Y Masotta cometió un ‘happening’
La artista Dora García, que trabaja en un proyecto sobre el intelectual argentino que introdujo a Lacan en España, reflexiona sobre su figura a partir de la reedición del libro Revolución en el arte y ante la exposición que prepara el Macba
La primera vez que escuché el nombre de Oscar Masotta fue durante una conversación que tuve con el muy admirado escritor argentino Ricardo Piglia, en una charla conjunta en la Universidad Torcuato Di Tella en Buenos Aires, en marzo de 2014. Piglia mencionó a Masotta en un comentario casual, como alguien que podría interesarme por coincidir en ese territorio entre arte, política y psicoanálisis. Unos meses más tarde, Jesús Alcaide me informó ante mi sorpresa de que Masotta había muerto en Barcelona en 1979, no muy lejos de mi casa aquí, y que los pocos años que pasó en España —llegó en 1976— habían sido absolutamente fundamentales para la cultura de Barcelona y España de aquellos años y de estos. Él había sido el introductor de Lacan en España —sí, Lacan no vino a España por los Pirineos, sino por el océano Atlántico, de la mano de un refugiado político— y ese Masotta profesor había reunido en poco tiempo a un grupo de entusiastas seguidores entre psicoanalistas, escritores y artistas, entre los que se encontraba Pepe Espaliú. Todavía —me dije, parafraseando a lo que había oído a alguien decir del Finnegans Wake— estamos intentando ser contemporáneos de Oscar Masotta.
De repente, las huellas de Masotta estaban por todas partes en Barcelona, en mis conversaciones con Montserrat Rodríguez Garzo y Cloe Masotta, en los textos de Ana Longoni (la persona más cualificada para hablar de aquel 68 argentino, autora de Del Di Tella a “Tucumán Arde”, y comisaria de la exposición que le dedicará el Macba en 2018) y en otros encuentros que parecían precipitarse uno tras otro como si se hubiera abierto una cápsula temporal.
Sí, Piglia tenía razón. Había increíbles coincidencias entre lo que yo buscaba y lo que Masotta había encontrado. Digamos que hay tres Masottas: el literario de la década de 1950, el artístico de los sesenta y el psicoanalítico de los setenta. Muchas cosas pueden decirse del primer Masotta sartreano, merleau-pontyniano y antiantiperonista. Pero es el Masotta que viene después el que muta radicalmente esa biografía predecible de intelectual porteño marxista. Masotta comienza a interesarse a la vez por Lacan y por el arte contemporáneo, a encontrarse con jóvenes artistas, a gravitar por el Instituto Di Tella. Recibe con entusiasmo el pop, consigue una beca para viajar a Nueva York en 1965. En algún momento, en Buenos Aires o en Nueva York, se encuentra con Allan Kaprow y con Lucy Lippard. De todo ello surge el revolucionario concepto de la desmaterialización del arte. El título del escrito de Masotta que oficialmente anuncia el concepto en 1967 lo dice claramente: Después del pop, nosotros desmaterializamos. Se le llama desmaterialización, pero se le podría haber llamado politización: el nuevo material del arte desmaterializado es la información. Información y contrainformación son materiales que generan estrategias artísticas de increíble potencial político, como ha subrayado Roberto Jacoby, uno de los entonces jóvenes artistas en la órbita de Masotta.
En 1966, Oscar Masotta produce dos happenings y un antihappening u obra de arte de los medios. Son estos tres happenings (Para inducir el espíritu de la imagen, El helicóptero y El mensaje fantasma) y los dos escritos que los describen y contextualizan a posteriori (el ya mencionado Después del pop, nosotros desmaterializamos y Yo cometí un happening) lo que provoca mi “arrebato” frente a Masotta: el descubrimiento de algo muy sofisticado, muy inteligente y muy bello.
Estas cinco producciones enuncian cosas tan apasionantes como estas: con ecos kaprowianos, el público y su desaparición como público para convertirse en un performer más; qué es un acontecimiento, y qué significa su repetición, su profecía y el autocumplimiento de la misma; con ecos lévi-straussianos, cómo se construye un relato común, un mito; con ecos cortazarianos, cuál es la relación entre el arte de vanguardia y la conciencia política; la idea de clase social en el arte contemporáneo, y la culpa que acarrea—en todos los sentidos de la palabra culpa—; el arte como crimen y el artista como criminal; periferias y centro; el arte contemporáneo y los regímenes totalitarios; diletantismo y responsabilidad intelectual; y finalmente, el psicoanálisis como sistema de transmisión de conocimiento: lo real, lo imaginario y lo simbólico.
En Yo cometí un happening, Masotta desarticula la falsa disyuntiva entre compromiso político o arte de vanguardia, debate que está hoy más vivo que nunca y aboga por una revolución social, política y de conciencia que vaya de la mano de una revolución artística, formal y de estructura. Esta falsa disyuntiva queda resuelta de modo magnífico en la praxis de Tucumán Arde, una obra contrainformacional (Rosario y Buenos Aires, 1968) tan revolucionaria en el sentido político como en el artístico, en la que si bien Masotta no estuvo implicado directamente, sí lo estuvo como intelectual cercano a la acción y a sus autores. Si el título de Después del pop, nosotros desmaterializamos es una declaración de intenciones, no lo es menos Yo cometí un happening, en donde, sonriendo, Masotta reconoce ser culpable del crimen del happenismo, a la vez que señala la analogía entre las operaciones de la mafia y la estructura de un happening, idea en la que reconoce su deuda con Kaprow. Mi arrebato se acentúa.
Nos falta el espacio aquí para debatir cómo aparece lo real lacaniano en los happenings de Masotta, la mirada, la angustia y el deseo del otro. Para 1966 Masotta ya llevaba varios años estudiando a Lacan, al que descubrió en la consulta de su psicoanalista Pichon-Rivière, cuando intentaba recuperarse de un momento vital delicado. Literalmente, vio el libro en la estantería, lo pidió prestado, lo leyó y escribió el primer texto comentando a Lacan en español, convirtiéndose en el lacaniano hispanohablante par excellence. Para mí, los momentos de revelación psicoanalítico, o psíquico, u onírico, que me golpearon como un rayo, fueron dos: El helicóptero como anunciación, y el vaciado del extintor en Para inducir… como aniquilación de la cuarta pared y, por tanto, de la coartada de la representación en el arte. Ambas imágenes que acompañan este texto.
‘Revolución en el arte’. Oscar Masotta. Editorial Mansalva, 217. 264 páginas. 17 euros. ‘Segunda Vez’, una película de Dora García en torno a Masotta, se estrenará en 2018 en el Museo Reina Sofía.
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