejor guion en la Berlinale 2016 y director de Rascacielos flotantes (2013), uno de los primeros filmes polacos en tratar abiertamente sobre la homosexualidad.
La fotografía melancólica y de colores desaturados de Oleg Mutu es una de las señas de identidad de un filme en el que Wasilewski quería ver plasmados sus recuerdos de infancia. “Mutu creció en Moldavia. Para mí era muy importante que él también hubiese experimentado el comunismo porque no quería hacer una película sobre comunismo sino sobre la percepción del comunismo”, asegura el director, que intenta situar a la audiencia “en medio de la película” con recurrente planos secuencia a escasos centímetros de la nuca de las protagonistas. “Quería utilizar la cámara para dar a la sensación de que los personajes pueden sentir el aliento de la audiencia en su nuca; para hacer el relato tan íntimo como pudiera”.
Con el paso del tiempo, la sociedad polaca se volvió más capitalista e individualista. No deja de ser llamativo que Ronald Reagan conforme, junto al Papa polaco Juan Pablo II y al primer presidente elegido en las urnas, Lech Walesa, una triada a la que se han dedicado multitud de plazas y monumentos en la Polonia actual. “Ahora tenemos permitido el querer más: eso es lo que el capitalismo cambió en las sociedades del Este”, afirma Wasilewski, que intenta mostrar en su filme que la vida real, pese a todo, “no es como el cine de Hollywood”. “Intentamos comunicarnos pero es muy difícil. Amo esos momentos tan humanos…por ejemplo, cuando mis personajes están haciendo el amor no es junto a una hoguera, en el ocaso; muchas veces son situaciones incómodas, con algo que se te está clavando…Siempre intento buscar los instantes más íntimos y naturales, porque esos momentos construyen nuestra vida”.
Para buscar aquella Polonia Wasilewski viajó a Żyrardów, una ciudad a unos 50 kilómetros de Varsovia donde aún pervive un vecindario de bloques de cemento de la época comunista, el mismo que aparece en el filme. “Polonia aún está llena de este tipo de construcciones, ahora simplemente las han pintado de amarillo, de verde, de azul...Pero esta seguía igual que antes”, cuenta el director, que quedó impresionado tras visitar varios apartamentos: “En la mayoría de ellos, podía comenzar a rodar sin hacer ningún cambio”.
Babelia
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