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Perderse para encontrarse

El mexicano Jose Dávila expone en Madrid los tótems con los que amplía su definición de escultura y ratifica su defensa del arte por el arte

El artista Jose Dávila, en su estudio en Guadalajara, México.
El artista Jose Dávila, en su estudio en Guadalajara, México.AGUSTÍN ARCE

Las esculturas de Jose Dávila (Guadalajara, 1974) están íntimamente ligadas a las preocupaciones de los primeros artistas abstractos que realizaron tótems o cuyos títulos delatan un interés por las prácticas rituales y el movimiento. En Not All Those Who Wander Are Lost (No todo el que vaga está perdido) está contenida esa idea, como una brújula que apunta al Sur, en el pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico de Madrid, donde está su “gliptoteca acumulativa”, que en unos días pondrá a disposición de los visitantes para que deambulen mientras exploran los procedimientos de modelado, de adiciones y sustracciones de material, huellas y ecos de un territorio que otros ya habían descubierto. Dávila reelabora continuamente sus fuentes, ancladas en la escultura moderna que considera el volumen no un objeto sagrado y arcaico, sino la expresión condensada de un complejo de sentimientos y deseos que el artista siente operar en sí mismo. En paralelo, la galería Travesía Cuatro exhibirá sus últimas pinturas y serigrafías compuestas con textos e imágenes apropiadas de la gráfica neoconcreta.

PREGUNTA. En el arte moderno, era común que los artistas jugaran con los diferentes puntos de vista de sus esculturas. El propio Matisse hacía que se tomaran varias fotografías de la misma escultura y disfrutaba con las discordancias entre ellas. ¿Le interesa provocar o burlar al espectador?

Mi obra está llena de referencias. No entiendo el arte como un concurso de originalidad sino como un ejercicio de libertad

Respuesta. Concuerdo con la riqueza de la tridimensionalidad y las posibilidades de que una obra ofrezca más de una sola visión de sí misma, pero eso no implica una burla o provocación al espectador. Yo soy muy a menudo espectador, y desde luego no me interesa que intenten burlarme. Lo que me motiva es ver una exposición que me haga reflexionar, y me dispare procesos de pensamiento, de imaginación y emoción. Más que una provocación, lo que busco es la complicidad con el espectador.

P. Los trabajos que exhibirá en el Jardín Botánico muestran la oposición entre la escultura como fragmento y la escultura como totalidad. ¿Cómo gestiona esta paradoja?

R. En mi trabajo parto de ciertos principios para guiar un desarrollo de resultados no controlados. Me centro en lo que busco y no en lo que puedo obtener. Si la obra supera o no esa paradoja, acaba siendo circunstancial, no algo que busque per se.

Al mercado le encanta la repetición incesante de una fórmula para controlar al artista e identificarlo en el pasillo de una feria

P. Entonces se parece más al proceso de un pintor.

R. Sí, es más parecido a estar frente a un lienzo e ir trabajando con una paleta de colores. Procuro tener la cantidad necesaria de materiales en mi estudio e ir utilizándolos según el momento. Me parece fundamental tener en cuenta que es el material el que habla, los objetos están llenos de poder simbólico, también de valores que les damos personal y culturalmente. Es en esta medida que he intentado amalgamar un amplio espectro de materiales para esta exposición en Travesía Cuatro y generar un amplio compás de libre asociación de ideas. Hay un ecosistema de materiales que están en el estudio. No tienen un fin específico, están ahí esperando para que en el momento adecuado los pueda utilizar, como el resultado de una necesidad inmediata que se desprende de la improvisación. Esa interconectividad es un distintivo de este cuerpo de obra que se basa en un lenguaje clásico y atemporal de la escultura.

P. Reivindica el idealismo y una vuelta a la modernidad como un valor casi ético, aunque su obra es formalmente posmoderna.

R. Soy un artista, admirador, espectador, mi obra está llena de referencias y, como Newton, pienso que nos subimos a hombros de gigantes que no supieron patentar sus conocimientos. No entiendo el arte como un concurso de originalidad sino como un ejercicio de libertad.

P. ¿Cómo se enfrenta a la industria del arte, a la conmodificación del objeto?

R. De la manera más honesta que puedo, y es no pensando en ello. Los procesos creativos no están mediados por el apetito del mercado. Me gusta trabajar con las ideas y con las necesidades que encuentro de manera personal para no estar repitiéndome o copiándome a mí mismo. Al mercado le encanta la repetición incesante de una fórmula para así controlar al artista y poder identificarlo sin mayor esfuerzo en el pasillo de una feria. Yo trabajo sin preocuparme por esto. Tengo varios cuerpos de obra que son muy distintos entre sí. Y no solo el mercado castiga; a veces también la crítica puede entender la búsqueda como dispersión.

P. Sus obras esquivan temas tan actuales en la escultura como las condiciones del espacio colectivo, urbano, público. ¿Es una crítica indirecta a la superabundacia de obras políticas?

R. Me parece que el peligro está en el manierismo político de muchas de estas obras que se llaman “comprometidas”, que desde la ingenuidad no solucionan nada. Se hacen desde la ligereza y acaban socavando el interés de las buenas obras de arte que sí plantean seriamente el tema. Creo que la vía cívica suele ser mucho más efectiva que la artística cuando la intención que se tiene es atacar el problema de fondo. Yo tengo contacto con gente muy comprometida en México que ayuda a gente muy desfavorecida y no les interesa el foco del arte, y conozco también a artistas que no donan ni un solo euro a las causas que dicen defender en sus obras. Prefiero ayudar desde mi responsabilidad social como ciudadano y ser honesto como artista en mi interés del arte por el arte.

P. La tradición artística mexicana es política y realista...

R. Estamos involucrados en un entorno que no deja a nadie indiferente. Hay cientos de cosas fatales en mi país. Lo que intento decir es que el arte tiene sus propias reglas, las reglas que cada uno le pone a sus obras. Debemos inventar las montañas para después poder escalarlas.

Not All Those Who Wander Are Lost. Galería Travesía Cuatro. Madrid. Del 12 de septiembre al 10 de noviembre.

Real Jardín Botánico. Madrid. Del 12 al 16 de septiembre.

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