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Feria de Valdemorillo

Los toreros, más fríos que el ambiente

Juan del Álamo corta una generosa oreja y Román firma lo mejor de la tarde

Juan del Álamo da la vuelta al ruedo tras la lidia del quinto toro.
Juan del Álamo da la vuelta al ruedo tras la lidia del quinto toro.Torosdemadrid.com

En la plaza de toros de Valdemorillo ya no se pasa frío. Esa es la noticia. Valdemorillo ya no es lo que era. Antes, si acudías a los toros a esta localidad de la sierra madrileña te exponías a una pulmonía y a pasar un par de semanas en cama. Porque, en la Feria de San Blas, considerada la primera de la temporada taurina, aquello de “sol y moscas” nunca se pudo aplicar. Aunque, visto lo visto, quién sabe de aquí a unos años.

El caso es que, ahora, y gracias a su plaza cubierta, provista de calefacción, pese a estar en pleno mes de febrero, algunos incluso se atreven a quitarse el abrigo en los tendidos. Cómo ha cambiado Valdemorillo. Bueno, no en todo. Durante los festejos de su feria se sigue sorteando un jamón. Tampoco ha cambiado Valdemorillo su condición de plaza de reencuentros de la afición madrileña. Cuatro meses después de que la plaza de Las Ventas cerrara sus puertas para el parón invernal, los aficionados, hambrientos de toros, se vuelven a encontrar en Valdemorillo para inaugurar una nueva temporada. Es la tradición.

Como tradición era que en los carteles de este singular ciclo figurasen toreros de la región. Algo que ya tampoco pasa. Ni un madrileño hará el paseíllo este año en las dos corridas de toros anunciadas. Hecho de menor importancia -pues el toro no pide la cartilla de nacimiento-, pero que llama la atención.

Un jienense, un salmantino y un valenciano fueron los encargados de dar cuenta de una corrida con el hierro y la divisa de La Palmosilla, ganadería que hará su presentación este año en la Feria del Toro de Pamplona. Es de suponer que a San Fermín irán los hermanos mayores de los que se lidiaron en Valdemorillo, un conjunto de correcta presentación que tuvo nobleza, pero desigual fondo. Si bien algunos pecaron de sosería y falta de casta, otros sacaron cierta codicia y llegaron a poner en aprietos a los de luces.

LA PALMOSILLA/DÍAZ, DEL ÁLAMO, ROMÁN

Toros de La Palmosilla, correctos de presentación, aunque algunos sospechosos de pitones, nobles, con opciones y justos de fondo.

Curro Díaz: estocada ligeramente trasera y desprendida que produce derrame (saludos tras leve petición de oreja); estocada baja (saludos).

Juan del Álamo: estocada corta trasera, tendida y algo atravesada (silencio); estocada trasera y caída (oreja).

Román: dos pinchazos, media estocada perpendicular y atravesada _aviso_, veinte descabellos _segundo aviso_ y siete descabellos más (silencio); estocada corta perpendicular _aviso_ (saludos).

Plaza de toros de Valdemorillo. Segundo festejo de la Feria de San Blas. Dos tercios de plaza.

Juan del Álamo fue el único que logró pasear un trofeo. Y no precisamente por deleitar al respetable con un toreo puro y reposado. Sus méritos fueron otros: pegar innumerables y horrorosos molinetes, reponerse de un susto al caer en la cara del toro, y matar a su oponente de una estocada baja que rozó el bajonazo. Todo ante un noble ejemplar que fue acortando su recorrido a medida que avanzó la faena. No estuvo mejor con su primero, codicioso e incierto, frente al que anduvo desconfiado y al que citó siempre con el pico de la muleta.

Tampoco fue la tarde de Curro Díaz. El diestro de Linares, considerado torero artista, se encontró con un bondadoso lote -especialmente enclasado fue el que abrió plaza-, pero se mostró acelerado y ventajista. Entre las prisas del torero y de la banda de música, a más de uno seguro que le subieron las pulsaciones. “Tachín-tachán” y vuelta a empezar.

Los únicos pasajes estimables los firmó Román en el tercero, un astado que se paró pronto y se puso a escarbar. Más templado que de costumbre, el joven torero valenciano dejó la muleta muerta en el hocico del toro, esperó y tiró de él logrando algunos naturales de bella factura. Eso sí, después, con el descabello, pegó un sainete de época. Una veintena de golpes de verduguillo le fueron necesarios para acabar con su oponente. De escándalo. Ante el bonito pero deslucido sexto, ensabanado bocinegro y botinero, dio pases tan voluntariosos como olvidables.

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