Bigas Luna, desmontando al macho ibérico
La retrospectiva del director en México sirve como marco para reflexionar sobre las masculinidades y los roles de género 25 años después del estreno de 'Jamón, Jamón'
Masculinidades (sí, en plural), Bigas Luna, erotismo y visceralidad. Todo junto en una sala de cine que podría llegar a explotar como un cóctel molotov. Parece que hablamos de un experimento. El cine de este hombre lo era, lo es. Porque pese a que pasen los años, las películas de este director catalán tienen la magia de seguir mutando en lo que el público quiere ver de ellas. La obra del director (1946-2013) tiene tantos matices que hablar de ella como únicamente un retrato costumbrista de la cultura española no le hace justicia. Tanto es así que el festival MICGénero 2017 le hizo un hueco para albergar por primera vez una retrospectiva suya en México y usarla para hablar sobre masculinidades diversas.
El homenaje creado e impulsado por la hija del director -Betty Bigas- y con el filólogo especialista en Bigas Luna y masculinidades de la Universidad de Durham, Santiago Fouz, como cicerone y gran conocedor de la obra del cineasta, han servido no solo para honrar al maestro del erotismo español en México, sino para hablar de algo tan complejo como la masculinidad hegemónica, el patriarcado y la imposición de los roles de género también en los hombres.
Se apagan las luces y comienza la magia de Josep Bigas Luna. El espectador abre los ojos y también la boca porque para ver una película como ‘Jamón Jamón’ se requiere de más de un sentido. En la pantalla se empieza a distinguir un enorme espectacular de un toro de Osborne del que solo se aprecian los testículos. Un tótem taurino que tiene su encarnación en Javier Bardem, al que de inicio solo vemos de cintura para abajo, toreando. Antes de que el espectador pueda ver su perfil varonil, los ojos reparan en su entrepierna, en su cuerpo inexpugnable, impenetrable, de macho, que muestra la dureza y rudeza del personaje. Después, su comportamiento varonil, dominante, hegemónico que se vuelve caricatura a medida que avanza la película y que lanza una reflexión sobre la construcción machista de los personajes masculinos.
Contaba Bigas Luna en una entrevista que ‘Huevos de Oro’, otra de las películas que forman parte de la retrospectiva y parte de la llamada 'trilogía ibérica', nació un día en que fue a un restaurante a cenar y su mesa favorita estaba ocupada por otro hombre: “Por lo visto había dado una propina impresionante y yo me había quedado sin mi mesa. Rolex de oro, prepotencia en todas sus acciones (…) De repente, en los postres, lo miré y estaba llorando. Toda una nueva dimensión de aquel tipo al que odiaba se despertó en mí. Sentí compasión y una gran ternura por él. Era como un niño perdido. Me fascinó y cuando algo me fascina hago una película con ello”, contaba el director catalán en una entrevista. “El personaje central pretende representar la inseguridad del hombre. Los hombres nacemos con el estigma de tener que ser los primeros, de construir. El hombre está perdido en el planeta y solo sobrevive con la mujer, que está con los pies en la tierra”, afirmaba.
Mucho se ha hablado del papel cosificado de las mujeres en el cine de Bigas Luna, del tratamiento del cuerpo femenino, reducido a unos pechos, unas nalgas o una boca que se abre de manera casi abstracta. Sin embargo, los papeles masculinos también se prestan al festival de la carne, la objetivación y los prejuicios que hacen analizar los roles de género también impuestos sobre los hombres.
Ser hombre. Así de sencillo, privilegiado y complejo a la vez. Ser un hombre que no llora, que no es débil, que no duda y no se equivoca nunca. Ser un hombre heterosexual, [nunca homosexual], incapaz de flaquear o de fallar en la cama. Que debe imponerse siempre, incluso utilizando la violencia si hace falta. La ‘performance’ de la masculinidad que menciona Santiago Fouz, propiciada por una sociedad machista, capitalista y heteropatriarcal. “Se pone mucha presión en los hombres para actuar de una cierta manera y eso está muy relacionado con las formas de comportamiento que rigen la masculinidad hegemónica”, explica el profesor de la Universidad de Durham. “La masculinidad hegemónica es una careta, un referente que Bigas Luna muestra en sus películas pero que también quiere ridiculizar y sobre todo problematizar”, añade.
Ahí es cuando Bigas decide mostrar no solo al macho ibérico, sino a masculinidades diversas que se alejan de esa imagen, con sorna y muchas veces cachondeo. Ahí tenemos al hombre “pocos huevos” que hace caso a lo que le dicen sus padres y no es capaz de tomar sus propias decisiones, al que tiene complejo de Edipo, al joven Adonis viril que sin embargo se acaba prostituyendo por un Mercedes; o el hombre triunfador que no depende de nadie y que sin embargo acaba postrado en una silla sin poder comer; el conquistador que en realidad es impotente; el violento y golpeador; el poeta fracasado que no es capaz de hacer que triunfe el amor o el hombre de negocios poderoso que no consigue que le quieran pese a tener todo el dinero del mundo. Sobre todos pesa la espada de Damocles del macho, de lo que se espera del hombre.
“El machito ibérico con distintos disfraces: americano, suramericano o centroamericano sigue existiendo en muchas vertientes, por eso funciona tan bien ‘Jamón, Jamón’. La figura del macho sigue vigente lo que pasa es que ahora somos más críticos”, explica Santiago Fouz.
“La construcción machista de la masculinidad encuentra su caldo de cultivo en la ideología judeocristiana de mayor poderío y en la condición de dominio del varón sobre otros cuerpos que se alejan del modelo heteronormativo. La masculinidad desde la construcción machista se entiende desde el miedo. El hombre macho tiene miedo constantemente a dejar de ser hombre y a todo aquello que genere dudas en los demás varones, en las mujeres, sobre su hombría. La construcción machista nace de la negación de las posibilidades de ser femenino o de poderse leer de manera femenina”, explica el psicólogo José Antonio Aguirre que crea un vínculo de proximidad entre el concepto de 'macho' en España y en México.
Bigas Luna es uno de esos cineastas que no deja de transmitir y comunicarse con el público pese a que hayan pasado 25 años desde que realizara uno de los títulos más icónicos del cine español. Decía el propio director que la película no le pertenecía ni a él ni al equipo, que la película era del público, de los ojos voraces que degustan lo que él sirve en un banquete de sentidos y sensaciones con cada escena.
Veinticinco años después, las películas de Bigas Luna siguen siendo un espejo que muestran al público una imagen crítica de sí mismo que no entiende ni de épocas ni de sociedades ni de culturas porque por encima de todo, Bigas Luna habla el lenguaje universal de la carne y la sexualidad en el que todos encontramos algo que nos representa.
Babelia
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